(CNN)– Haz a un lado la adrenalina y la testosterona.
En los seis días y cinco noches que estuvimos en el nordeste de Siria no escuchamos un solo disparo, ni vimos que lanzaran una sola bomba. Nunca sacamos de sus bolsas los chalecos antibalas y cascos que llevamos con nosotros.
Fuimos a una variedad de lugares en el nordeste de Siria. Eso implicó horas en el auto con nuestros conductores, Fahd y Mustafa. Fahd hablaba, hablaba y hablaba, estaba particularmente fascinado con las historias sobre los dictadores árabes que yo había conocido. Se rió cuando le dije que la única vez que había visto al presidente sirio Bachar Al Asad, en persona, fue en una conferencia de prensa en el año 2000 en El Cairo, con el entonces presidente Hosni Mubarak, pero se veía torpe, incómodo e inexperto.
Fahd especialmente disfrutó escuchando mis recuerdos de la reunión con Saddam Hussein y de la entrevista con su hijo Udai, un asesino que hizo que se me helara la sangre con su mirada fría y ausente que decía, “podría matarte tan fácilmente como mataría a una mosca”.
Mustafa pasó mucho tiempo hablando y cantando para sí mismo mientras fumaba un cigarrillo tras otro. Tanto él como Fahd condujeron de forma temeraria. Sin embargo, a pesar de muchos sustos en las carreteras oscuras, llenas de baches y disparejas, salimos ilesos.
En nuestro primer día completo fuimos a la ciudad de noroeste de Al-Hassakeh y nos encontramos con Lewand Rojava, un comandante de las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo (YPG, por sus siglas en kurdo). Él tiene 35 años de edad y antes de la guerra comerciaba con materiales de construcción.
Hoy Rojava está al mando de lo que, a todos los efectos, es la fuerza más eficaz en la lucha contra ISIS. Él se apresuró a agradecer la ayuda de los aviones de guerra de la coalición anti-ISIS liderada por Estados Unidos, la cual ha estado bombardeando objetivos de ISIS en esta parte de Siria desde el año pasado.
Rojava no entró en detalles, pero me dijo que sus fuerzas “se coordinan estrechamente al más alto nivel” con la coalición; sin embargo, tenía una queja en relación al apoyo material que él y sus hombres habían recibido de la coalición.
“La ayuda que hemos recibido”, dijo, “ha sido de municiones para los fusiles Kalashnikov, para ametralladoras pesadas, para morteros, pero no hemos recibido ningún tipo de armas”.
Se mostró evasivo sobre los rumores de que las Fuerzas Especiales de Estados Unidos pronto serían desplegadas en esta parte de Siria. “Usted sabe más que yo”, dijo de modo poco convincente.
ISIS: un grupo terrorista, pero también una burocracia
A aproximadamente una hora en auto al sur de Al-Hassakeh está la ciudad de Al-Houl, la cual las fuerzas kurdas recientemente recuperaron del control de ISIS. Caminamos a través de lo que era la “comisaría” ISIS… un cobertizo inhóspito con una solitaria silla acolchonada afuera. Nadie se había tomado el tiempo para cubrir con pintura los eslóganes de ISIS.
Al lado de este estaba el juzgado de ISIS, anteriormente una escuela. En ella se nos recordó que ISIS no solo es un grupo de fanáticos, también es una burocracia. En un anuncio que encontramos en el piso se les pedía a las personas que viven bajo el dominio de ISIS que le entreguen al mismo lo que habían saqueado de la ciudad de Mosul, en Iraq y en otros lugares. Otra detallaba cuánto trigo y cebada tenían que darle los agricultores a ISIS en impuestos.
Al otro lado de la calle estaba una plataforma, hecha de barras de acero oxidadas, donde los que se salían de los estrechos límites de lo que era aceptable bajo ISIS eran atados y azotados.
Desde Al-Houl, condujimos unos pocos kilómetros al sur de una de las posiciones en las líneas del frente. Esta posición particular, en una colina con vistas a la interminable e inhóspita extensión que se extiende hasta el río Éufrates, fue ocupada por una docena de miembros de las unidades de defensa de las mujeres kurdas, el YPK.
He vivido en el Medio Oriente durante casi cuatro décadas y siempre pensé que esta parte del mundo era un “mundo de hombres”. Este encuentro me abrió los ojos en relación a esta ilusión sexista y anticuada.
Las mujeres, sobre todo al inicio de sus veintes, estuvieron bajo el mando de la joven de 21 años, Telhelden (kurdo para “venganza”), quien era despectiva sobre los combatientes de ISIS que ella y sus compañeros habían expulsado de Al-Houl.
“Ellos creen que están luchando en nombre del Islam”, dijo. “Ellos creen que si alguien de Daesh [ISIS] es asesinado por una chica, una chica kurda, no irán al cielo. Tienen miedo de las chicas”.
