Nota del editor: S.E. Cupp es la autora de ‘Losing our Religion: The Liberal Media’s Attack on Christianity’, coautora de ‘Why You’re Wrong About the Right’ y columnista en el New York Daily News. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas.
(CNN) – Me mudé muchas veces cuando era niña. Para mí siempre fue una aventura. Era difícil cambiar de escuela y constantemente ser la niña nueva, pero siempre veía el lado positivo en cada nuevo lugar.
Los inviernos de Boston eran un cambio agradable frente a los veranos de Arizona. Mi escuela de Míchigan fue la mejor a la que asistí. Mis clases de ballet en Maryland me abrieron un mundo totalmente nuevo de formación. Y debido a que mis padres me brindaban un apoyo constante, ningún traslado era demasiado desafiante.
Hasta que cumplí 13 años. Nos mudamos de Maryland a Massachusetts y entré a una escuela nueva a mitad del año.
Antes, siempre había hecho amigos con facilidad. Pero esto era diferente. Las niñas habían formado grupos desde hacía mucho tiempo. Los niños estaban en medio de la pubertad y no decidían si querían jalarte el cabello o invitarte a salir. La escuela secundaria se asomaba en el horizonte, y nadie iba a dejar que esta nueva intrusa alterara la dinámica social que había estado funcionando durante años. Fueron los peores cuatro meses que me han tocado vivir.
La presión por encajar es tan antigua como Matusalén. (Literalmente… fue Matusalén, de 969 años de edad, quien trató de persuadir a su pueblo para que escuchara a Noé, su nieto, sobre la inundación venidera. Esta fue una presión de grupo de proporciones bíblicas).
La presión por encajar fue la razón por la que hice que mi mamá me comprara los zapatos de imitación que se parecían a los que todos los demás llevaban puestos (pero que no podíamos pagar). Esta es la razón por la que traté de hacerme amiga de las niñas populares que luego me atacaron y me amenazaron con golpearme después de la escuela. Esta es la razón por la que no acusé al niño que arrojó mi proyecto de ciencias por la ventana, con la esperanza de que no lo hiciera con mi próximo esfuerzo.
Sin embargo, como lo expresa de manera excelente la nota de CNN de Marion Underwood y Robert Faris, la diferencia ahora es que el desafío por encajar tiene la amplificación de los medios.
“Incluso antes de la aparición de las redes sociales”, escriben, “loa adolescentes se preocupaban profundamente por encajar y les afectaba cuando se sentían excluidos de las interacciones cara a cara o al ver que los niños populares pasaban tiempo juntos. La diferencia ahora es que las redes sociales brindan oportunidades frecuentes para que todos los adolescentes vean fotos de fiestas a las que no fueron invitados, y de amigos que se divierten sin ellos. Estas son imágenes que no verían si no existieran las redes sociales”.
Esto es muy cierto. No me imagino que cuando era una niña de 13 años, inocente, insegura, seria y fácilmente herida, estuviera equipada para manejar el mundo difícil de las redes sociales, donde habrían arremetido contra mis zapatos en Instagram, mi incidente en la cafetería habría sido grabado y publicado en Facebook, y mis esfuerzos por encajar habrían sido ridiculizados en Snapchat.
Sin embargo, aunque las redes sociales podrían llegar a más personas (mis incidentes nunca tuvieron el potencial de “volverse virales”), ¿los niños se sentían menos traumatizados por los acosadores porque tenían una plataforma más pequeña? ¿Acaso eran menos las tentaciones por encajar? ¿Ser un extraño era realmente más fácil?
Ahora que soy madre de un hijo de 10 meses, me aferro desesperadamente a la posibilidad de que para cuando mi pequeño sea adolescente, algo de alguna manera habrá cambiado para bien. Pero creo que tener 13 años siempre va a ser más difícil para algunos niños que para otros. La elección que tenemos como padres —especialmente debido a que los padres fueron acosadores o víctimas de bullying— es ¿qué tipo de niños queremos criar?
Podría ser honesta y decirte que he tenido largas conversaciones con mi esposo acerca de tratar de criar a un niño “hábil socialmente”, que encaje bien, tenga amigos y se destaque en ciertas áreas para que no sea víctima de bullying. Pero hemos tenido conversaciones más largas sobre tratar de educar a un hijo que es feliz, cómodo, confiado y seguro, para que sepa que es amado y aceptado por quien es, independientemente de cualquier persona que conozca y no esté de acuerdo.
Al ver hacia atrás a mi año difícil, no estoy segura de que desearía haber sido popular. Sí desearía haber sido un poco más segura.
También estoy profundamente consciente de que el bullying se ha vuelto terriblemente fácil hoy en día. Es anónimo e instantáneo, y tiene un alcance tremendo. Educar a un hijo que no será un acosador es mucho más importante para mí que educar a un hijo que será popular.
Creo que soy bastante fuerte. El mío no sería el mejor trabajo —regularmente evitar los insultos no solo de los trolls de las redes sociales, sino también de colegas con trabajos legítimos (e, inexplicablemente, cónyuges que los aman)— si fuera susceptible.
Por supuesto, también están los insultos. Seguro, hay amenazas de muerte. Pero también están las cosas para las que no te preparas, como esa ocasión en la que llegó un paquete con partes de un pollo cubiertas de sangre. O esa vez en la que un fotógrafo me representó en una de sus revistas realizando un acto sexual. O esa vez en la que Keith Olbermann sugirió que me deberían haber abortado. En serio.
Cuando hablamos acerca de bullying, es difícil decirle a los jóvenes que muy poco cambiará cuando te conviertes en adulto. Constantemente pienso acerca de educar a nuestro hijo en una cultura de bullying cibernético, acoso cibernético, hostigamiento en línea y en general cosas terribles (y eso es entre los adultos).
Por supuesto, los adultos somos más fuertes que los niños, así que podemos manejar esto con más compostura y aplomo. El noble consejo de las madres de “simplemente ignóralos” rara vez resolvió algún problema a los 13 años, pero ahora de hecho funciona a menudo.
Por muy difícil que haya sido en aquella época, sé que mi propia adolescencia me preparó para una adultez donde el bullying y el mal comportamiento continúan. Pero también determina cómo pienso criar a un hijo en una era de bullying.
Tener 13 años hoy parece totalmente abrumador. Pero en aquel entonces también era bastante abrumador. Si le pudiera decir algo a la niña de 13 años que una vez fui (y lo que le diré a mi hijo cuando tenga 13 años), no necesariamente sería que las cosas mejoran… la adultez es difícil y las personas siguen siendo patanes. La cuestión es que tú mejorarás. Podrás hacerle frente a las cosas de mejor manera. Mejorarás en que no te afectará. Negociarás de mejor manera esos desafíos. Te amarás de mejor manera. Dicho de manera simple, mejorarás en ser tú mismo.