(CNN) – Al igual que su tatarabuela –la reina Victoria– antes que ella, el plan nunca fue que Isabel II gobernara; como la hija mayor del segundo hijo del rey, el príncipe Alberto (más tarde el rey Jorge VI), la suya fue una vida destinada a ser vivida en relativa privacidad, hasta que la abdicación en 1936 de su tío, Eduardo VIII, después de un reinado de tan solo 325 días, cambió el curso de la historia.
Ya es la monarca más longeva del país y la soberana más antigua del mundo en el cargo, aproximadamente a las 17:30 del 9 de septiembre, Isabel alcanzará otro hito cuando se convierta en la monarca con el reinado más largo de Gran Bretaña, en el momento en que rompa el récord de Victoria de 63 años, siete meses y dos días en el trono.
Indiferente a la importancia histórica de la ocasión, Isabel no está interesada en competir con sus antepasados.
Al principio, planificaba pasar el día en privado “sin alboroto” en Balmoral, pero después de ceder a las demandas de que debía ser vista en un día tan trascendental, accedió a asumir un compromiso, así que el miércoles estará en la reapertura del ferrocarril fronterizo de Tweedbank, Escocia, la línea interna más larga construida en el Reino Unido en más de 100 años.
Isabel es la monarca número 40 de la nación y la sexta reina desde que Guillermo el Conquistador tomó la corona hace más de mil años. Su reinado ha visto 12 primeros ministros británicos, 12 presidentes de Estados Unidos y siete papas en el cargo.
Es la monarca que más ha viajado en la historia pues ha visitado más de 116 países. Lleva a cabo cientos de compromisos al año y –a los 89 años de edad– continúa haciendo visitas de Estado internacionales.
Ella es la patrocinadora de más de 600 obras benéficas y organizaciones, y ha alcanzado 400 de esos puestos desde 1952. Ha otorgado más de 400.000 honores y ha presidido personalmente más de 610 investiduras.
Ha dado su aprobación a más de 3.500 leyes del Parlamento y, a excepción de 1959 y 1963, cuando estaba embarazada de Andrew y Edward respectivamente, ha asistido a cada inauguración estatal del Parlamento.
Ha otorgado al país un sentido de continuidad y estabilidad, y lo ha hecho con una inigualable devoción por el deber.
Un momento histórico como ese, por supuesto, se presta a la comparación entre las dos reinas.
Isabel, la reina de la Postguerra
El reinado de Victoria abarcó una época de crecimiento y desarrollo. Isabel heredó una Gran Bretaña deprimida por la posguerra que todavía soportaba racionamientos y adversidades generalizadas, un país en donde las clases sociales se mantuvieron definidas.
A lo largo de la época victoriana se manifestaba con orgullo que el sol nunca se ponía en el imperio, pero Isabel marcó el comienzo de sus años de ocaso y fue testigo de la descolonización de África y del Caribe, concediendo la independencia de ese modo a cientos de millones de ciudadanos.
La transición exitosa y, en gran parte, pacífica de la Mancomunidad de Naciones ha sido sin duda el mayor logro de la reina. En el momento de su ascenso, la organización voluntaria contaba con ocho países. Hasta la fecha, esta se compone de 53 naciones independientes, muchas de las cuales han optado por mantener a la reina como jefe de Estado.
Muchos de los más grandes cambios socioeconómicos del siglo XX, los cuales afectan tanto a la monarquía como al público en general, han ocurrido durante el reinado de Isabel.
En 1952, el año de su ascenso, Gran Bretaña era considerado fundamentalmente un país cristiano blanco. Era una época en que los hombres dominaban la política y la industria, y la mayoría de las mujeres eran amas de casa.
Una reina moderna
Hoy en día, el reino de Elizabeth es uno de diversidad cultural en el que las comunidades multireligiosas viven una al lado de la otra, y las mujeres son a menudo el principal sostén. Como un poco probable modelo feminista a seguir, la Reina ha ocupado el cargo más alto del país durante más de seis décadas, y lo ha hecho debido a su voluntad de adaptarse y evolucionar para satisfacer las necesidades de una sociedad siempre cambiante y menos deferente.
Ella hizo del “paseo entre el público” la norma, acordó abrir el Palacio de Buckingham durante un par de meses al año para el público que paga y abrazó el mundo de las redes sociales. La monarquía ya tiene su propio sitio web y su cuenta de Facebook, además de que tiene presencia en Twitter, YouTube, Flickr e Instagram.
El anuncio del nacimiento del príncipe Jorge en julio del 2013 se colocó en un caballete en el patio delantero del Palacio de Buckingham, como había sido la tradición para los bebés reales anteriores… pero no antes de que la noticia fuera transmitida al mundo entero a través de Twitter.
Bajo su directiva, la Familia Real revisó sus finanzas y aceptó comenzar a pagar impuesto sobre la renta en 1992. En el 2011, la reina aprobó cambios en las leyes de sucesión, los que permiten que las hijas primogénitas prevalezcan sobre sus hermanos más jóvenes.
La visita histórica a Irlanda
Ella es una monarca de numerosas primicias: la primera soberana británica en el reino que visita Arabia Saudita (1979), China (1986) y la Plaza Roja de Moscú (1994); la primera en poner un pie dentro de una mezquita, un templo hindú y el Vaticano; la primera en abrir el Parlamento canadiense, en difundir un discurso de Navidad televisado, en volar en un helicóptero y la primera en celebrar un aniversario de bodas de diamante.
Pero no fue sino hasta mayo del 2011, a los 85 años de edad, que finalmente pudo visitar la República de Irlanda. La visita de Estado de cuatro días, diseñada como un símbolo de amistad y reconciliación, fue la primera hecha por un soberano británico desde la sangrienta lucha de Irlanda por la independencia durante el reinado de su abuelo, Jorge V, quien la visitó por última vez en 1911. Ella iba vestida de verde esmeralda, habló un poco de gaélico y se inclinó ante el monumento nacionalista de Dublín en reverencia a los caídos en la lucha por la independencia.
Demostrando una vez más su valor como diplomática consumada, la visita recibió elogios generalizados. A través de gran resistencia, consistencia y compromiso, ella ha logrado ganarse a muchos ardientes republicanos, algunos de los cuales han declarado que ella es “intocable”. Aun cuando los nacionalistas escoceses vieron el referéndum del 2014 respecto a la independencia, ellos juraron mantener a la reina como jefe de Estado, independientemente del resultado de la votación.
Con el príncipe Carlos –el heredero natural británico más antiguo– en espera tras bastidores, el futuro de la monarquía británica descansa, a la larga, en sus manos y en las de sus sucesores; sin embargo, Isabel dejará detrás de ella el plan de acción más grande que haya dejado cualquier soberano anterior, así como una monarquía cuidadosamente empaquetada para la cual se han cambiado las leyes arcaicas, se han extendido manos amistosas y la que ha sido sumamente popular durante todo el tiempo.
Ya con 66 años de edad, tanto el reinado de Carlos como el de Guillermo y Jorge serán probablemente de edad, así que para cada uno será imprescindible encontrar una forma de mantener la relevancia de la monarquía en medio de una cultura cada vez más obsesionada con los jóvenes.
Pero esa es una historia para otro día… para la reina, este logro récord no es más que un hito, no el fin; ella continúa cumpliendo con un programa real completo y continuo.
Si viviera –al igual que su madre, quien murió en el 2002– hasta los 101 años de edad, ella demostrará que siempre hay lugar para una primicia más: si llegara hasta el 6 de febrero del 2022, ella bien podría ser la primera soberana británica que celebrara un aniversario de platino.