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(CNN) – Los primeros destellos del sol de la mañana aún no se han desplegado a través del horizonte cuando sus ojos ámbar se quedan inmóviles frente al resplandor de mis faros.

Momentáneamente aturdido, mueve su musculoso cuerpo hasta una rocosa colina de la Patagonia, mirando hacia atrás solo una vez antes de desaparecer por encima de una cornisa alpina donde el austero terreno se fusiona con el brillante cielo austral.

Estoy a solo 10 minutos de mi hotel y ya he logrado el gran objetivo de mi viaje: lograr ver un misterioso puma.

Sin lugar a dudas, definitivamente no se suponía que fuera tan fácil.

Los pumas se encuentran entre los grandes felinos menos vistos de la Tierra.

Aunque están ampliamente distribuidos desde las Montañas Rocosas de Canadá hasta los Andes más meridionales (conocidos alternativamente como leones de montaña), los pumas han sido considerados históricamente como demasiado escurridizos para cualquier tipo de turismo comercial.

Eso cambió cuando a principios de este año una empresa llamada Quasar Expeditions, en colaboración con Explora Patagonia, lanzó sus primeros safaris de senderismo para ver pumas en el famoso Parque Nacional Torres del Paine en Chile.

La idea era brindar a los entusiastas de la vida salvaje la misma oportunidad de ver pumas, como la que tendrían con los jaguares en Brasil, los leones en África o los tigres en la India.

Verlos ‘transmite energía’

Se estima que los más de 2.420 kilómetros cuadrados de las Torres del Paine, al sur de la Patagonia, es el hogar de más de 50 pumas, lo cual le permite contar una de las poblaciones de grandes felinos más densas del mundo.

Los rayos de la madrugada apenas le acaban dar un tono violeta al famoso macizo del parque, cuando me encuentro con José Vargas, un rastreador de pumas de 33 años de edad.

Ha pasado alrededor de media hora desde que ocurrió mi fortuito encuentro y él puede sentir el efecto que el felino ya ha causado en mí.

“Cuando ves al puma frente a frente, te transmite una energía bastante poderosa”, dice Vargas a medida que nos dirigimos a la Reserva Mundial de la Biosfera de la UNESCO con binoculares y muchas esperanzas.

Nuestra primera parada en el acertadamente llamado “sendero de la fauna”, es una meseta árida animada por los guanacos que escarban los matorrales.

Estos primos silvestres de la llama domesticada están entre la comida favorita del puma, y eso se comprueba por el rastro plagado de huesos que encontramos más adelante.

Vargas se agacha junto a un arbusto espinoso conocido como “asiento de suegra” para inspeccionar un cadáver de guanaco particularmente sangriento.

Él me dice que no puede ser de más de dos días, pero añade, “el puma seguramente ha avanzado para hacer otra cacería”.

Vargas, un gaucho que usa boina y bebedor de mate, se crio en la región del lago Grey del parque y ya estaba rastreando pumas junto a su padre cuando apenas tenía cinco años.

Él dice que la metodología no ha cambiado con los años.

Él escucha los balidos del guanaco —”muchos en rápida sucesión podrían indicar que se trata de un puma”— y busca señales del centinela, un macho más viejo, que se encuentra en una colina con vistas a la manada.

Presa difícil

Luego de tres horas de caminata, llegamos a un mirador por encima de la laguna Goic, la cual cuenta con vistas panorámicas de los Andes nevados, flotando como olas blancas en el horizonte.

Nos hemos reído de los ñandúes que están cortejando (están relacionados con el avestruz y el emú), hemos perseguido a un zorro gris para poder tomar fotografías y hemos sentido el olor de más zorrillos de espalda blanca que lo que habíamos esperado.

Pero aún tenemos que ver a otro puma.

Vargas dice que las cuevas que están cerca de esta laguna son un popular lugar de encuentro para los pumas.

Él vio a una madre con dos cachorros aquí hace tres días, pero no hay señal de actividad cuando nos paramos en un punto alto inspeccionando el terreno y no hay el menor indicio de miedo en los guanacos que están cerca.

Dado que los pumas son activos desde el atardecer hasta el amanecer, rara vez son vistos al mediodía y el tiempo está avanzando.

Vargas sugiere que escalemos por la orilla helada de la laguna, en un último intento por lograr un encuentro frente a frente con un puma.

Estamos dando vueltas alrededor de una formación rocosa cuando él dice en voz alta que ha encontrado a un puma.

Una nieve ligera acaba de aparecer en el cielo asoleado, nublando levemente mi visión.

Para cuando logro llegar a su lado, el puma se ha subido sobre una cornisa y ha quedado fuera de la vista.

Me siento decepcionado.

Es casi mediodía y nuestra ventana de oportunidad se ha cerrado.

Lagos glaciares

Vuelvo a salir esa noche en búsqueda de pumas y dos veces más al día siguiente.

Estoy impresionado por la envergadura de los cóndores que vuelan en lo alto, por el elegante plumaje del caracara y el color azul algodón de azúcar de los lagos de origen glaciar, pero no logro detectar al enigmático puma en pleno día.

Al final, me resigno.

A diferencia de muchos safaris en África (o Asia) donde el éxito de Big Five es casi garantizado, no hay nada artificial sobre la búsqueda de pumas en la Patagonia.

No hay cebos, no hay unidades de engorde y hay un número limitado de sesiones de seguimiento cada año, donde las posibilidades de éxito son ciertamente escasas.

Sin embargo, es bueno saber que estas criaturas son libres de vagar dentro y fuera del parque, registrando recorridos de más de casi 10 kilómetros en un día promedio de caza… y que tu encuentro, si es que sucede, no ha alterado por completo sus caminos solitarios ni los ha convertido en piezas de exhibición de un zoológico sin jaulas.

Cuando ves a este espectacular felino, por muy oscura que sea la noche, sientes como si te hubieras ganado el honor.

Quasar Expeditions Patagonia +562 2 952 2369; +1 800 650 9385 (desde EE.UU.)

Mark Johanson es un escritor estadounidense de viajes y cultura que reside en Santiago, Chile.