Esta es la primera vez que un papa celebra una misa en la Basílica de Nuestra Señora de la Caridad de El Cobre. La misa inició el último día de la gira de Francisco en Cuba.

(CNN Español) — El papa Francisco terminará este martes su primera visita a Cuba, a donde llegó el pasado 19 de septiembre como parte de su gira por Cuba y Estados Unidos.

Durante su última jornada, el pontífice se reunió con las familias cubanas y fue el primer papa de la historia que ofició una misa en la Basílica menor del Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, en Santiago de Cuba, lugar en el que el estuvo día anterior para dedicarle una oración personal a la virgen.

El Santuario del Cobre  es el mayor centro de peregrinación de Cuba y está ubicado a 20 kilómetros de Santiago.

El papa Francisco dedicó su homilía a hablar de la virgen y sus ideales de amor a Dios.

“La presencia de Dios en nuestra vida nunca nos deja quietos siempre nos incita al movimiento; cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura”, dijo Francisco en una eucaristía en la que estaba el Raúl Castro en primera fila.

“Queremos ser una iglesia que salga de casa para romper muros, sembrar reconciliación. Como María queremos ser una iglesia que sepa acompañar todas las situaciones embarazosas de nuestra gente, comprometidos con la vida, la cultura, la sociedad”, agregó el papa desde Santiago de Cuba.

Después de la eucaristía, dará inicio al Año Jubilar por el centenario de la proclamación en 1916 de la Virgen Mambisa como Patrona de Cuba. Luego de la misa, un grupo de niños de la parroquia de la señora del Rosario le entregarán al papa una copia de la carta que le pedía a Benedicto XV en 1915 que declarara a la Virgen de la Caridad, patrona de los cubanos.

La Virgen de la Caridad del Cobre es la patrona de los cubanos y es conocida como la Caridad del Cobre o Cachita.

Hacia las 11 a.m. Francisco sostuvo con las familias cubanas en la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, en Santiago de Cuba.

“Estamos en familia. Y cuando uno está en familia se siente en casa”, dijo Francisco al inicio de sus palabras.

Francisco destacó el papel de la familia y la importancia que tiene en la religión y la sociedad.

“La familia es escuela de humanidad. Nos enseña a mirar las necesidad de los otros. No existen las familias perfectas. Pero eso no impide que sean la respuesta para el mañana. En casa aprendemos a recibir y agradecer. En casa no hay lugar para las caretas: somos lo que somos”.

Posteriormente, el papa se dirigirá al pueblo de Santiago y bendecirá la llamada “Ciudad Heroica” antes de partir hacia Estados Unidos.

A las 12:15 se inicia la ceremonia de despedida en el aeropuerto y a las 12:30 ET el pontífice saldrá desde el aeropuerto internacional de Santiago de Cuba hacia Estados Unidos, a donde se espera aterrice hacia las 4 p.m. en la Base Aérea de Andrews en Washington, donde será recibido por el presidente Barack Obama. Francisco estará en EE.UU. hasta el próximo 24 de septiembre.

Esta es la homilía que pronunció el papa Francisco durante la misa en Santiago de Cuba

El Evangelio que escuchamos nos pone de frente al movimiento que genera el Señor cada vez que nos visita: nos saca de casa. Son imágenes que una y otra vez estamos invitados a contemplar. La presencia de Dios en nuestra vida nunca nos deja quietos, siempre nos motiva al movimiento. Cuando Dios visita, siempre nos saca de casa. Visitados para visitar, encontrados para encontrar, amados para amar.

Ahí vemos a María, la primera discípula. Una joven quizás de entre 15 y 17 años, que en una aldea de Palestina fue visitada por el Señor anunciándole que sería la madre del Salvador. Lejos de «creérsela» y pensar que todo el pueblo tenía que venir a atenderla o servirla, ella sale de casa y va a servir. Sale a ayudar a su prima Isabel. La alegría que brota de saber que Dios está con nosotros, con nuestro pueblo, despierta el corazón, pone en movimiento nuestras piernas, «nos saca para afuera», nos lleva a compartir la alegría recibida como servicio, como entrega en todas esas situaciones «embarazosas» que nuestros vecinos o parientes puedan estar viviendo. El Evangelio nos dice que María fue de prisa, paso lento pero constante, pasos que saben a dónde van; pasos que no corren para «llegar» rápido o van demasiado despacio como para no «arribar» jamás. Ni agitada ni adormentada, María va con prisa, a acompañar a su prima embarazada en la vejez.

