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Nota del editor: Ruth Ben-Ghiat es profesora de historia y estudios italianos de la Universidad de Nueva York. Ella escribe sobre guerra, incluyendo guerra y cine. Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente las de la autora.

(CNN) – Donald Trump, a quien le gustaría ser nuestro presidente, retuiteó el martes un mensaje sobre Jeb Bush. Este contaba con una esvástica entre su galería de imágenes que despotricaba a Bush. Y con su tuit, Trump se ha superado a sí mismo haciendo lo que sea para permanecer a la cabeza por medio de ataques sensacionalistas contra sus rivales.

Anteriormente se ha burlado del candidato Bush por razones de patriotismo, representándolo como algo menos estadounidense porque habla español en casa y cuando se dirige a la audiencia hispana. Esta vez, tal vez preocupado por su estatus en declive luego de su irregular desempeño en el último debate de los candidatos republicanos, Trump recurrió a las redes sociales para dar un golpe certero e incluyó el símbolo más reconocible del nazismo. (Una portavoz de Trump dijo que aunque Trump había enviado personalmente el retuit, “el no vio la imagen que iba adjunta y el retuit fue eliminado desde entonces”).

Por muy ofensivo que sea el montaje en el tuit, debemos estar agradecidos de que él lo haya publicado. Las imágenes tienen su propia manera de contar historias. A menudo son utilizadas en la propaganda política para provocar una reacción visceral — indignación, risa, identificación— y revelan cosas que sus creadores no son capaces o no quieren decir con palabras.

Una agrupación de imágenes, que tienen la intención de provocar ciertas asociaciones, es aún más útil en la lectura de cómo alguien piensa de una persona o materia determinada.

Entonces, ¿qué podemos concluir de estas fotos que nos puedan ser útiles para evaluarlo a él como presidente potencial? En primer lugar, la profundidad de su apego a una política de prejuicio que desdeña y desconfía de todos los que no son blancos y de herencia cristiana europea.

En la lógica del mundo de Trump, Jeb Bush es un “hombre de paja” —incluso usa sombrero, en una imagen— para todos los estadounidenses que son flexibles en cuanto al tema de la inmigración y, por lo tanto, son blandos en cuerpo y carácter. Bush es “Forest Bush”, como proclama otra imagen; un hombre débil y atrasado que dejará a nuestro país sin protección contra los “animales” que se aproximen (una de las caricaturas en el conjunto de imágenes muestra a una extraña criatura tipo mono a quien se le ve traspasando nuestras fronteras).

La política del odio, desde nazismo y más allá, prospera en la paranoia. En manos de Trump, Jeb Bush se convierte en esa figura de propaganda, el enemigo interno que se disfraza como un patriota, pero cuyos intereses están realmente en contra de la nación. Los gráficos estilo tabloide de Trump para asociar a Bush con extranjeros (su esposa nacida en México ocupa un lugar central en la galería), con “la familia criminal Bush” y su campaña para recuperar, a través de Bush, un imperio en ruinas (una pista de ello es la imagen de un corona quebrada).

Y aquí llegamos a la esvástica, la cual está en una bandera que sale del cañón de un arma de fuego, flanqueada por los retratos de Jeb Bush y su familia “criminal”. “El mal está profundamente arraigado”, proclama la espeluznante fuente. Esta imagen es tan exagerada como para volverse parodia. Sin embargo, el uso de la pistola, junto con la esvástica, también contiene una revelación en cuanto a qué estadounidenses pretende Trump complacer con su plataforma.

Para la esvástica no se trata de un símbolo muerto, sino uno usado —a veces junto con la bandera de la Confederación— por supremacistas blancos estadounidenses. Con una esvástica y un arma en las redes sociales estadounidenses apenas unos meses después de la masacre de la iglesia de Charleston —en la que Dylann Roof (que se muestra en las fotos que muestran la bandera confederada) asesinó a nueve personas en una iglesia de personas de raza negra— envía un mensaje a los que quieren oírlo: Trump no solo es anti-inmigrante, sino también pro-blanco.

De hecho, podríamos concluir que los insultos incesantes de Trump hacia Jeb Bush, y su descripción de Bush como un mexicano estereotípico —como prueba la imagen de Bush tocando guitarra, con el fondo de un paisaje de cactus y usando un sombrero— son un medio para atacar a algunos de sus otros rivales republicanos a la presidencia, quienes en realidad son hispanos y representan una amenaza política para él: los cubano-estadounidenses Ted Cruz y Marco Rubio.

Eso, también, es una operación clásica de propaganda política, ya perfeccionada por los nazis: hacer que un grupo o persona, represente las faltas percibidas de otros. Este último retuit podría hacernos recordar la maestría de Trump en las redes sociales, pero su galería de imágenes sin editar es prueba de su falta de mérito para la presidencia.