(CNN) – “Soplaré, soplaré y tu casa derribaré”, grita el desquiciado escritor Jack Torrance, mientras persigue a su esposa e hijo en la película clásica de terror de Stanley Kubrick de 1980, “El resplandor”.
Mientras toma aliento, golpea un hacha contra la puerta del baño y comienza a despedazarla. Al mismo tiempo se escucha a Shelly Duvall, quien interpreta a su esposa, gritar desde el otro lado. Torrance, interpretado por Jack Nicholson, abre un agujero lo suficientemente grande en la puerta para introducir su cabeza. “¡Aquí está Johnny!”
Este es uno de los momentos del cine que nos hace latir el corazón rápidamente, y mientras algunos consideran que la película es estresante, otros se deleitarán viéndola una y otra vez.
El miedo es una conducta adaptativa con la que contamos que nos ayuda a identificar las amenazas. Es una habilidad que nos ha permitido a nosotros como humanos sobrevivir a los depredadores y desastres naturales.
Miedos innatos
Nacemos solo con dos miedos innatos: el miedo a caerse y miedo a los sonidos fuertes.
En 1960, un estudio evaluó la percepción profunda de niños entre 6 a 14 meses, así como de animales jóvenes. Los investigadores ubicaron a los sujetos sobre una plataforma que tenía plexiglás más allá del borde para ver cuántos de los sujetos en realidad pasarían por encima del “abismo visual”. La mayoría de los sujetos, tanto niños como animales, no pasaron por “encima” y pisaron fuera del plexiglás.
El miedo a caerse es un instinto necesario para la supervivencia de muchas especies.
Cuando escuchas sonidos fuertes, es probable que la mayoría de veces reacciones con una respuesta tipo lucha o huida. Esto es conocido como “tu reflejo de sobresalto acústico”, dijo Seth Norrholm, un neurocientífico traslacional de la Universidad Emory.
Norrholm explicó que si un sonido es lo suficientemente fuerte “vas agachar tu cabeza. Los sonidos fuertes por lo general resultan en sobresalto. Ese sistema de circuitos es innato. Es una respuesta que tenemos, la cual nos indica que algo peligroso podría estar a la vuelta de la esquina”.
Miedos aprendidos
La mayoría del miedo es aprendido. El temor a las arañas, serpientes, la oscuridad… estos son llamados miedos naturales, desarrollados a edad temprana, influenciados por nuestro entorno y cultura. Entonces, un niño pequeño no les tiene automáticamente miedo a las arañas, sino que se construye con base en lo que aprende de sus padres.
“Obtienes evidencia de tus padres y de tu entorno que necesitas temerle a estas cosas”, dijo Norrholm.
Aunque el miedo por sí mismo es aprendido, los seres humanos parecen estar predispuestos a temer ciertas cosas como las arañas y serpientes debido a la evolución.
“En la época ancestral… los niños pequeños aprendieron a no agarrar serpientes y arañas porque son venenosas”, dijo Norrholm.
De hecho, algunos estudios han encontrado que cuando se les pedía que tomaran arañas y serpientes de una colección de imágenes, tanto los preescolares como los adultos reaccionaron más rápidamente que cuando se les pidió que tomaran artículos no amenazadores —como flores— de la misma colección. Se cree que eso sucede debido al prejuicio que hemos adquirido contra las mismas a lo largo del tiempo.
Conforme nos hacemos mayores, los temores se desarrollan por asociación. Norrholm lo compara con un veterano de guerra que sobrevive a un encuentro con un dispositivo electrónico inteligente (IED, por sus siglas en inglés) que estaba oculto en una bolsa de compras.
Si a ese veterano lo vuelven a desplegar y ve una bolsa de compras, “él tiene una respuesta de lucha o huida. En este caso, se ha hecho una asociación entre la señal y el miedo resultante”.
Es la misma respuesta exacta que un niño le tiene a las aterradoras decoraciones de Halloween. “Se trata del contexto”, dijo Norrholm.
Un niño pequeño podría no saber que un esqueleto es aterrador, hasta que sus padres dicen una y otra vez que las decoraciones de esqueletos son espeluznantes.
¿Cómo procesa el miedo el cerebro?
Cuando enfrentas algo que te asusta, tu cerebro reacciona con una respuesta de lucha o huida. Por ejemplo, si ves una serpiente durante una excursión, existen dos alternativas para tu cerebro, dijo Norrholm.
En primer lugar está la respuesta emocional que representa los sistemas sensoriales del cerebro en la amígdala del cerebro. Es “lo que ves, hueles, oyes”, y le indica al cerebro que eso es algo a lo que se debe temer. Es la respuesta de la adrenalina que le dice a tu corazón que lata más rápido y a tu cuerpo que sude.
Casi de forma simultánea, existe una respuesta cognitiva. “Eso pasa a través del centro cortical más alto de tu cerebro”. La respuesta cognitiva dice: “he visto este tipo de serpiente antes, y no tengo que preocuparme”, dijo Norrholm. Piensa en esto como la respuesta razonada que anula la respuesta emocional.
“Existe cierta evidencia que sugiere que la búsqueda de emociones es como cualquier cosa placentera —juegos de azar, comer— que libera dopamina”, dijo Norrholm. La dopamina es un neurotransmisor que ayuda a controlar los centros de recompensa y placer de nuestro cerebro. “Sabemos que mientras más recompensas algo, más se hace”, dijo Norrholm.
Mientras más esos buscadores de emociones buscan comportamientos peligrosos, más logran involucrar la respuesta cognitiva cortical, y proporcionar el contexto racional de que la conducta que busca emociones no es peligrosa. Los atletas de deportes extremos son un gran ejemplo de esto: ellos continúan su conducta peligrosa porque cada vez que lo hacen, sobreviven, dijo Norrholm.
Hay algunas personas que realmente disfrutan ser asustadas. “Sabemos que existen algunas diferencias individuales básicas sobre cómo las personas están conectadas”, dijo Glenn Sparks, profesor de comunicaciones de la Universidad de Purdue. Sparks se especializa en el impacto cognitivo y emocional de los medios, en particular películas de terror.
“Algunas personas están predispuestas a buscar experiencias altamente emocionantes”. Cuando son expuestos a ese tipo de experiencias “obtienen una carga de adrenalina”, dijo Sparks. Él compara a las personas que disfrutan ver películas de terror con aquellas que les gusta subirse a montañas rusas.
Sin embargo, Sparks dice que la búsqueda de emociones al parecer presenta un sesgo de género. “Los hombres han sido socializados para que no muestren señales de angustia, sino para que la superen. En el caso de las mujeres es más aceptable mostrar señales de angustia”.
Según muestran algunos estudios, podemos superar algunos de nuestros miedos por medio de la exposición continua a ellos. Estar constantemente expuestos a nuestros miedos, ya sea un deporte extremo, películas de terror o serpientes y arañas, aumenta nuestra tolerancia a ellos, dijo Sparks.
Sin embargo, recuerda, que tener miedo no siempre es algo malo. De hecho, ha sido un mecanismo de supervivencia para los humanos durante millones de años.