Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Encuentro. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) – En política, demasiada testosterona puede ser un problema. También lo puede ser leer demasiadas novelas de capa y espada en la infancia.
El presidente de Ecuador Rafael Correa reta a los puños a un diputado. Y el hombre aceptó.
Andrés Páez, del movimiento político CREO cuestionó en Twitter la compra de unos helicópteros a la India. Páez preguntó por qué si son tan buenos Correa no usa tales helicópteros en sus desplazamientos.
Correa indignado respondió: “…que me diga día y hora, y lugar. Y ahí nos vemos. Ya estoy harto de este pillastre, sinvergüenza. .. él es el cobarde…”.
El diputado, respondió enseguida. Como D’Artagnan. Pero pidió que el presidente comparezca “sin sus 300 guardaespaldas”. Y agregó: “De mi parte le ofrezco un combate limpio, espero que usted no se ampare en arañazos ni carterazos. Ponga usted lugar, día y hora, y ahí estaré para complacerle. Si no lo hace, me veré obligado a hacerlo yo”.
El duelo entre caballeros o los que se hacían pasar por tales, estuvo de moda desde el siglo XV hasta el siglo XIX.
Fue una forma de justicia privada que quedó en desuso cuando la razón se impuso a la pasión en las sociedades más modernas.
Pero fueron tantos los duelistas que florecieron y tanto los duelos por motivos intrascendentes, que en Francia Carlos IX, llegó a dictar un decreto en 1566 para castigar con la pena capital a los duelistas. Pero aun así, el honor mal entendido y el estilo pendenciero de muchos, hizo casi imposible prohibir los duelos hasta bien entrado el siglo XX. Hay algunos duelos notables, ridículamente notables, en la historia de cada uno de nuestros países. Busquen en Google. Batirse en duelo en el siglo XIX era un signo de sofisticación inconmensurable. Batirse a los puños por diferencia de criterios políticos en el siglo XXI es lo más absurdo y ridículo que uno puede toparse en democracia.
El capital Alatriste, el espadachín que malvive en el Madrid del siglo XVII, un hombre que en las novelas de Arturo Pérez Reverte, alquila su espada a todo aquel que la necesite lo sabe bien: “Si te empeñas, tú mismo puedes ser tan peligroso como cualquiera que se cruce en tu camino.”
Con ese duelo entre Correa y un diputado, los humoristas de Ecuador podrían haber estado de fiesta si no fuera por esa ley de comunicación (aprobada en junio de 2013 y que Correa defiende) que puede dejarlos sin un solo chiste que contar. Y sin una sola espada que desenvainar