Nota del editor: David Axelrod es comentarista político senior de CNN y anfitrión del podcast “The Axe Files”. Él desempeñó el cargo de asesor del presidente Obama y estratega en jefe de las campañas de Obama en el 2008 y 2012. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas.
(CNN) – Si las campañas presidenciales fueran decatlones, el debate que llevará a cabo CNN el martes en Las Vegas sería el evento de Hillary Clinton.
La exsecretaria de Estado participó en 25 debates durante el ciclo 2008 y tuvo una presencia fuerte y dominante en cada uno de ellos.
Fluida en cuanto a detalles y tajante en la entrega, Clinton se siente cómoda en un escenario de debate y no tiene ningún problema en enfrentar a sus opositores cuando se presenta la ocasión. Debes esperar ver eso el martes en Las Vegas.
Sin embargo, su tarea, como la indiscutible favorita y presunta candidata, será darles a los demócratas razones para creer.
Ha habido una extraña desconexión entre Clinton y los votantes demócratas este año y un sentido de resignación, en lugar de emoción, sobre su candidatura. Este desafío se refleja en el contraste entre las grandes multitudes entusiastas que el senador Bernie Sanders está atrayendo con su cruzada populista y la reacción poco entusiasta que Clinton está generando. (Para ser justos, según los rumores sobre la campaña en relación a las preocupaciones por el tamaño de las multitudes, ella está estableciendo una buena conexión en las salas pequeñas y reuniones en los ayuntamientos, lo cual es significativo en los primeros estados).
Independientemente de lo que pienses de él, Sanders es totalmente auténtico. En este momento, ese es el desafío de Clinton. Eso se ha visto agravado por su torpe y siempre cambiante enfoque en relación al asunto de los correos electrónicos —algo que seguramente saldrá nuevamente a colación en el debate— y su giro inmediato a la izquierda para ser partícipe de la posición de Sanders sobre el comercio, el cambio climático y otras cuestiones que enardecen los ánimos en la base demócrata.
La misión de Clinton el martes es superar lo táctico y presentar una visión coherente cargada de valores que permita que la avalancha de documentos políticos parezca más que posiciones de conveniencia.
Qué tiene que hacer Sanders
La tarea de Sanders es más simple. Aún desconocido para un gran número de demócratas, él aprovechará este debate para ofrecer muchos de los argumentos populistas que sorprendentemente lo han impulsado como uno de los fuertes candidatos en la carrera demócrata.
El enojo por los salarios estancados y la creciente desigualdad es un tema que está circulando por nuestra política y en ambas primarias de los partidos. Sanders, el socialista democrático autoproclamado de Vermont, ha convertido esto —el poder del dinero en nuestra política y los abusos de Wall Street— en la pieza central de su campaña.
Sin embargo, algo que no ha hecho mucho es hablar sobre personas reales… seres humanos de carne y hueso y sus historias. Uno escucha las lamentaciones de Sanders y se recuerda del viejo adagio sobre los liberales quienes “amaban a la humanidad y odiaban a la gente”.
El debate es una oportunidad para que Sanders presente un lado más empático… menos de un viejo gruñón y más un defensor solidario.
Es casi seguro que Sanders responderá interrogantes sobre los escritos de su juventud como un polemista de izquierda, lo cual actualmente parece un poco descabellado, posiblemente incluso para él. Además, el originario de Vermont podría esperar ser interrogado a fondo —a raíz de la masacre de Oregón— sobre su oposición a la ley Brady y algunas otras medidas de seguridad relacionadas con las armas, sobre las posiciones que tomó para reflejar los puntos de vista de su estado mayormente rural que actualmente son inoportunos.
Recientemente le pregunté a Sanders en mi podcast “The Axe Files” si él hubiera votado de la misma manera en relación a las armas si él representara a su natal Brooklyn en el Congreso. “Probablemente no, no lo sé”, dijo en voz baja.
Fue una respuesta honesta, pero plantea un pase delicado para un hombre cuya candidatura se ha disparado, en parte, porque parece un tipo que habla firmemente sobre lo que cree.
La presión está en O’Malley
El candidato que muy probablemente presione a Sanders sobre esto, y el hombre que podría dominar mejor este punto del debate, es el exgobernador de Maryland, Martin O’Malley.
Un actor refinado, O’Malley inició el ciclo con la esperanza de ser la alternativa progresista, bruñendo sus iniciativas en Maryland sobre el control de armas, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la eliminación de la pena de muerte y otros temas fundamentales para los demócratas progresistas.