María, la primera discípula, visitada ha salido a visitar. Y desde ese primer día ha sido siempre su característica particular. Ha sido la mujer que visitó a tantos hombres y mujeres, niños y ancianos, jóvenes. Ha sabido visitar y acompañar en las dramáticas gestaciones de muchos de nuestros pueblos; protegió la lucha de todos los que han sufrido por defender los derechos de sus hijos. Y ahora, ella todavía no deja de traernos la Palabra de Vida, su Hijo nuestro Señor.

Estas tierras también fueron visitadas por su maternal presencia. La patria cubana nació y creció al calor de la devoción a la Virgen de la Caridad. «Ella ha dado una forma propia y especial al alma cubana –escribían los Obispos de estas tierras– suscitando los mejores ideales de amor a Dios, a la familia y a la Patria en el corazón de los cubanos». También lo expresaron sus compatriotas cien años atrás, cuando le pedían al Papa Benedicto XV que declarara a la Virgen de la Caridad Patrona de Cuba, y escribieron: «Ni las desgracias ni las penurias lograron “apagar” la fe y el amor que nuestro pueblo católico profesa a esa Virgen, sino que, en las mayores vicisitudes de la vida, cuando más cercana estaba la muerte o más próxima la desesperación, surgió siempre como luz disipadora de todo peligro, como rocío consolador…, la visión de esa Virgen bendita, cubana por excelencia… porque así la amaron nuestras madres inolvidables, así la bendicen nuestras esposas».

En este Santuario, que guarda la memoria del santo Pueblo fiel de Dios que camina en Cuba, María es venerada como Madre de la Caridad. Desde aquí Ella custodia nuestras raíces, nuestra identidad, para que no nos perdamos en caminos de desesperanza. El alma del pueblo cubano, como acabamos de escuchar, fue forjada entre dolores, penurias que no lograron apagar la fe, esa fe que se mantuvo viva gracias a tantas abuelas que siguieron haciendo posible, en lo cotidiano del hogar, la presencia viva de Dios; la presencia del Padre que libera, fortalece, sana, da coraje y que es refugio seguro y signo de nueva resurrección. Abuelas, madres, y tantos otros que con ternura y cariño fueron signos de visitación, de valentía, de fe para sus nietos, en sus familias. Mantuvieron abierta una hendija pequeña como un grano de mostaza por donde el Espíritu Santo seguía acompañando el palpitar de este pueblo.

Y «cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño» (Evangelii gaudium, 288). Generación tras generación, día tras día, estamos invitados a renovar nuestra fe. Estamos invitados a vivir la revolución de la ternura como María, Madre de la Caridad. Estamos invitados a «salir de casa», a tener los ojos y el corazón abierto a los demás. Nuestra revolución pasa por la ternura, por la alegría que se hace siempre projimidad, que se hace siempre compasión que no es lástima, es padecer con para liberar; y nos lleva a involucrarnos, para servir, en la vida de los demás. Nuestra fe nos hace salir de casa e ir al encuentro de los otros para compartir gozos y alegrías, esperanzas y frustraciones.

Nuestra fe, nos saca de casa para visitar al enfermo, al preso, al que llora y al que sabe también reír con el que ríe, alegrarse con las alegrías de los vecinos. Como María, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad de un pueblo noble y digno.

Como María, Madre de la Caridad, queremos ser una Iglesia que salga de casa para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación. Como María, queremos ser una Iglesia que sepa acompañar todas las situaciones «embarazosas» de nuestra gente, comprometidos con la vida, la cultura, la sociedad, no borrándonos sino caminando con nuestros hermanos. Todos juntos, sirviendo, ayudando. Todos hijos de Dios, hijos de María, hijos de esta noble tierra cubana.

Este es nuestro cobre más precioso, esta es nuestra mayor riqueza y el mejor legado que podamos dejar: como María, aprender a salir de casa por los senderos de la visitación. Y aprender a orar con María porque su oración es memoriosa, agradecida; es el cántico del Pueblo de Dios que camina en la historia. Es la memoria viva de que Dios va en medio nuestro; es memoria perenne de que Dios ha mirado la humildad de su pueblo, ha auxiliado a su siervo como lo había prometido a nuestros padres y a su descendencia para siempre.