Migrantes que quieren entrar a Macedonia esperan en la frontera con Grecia, cerca del pueblo griego de Idomeni.

(CNN) – Una alambrada con púas pasa por los campos y colinas que marcan la frontera entre Grecia y Macedonia. Justo en las afueras de la ciudad griega de Idomeni hay un portón metálico… el punto de entrada designado para los refugiados que quieren cruzar para entrar en Macedonia.

Pero no todo el mundo puede ir. Los refugiados de Iraq, Siria o Afganistán son conducidos más allá de la destartalada colección de tiendas de campaña en el campo griego cercano, más allá de la vía del tren tripulado por la policía antidisturbios griega y, después de una breve espera, a través de la puerta de metal hacia Macedonia.

Para todos los demás, la puerta está cerrada.

Ya sea que se trate de refugiados o inmigrantes económicos, no existe libertad de movimiento, y la geografía indica que la ruta más fácil hacia un país dispuesto a aceptarlos es a través de Macedonia.

La semana pasada, Macedonia tomó la decisión de aceptar tan solo a un selecto grupo de refugiados. Los disturbios estallaron cuando cientos de personas, en su mayoría marroquíes, iraníes y paquistaníes, expresaron su frustración por estar varados del lado griego, al cerrar brevemente la frontera.

A lo largo del fin de semana, los ánimos se enfriaron y la frontera se ha vuelto a abrir. El lunes, un grupo de familias iraníes se sentó en las vías del tren en protesta y coreaban “Abran las puertas”.

Mientras cantaban, un nuevo grupo de refugiados sirios e iraquíes llegó y cuidadosamente caminó junto a ellos hacia el cruce de la frontera. La policía fronteriza de Grecia se mantuvo al margen, impasible.

Un grupo de jóvenes marroquíes acurrucado alrededor de una hoguera discutía sus opciones. Entre los hombres, la sensación de que la única razón por la que no les permitían entrar era el momento inoportuno.

Uno de ellos, Farid –quien quería ser identificado únicamente por su primer nombre– dijo: “¿Por qué solamente dejan entrar sirios? ¿Porque Daesh [ISIS] solo existe allí? ¿y no en Marruecos? Después de los ataques terroristas en París, esa es la razón. Esa es la razón por la que cerraron la frontera ahora”.

Otro dijo que esperaría unos pocos días más para que se abrieran las puertas. Si no las abren, él planificaba regresar a su casa en Marruecos.

Y un tercero, Muhammed, insistió en que habría otro camino hacia Europa. “Queremos trabajar. Estamos dispuestos y en busca de trabajo. Solo quiero una vida mejor, ganar algo de dinero. No voy a regresar hasta que lo haga”.

El ACNUR y Médicos Sin Fronteras han instalado tiendas de campaña en Idomeni para procesar las solicitudes de asilo y para tratar de mantener la salud de aquellos que están viajando.

Las autoridades griegas han ofrecido autobuses gratuitos y recorridos en ferry, mientras que intentan convencer a quienes buscan asilo de que viajen a Atenas a tramitar sus solicitudes de asilo en alojamientos para refugiados allí.

Algunos han aceptado la oferta, pero muchos se niegan y están esperando obstinadamente que las puertas se abran o insisten en que encontrarán otra forma de entrar.

También hay organizaciones más pequeñas de voluntarios. Una cooperativa llamada No Borders (Sin fronteras) ha lanzado un comedor de beneficencia itinerante dentro de un vagón de ferrocarril abandonado en Idomeni. Este fue organizado en las redes sociales y sirven unas 2.000 comidas calientes al día; les dan sopa y pan a aquellos refugiados que reciben autorización para cruzar, así como a quienes se quedan atrás.

La cocina ‘Sin Fronteras’ ha aparecido anteriormente en Hungría y Eslovenia.

Richard Macallister, de Inglaterra, dice que llegó la semana pasada. “Siento que no puedo dar la espalda en una crisis humanitaria”, dice mientras los voluntarios pican repollo y zanahorias a su lado. “Siento que deberíamos abrir las fronteras porque esas personas se merecen el derecho con el que nacieron. Se merecen el derecho a moverse libremente y a encontrar una vida mejor, ya sean emigrantes económicos o buscadores de asilo”.

Cualquier persona puede presentarse a ayudar en la cocina de ‘Sin Fronteras’ y muchos de quienes cocinan son los mismos solicitantes de asilo, en busca de algo que hacer mientras esperan.

Yassin, un joven marroquí que habla Inglés, francés y árabe, se ha tomado la responsabilidad de organizar a las multitudes que vienen para la cena.

“Nadie en casa sabe que estoy aquí. Pero quiero venir y trabajar en Europa como el resto. ¿Quizás en Alemania?”, dijo.

La noche en que estamos filmando, lo vemos bromeando con buscadores de asilo de Somalia y Sudán mientras que esperan en fila por sopa. Alguien comienza a cantar en coro para mantener un buen ánimo mientras cae la noche y la temperatura empieza a caer por debajo de cero.

Cuando la humeante sopa finalmente se sirve en vasos de plástico, esta es un grato alivio para el frío. A las mujeres y a los niños se les sirve antes y después a la larga fila de hombres. Para las 10 p.m., la sopa se termina.

La cocina ‘Sin Fronteras’ cierra y se convierte en un campamento mientras Yassin y otros despliegan sacos de dormir en el interior del vagón para la que será otra noche con la esperanza de que mañana las fronteras puedan abrirse.