Sin embargo, luego el arrugado y nervioso Sanders agarró fuego, opacando totalmente a cualquier retador que esperara arremeter contra la izquierda. O’Malley actualmente se está consumiendo por debajo del 1% en un promedio de encuestas nacionales y no logró hacer mucho mejor en los primeros estados, lo cual hace que asegurar fondos y apoyos significativos sea casi imposible.
El primer debate democrático tendrá lugar seis meses más tarde que el debate inicial de hace ocho años. Para octubre de ese ciclo, ya había habido 13 debates entre los candidatos demócratas. La falta de los mismos este ciclo ha privado a los rivales de Clinton de contar con un medio importante para elevar sus perfiles, lo cual bien pudo haber sido el punto.
Esto hace que el debate inaugural del martes sea una oportunidad crítica y tal vez efímera para que O’Malley se abra paso en la contienda. Enfrentarse a Sanders en relación a las armas es un medio importante. Sin embargo, enfrentarse a cualquiera de sus oponentes más populares conlleva un riesgo. En el caso de Clinton, O’Malley era uno de sus partidarios más fuertes en el 2008, un hecho que estoy seguro no pasa desapercibido para ella.
Apoyo generacional
Quizá la ruta más segura para el originario de Maryland sería recurrir al apoyo generacional. Él inició su carrera en la política en 1984, dirigiendo a un joven senador Gary Hart para representar a Iowa durante el advenedizo desafío de Hart al exvicepresidente Walter Mondale y al antiguo guardia.
Hart se desempeñó suficientemente bien en Iowa, y luego le tendió una emboscada a Mondale en Nuevo Hampshire, impulsado por los votos de los independientes que querían acabar con la clase de líderes de la Gran Sociedad. Puedo imaginarme a O’Malley, de 52 años de edad, insistiendo en que el partido necesita un liderazgo nuevo y con visión del futuro. Ese tampoco sería un golpe muy sutil contra Sanders, quien tiene 74 años de edad, y Clinton, quien tendrá 69 años el día de la investidura, empatando a Ronald Reagan como presidente entrante de mayor edad de Estados Unidos.
Habrá otros dos candidatos en la plataforma, aunque es posible que muy pocos estadounidenses los reconozcan.
El exsenador Jim Webb de Virginia es un veterano de Vietnam y fue secretario de la Marina bajo el mandato de Ronald Reagan. Él sirvió durante un período en el Senado de Estados Unidos, donde desarrolló una reputación como un intrigante inconformista… populista en temas económicos, lleno de matices en cuanto a política de defensa. Él se postuló a la presidencia de forma tardía y cuenta con menos dinero y organización que O’Malley; es decir, el debate es aún más importante para él, si quiere hacer algún tipo de esfuerzo allí.
Seguramente Webb presumirá sus habilidades en seguridad nacional para discutir sobre el asunto de Siria, quizás creando un leve contraste con Clinton.
Es difícil discernir una estrategia para el último candidato, Lincoln Chafee, porque es difícil saber por qué estará allí. El ferviente, pero carismáticamente cuestionado exsenador y gobernador de Rhode Island —un republicano que se volvió independiente y luego demócrata— no ha causado muchas reacciones hasta el momento. Él también es un exherrero profesional, quien —luego de haber perdido el cargo de gobernador— está acostumbrado a que lo dejen fuera.
¿Acaso Biden está esperando la oportunidad?
El único posible candidato adicional sería el hombre que aún no se ha postulado.
Si el vicepresidente Joe Biden aceptara la invitación de CNN y optara, en el último minuto, postularse a la presidencia y participar en el debate, electrificaría este evento. Sin embargo, Biden sigue cavilando y aunque postularse a la contienda con un debate nacional ofrecería mucho drama, también representaría muchos peligros para un candidato que noha estado contendiendo para la presidencia ni se ha estado preparando para la cuerda floja.
El personal de Biden se está encargando de algunas de las cosas detrás de bastidores que lo prepararían para un anuncio, pero él continúa luchando con la carga emocional que una contienda presidencial representaría para su familia. A medida que pasa el tiempo, uno se pregunta si esta exploración terminará como sucedió con Mario Cuomo en 1992, con un avión en una pista de aterrizaje, quien se postuló en Nuevo Hampshire, pero que nunca despegó.
Sin embargo, incluso como espectador se sentirá la presencia del vicepresidente. Como Clinton sabe muy bien, si ella tropezara, al día siguiente nuevamente se estarían tronándose los dedos y los ansiosos demócratas estarían añorando a Biden.
Sin embargo, por ahora, este debate y nominación es cuestión de que Clinton lo gane o lo pierda.