Efelin, de 20 años, se rió cuando le pregunté si ISIS alguna vez intentó acercarse a su posición. “Si lo hacen”, respondió, “no dejaremos a ninguno de ellos con vida”.
Siria: más que un destino para saltar en paracaídas
Por cierto, para mi Siria no solo es otro destino para saltar en paracaídas de una frenética gira mundial del periodista contemporáneo, sino que es la guerra contra el terrorismo.
Mis padres vivieron en Damasco de 1978 a 1981, y aunque estuve internado en Marruecos y luego fui a la universidad en Estados Unidos, a menudo visité el lugar y obtuve un trabajo de verano en una compañía de exploración petrolífera francesa en el área alrededor de la poco conocida ciudad de Al-Raqqa… a la cual ahora, por supuesto, siempre le anteponemos la frase “capital de facto capital del autodenominado Estado Islámico”.
En ese entonces, Raqqa era la gran ciudad para mí, donde alguna noche ocasional que tenía libre iba con mis colegas —un grupo de ingenieros y técnicos franceses, sirios, tunecinos y argelinos— para beber botella tras botella de mala cerveza siria con miembros de una tribu beduina en cabarets al aire libre, mientras actuaban las bailarinas de danza del vientre. En aquel entonces, la cerveza y las bailarinas de danza del vientre en Raqqa eran una atrevida distracción, no una infracción religiosa que mereciera azotes o algo peor.
Mi trabajo consistía en conducir por el desierto alrededor de Raqqa y al sur hasta Tadmour —conocida además como Palmira— ahora también bajo control de ISIS. Inicialmente yo era parte del equipo de sondeo, el cual trazaba un mapa del terreno al que posteriormente llegaban otros equipos para realizar pruebas sísmicas. Éramos cinco en mi equipo… cuatro sirios y yo. Perdí contacto con ellos, pero espero que todos aún estén vivos.
Éramos el equipo de avanzada, a cargo de sentar las bases antes de que llegara la maquinaria pesada. En lugar de quedarnos en el campamento base (una colección de remolques, tiendas y talleres), nos quedamos con los beduinos y agricultores. Posteriormente formé parte de uno de los equipos sísmicos. Mi trabajo consistía en instalar la carga de dinamita para las pruebas sísmicas iniciales. Si el suelo era rocoso, la carga era pequeña, tal vez dos o tres cartuchos. Si el terreno era arenoso o suave, solía utilizar seis o siete cartuchos de dinamita. Me gustó el suelo suave.
Entre 1989 y 1993 trabajé en un centro internacional de investigación agrícola en Alepo. Mi esposa y yo, junto con nuestra hija recién nacida, vivíamos en esa hermosa, antigua, complicada y acogedora ciudad. Ahora, las grandes extensiones de Alepo son un páramo humeante de escombros y harina de huesos humanos. Una ciudad convertida en un cementerio.
Kobani: Destruyendo una ciudad con el fin de salvarla
Un día después de que me di cuenta de que el Medio Oriente ya no era un mundo de hombres, hicimos el largo viaje a Kobane, la ciudad que había sido un campo de batalla entre ISIS y combatientes kurdos durante cinco largos meses, desde septiembre 2014 a enero 2015.
La batalla se inició después de un ataque relámpago por parte de ISIS a lo largo del noreste de Siria. Dado que su arsenal está atiborrado con armamento y municiones avanzadas suministradas por Estados Unidos, los cuales fueron abandonadas por el ejército iraquí en Mosul en junio 2014, ISIS había tomado docenas de aldeas kurdas y estaba arrasando precipitadamente para dirigirse a Kobani. Los irregulares rifles de asalto AK-47 de los kurdos y granadas propulsadas por cohetes no eran rivales para los tanques de fabricación estadounidense y vehículos blindados de transporte de personal y coches bombas de acero chapado (en inglés VBIED, artefacto explosivo improvisado transmitido por vehículo) que ISIS tenía en abundancia.
En lugar de tratar de detenerlos en las llanuras abiertas y pequeñas aldeas del noreste de Siria, los comandantes kurdos nos dijeron que su estrategia era atraer a ISIS hacia Kobani, donde podrían tomar ventaja de su familiaridad con el terreno para detener y masacrar a ISIS.
Su estrategia funcionó, gracias en gran parte a los intensos ataques aéreos de la coalición liderada por Estados Unidos. En el proceso, la coalición terminó destruyendo gran parte de Kobani para salvarla, usando una frase bien empleada de la debacle de Estados Unidos en Vietnam.
Más del 70% de los edificios en Kobani fueron dañados o destruidos, y al parecer gran parte de la destrucción fue causada por los ataques aéreos.
Obtuvimos una vista elevada de la destrucción desde un techo alto, donde nos encontramos con Hamouda, un joven de 17 años de edad, que se dedicaba a un pasatiempo prohibido bajo el régimen ISIS: criar palomas. Hamouda mantiene una pequeña bandada de palomas, a las cuales ha marcado con pintura roja para distinguirlas de otras bandadas.
