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Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Encuentro. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.

(CNN Español) – Hace diez o quince años, en Miami, una productora que apenas balbuceaba el español me dijo que no podía usar la palabra pene en un reportaje sobre disfunción eréctil. A ella le dedico la letrilla de hoy.

¿Tienen futuro los manuales de estilo de los grandes medios de comunicación?

Es la pregunta que por estos días se hacen una y otra vez  una veintena de periodistas y lingüistas reunidos en España en el marco del Seminario Internacional de Lengua y Periodismo que organiza entre otros la Fundación del Español Urgente.

El primer ponente ha sido un colombiano sabio, Héctor Abad, que dijo: “Un manual de estilo no es un catecismo de mojigatería idiomática, sino que debería ser un botiquín de primeros auxilios para la claridad”.

Una de mis primeras sorpresas en CNN fue descubrir un manual de estilo y una apuesta, usar la norma culta del español y no sus localismos, esos riachuelos que son tan simpáticos como confusos en un canal como CNN que se ve en las cuatro esquinas del planeta.

Llevo como treinta años en esto de contar la vida y jamás me había podido apoyar en un manual de estilo y mucho menos en un corrector. Como soy un pajarraco raro en el mundillo de la tele -me gusta escribir todo lo que les cuento a ustedes-, me alegra tener aliados. En CNN intentamos cribar con el mayor rigor posible cuanto llega a la  sala de redacción y al mismo tiempo se intenta contarlo en un español que todos entiendan. Que no siempre se consigue, bueno… como en las mejores familias, que la sopa queda salada alguna vez.

Pero a lo que iba, que me parece formidable y casi milagroso que se siga apostando por los manuales de estilo en un mundo en el que  algunos andan  vestidos de funeral para enterrar al periodismo y suplantarlo por el vocerío cimarrón de las redes sociales.

¡Qué tontería!

Los manuales de estilo no llegan a ser tan egregios como los diccionarios, pero los hay tan populares -como el de la agencia Efe o los de los periódicos El País, de España, o El Tiempo, de Colombia- que se pavonean en las librerías al lado de los libros de Isabel Allende y las infinitas sombras de Gray.

Mire usted, hay cosas que nunca cambian. Mi tía abuela Coloy tenía un manual de etiqueta y urbanidad que parecía más un corsé que un libro, el de Emily Post; yo tengo el manual de estilo de CNN. Una paloma bullanguera, blanca y vital que me ayuda a celebrar cada día la única patria real que me queda: este español que pronuncio como si cantara una rumba o guaguancó.