ISIS ha prohibido la cría de palomas, porque es una pérdida de tiempo. Hamouda nos dijo que había estado en el frente de batalla durante la batalla por Kobani y que fue herido dos veces.
Nuestra amañador, Mustafa, me susurró que Hamouda estaba cayendo en una forma de engaño o autoengaño, ahora común en Kobani. Las personas que habían huido a través de la cercana frontera con Turquía, dice Mustafa, ahora dicen que nunca abandonaron la ciudad, que habían luchado y derramado sangre para defenderla.
Cuadra tras cuadra en Kobani fue reducida a escombros. Muchos de los edificios ya no pueden ser reparados, como la casa de tres pisos de Mustafa Ismail. Cuando lo conocí estaba fumando un cigarrillo tras otro, observando en silencio con sus niños pequeños mientras que una excavadora se llevaba los pedazos de concreto y yeso que, no hace mucho tiempo, era su vivienda familiar.
La reconstrucción no será fácil. Turquía, cautelosa de que aumenten las aspiraciones kurdas de lograr una categoría de estado en Siria y Turquía (así como en Iraq e Irán), ha cerrado la frontera. Pocos, si lo hay, de los necesarios materiales de construcción están llegando a Kobani, lo cual frustra a Abdul Rahman Hamo, el coordinador general para la reconstrucción de Kobani.
Él me llevó a lo que él llama orgullosamente “Nueva Kobani”, un sitio de construcción árido y abandonado en el borde de la ciudad.
Han logrado sentar las bases concretas para los nuevos bloques de apartamentos. Y eso es todo. Como un optimista, me dijo, “espero que después de su informe, Estados Unidos y otros nos ayuden a reconstruir Kobani, no solo a destruir a ISIS”. Amén.
Una relativa armonía en una ciudad siria
Nuestro último destino fue Al-Qamishli, al este de Kobani, en el extremo noreste de Siria. Es una ciudad extraña, parcialmente controlada por el régimen del presidente Bachar al Asad, parcialmente controlada por el YPG y también con una variedad de milicias cristianas que operan allí. La bandera del régimen sirio ondea en lo alto, algunas rotondas tienen estatuas de Al Asad y de su difunto padre y expresidente, Hafez.
Se ha establecido una incómoda tregua, en la que los funcionarios del régimen, y sin duda agentes de inteligencia, se desplazan con facilidad por la ciudad. Dado que no contamos con visas sirias, mantuvimos un perfil bajo al pasar por las posiciones del gobierno, filmando subrepticiamente y sin detenernos mientras conducíamos. No nos detuvieron ni nos interrogaron. No hubo drama.
Al-Qamishli es uno de los pocos lugares en Siria, donde los diferentes grupos —kurdos, árabes, cristianos, turcomanos— parecen convivir en relativa armonía. En esta era en la que se ha despertado histeria en relación a los refugiados sirios, Al-Qamishli tiene un pasado interesante. Hace cien años, los cristianos armenios encontraron refugio aquí cuando huían del genocidio en Turquía. Los cristianos asirios también encontraron refugio allí después de una persecución similar en Turquía e Iraq. Los kurdos llegaron aquí cuando huían de la represión en Turquía e Iraq.
Sin embargo, en el mercado de los viernes, la principal preocupación era el alto costo de la vida. Turquía ha cerrado las fronteras, mientras que los gastos de transporte de los alimentos procedentes de Alepo y de otros lugares del oeste se han disparado, ya que ISIS les está imponiendo impuestos.
A pesar de sus lamentos comprensibles, Al-Qamishli me recordó a la Siria en la que alguna vez viví. La gente estaba relajada y era agradable, incluyendo a dos jóvenes que veían como estábamos filmando una de las principales calles de la ciudad.
Les expliqué que estábamos haciendo un informe sobre Al-Qamishli. “Deberían ir a Dair Al-Zour”, me dijo uno de ellos, refiriéndose a una ciudad al sur, a orillas del río Éufrates, ahora en su mayoría bajo control de ISIS.
“Si hago eso, pierdo mi cabeza”, le contesté.
“Hoy venimos de ahí”, dijo uno.
“¿De ISIS?”, pregunté.
“No, estábamos con el ejército, el ejército sirio, bajo asedio allí”, dijo. Me dijo que habían sido trasladados en helicóptero a Al Qamishli por un permiso de 10 días. A pesar de que hacía frío, estaban bebiendo latas de Pepsi y tenían un aire de disfrute y quizás alivio por estar en un lugar seguro.
Al día siguiente hicimos el largo viaje con el fumador empedernido Mustafa y con el parlanchín Fahd, a lo largo de la carretera llena de baches hacia la frontera iraquí-siria. Ellos nos besaron en las mejillas. Tomamos una foto grupal.
“Vuelvan pronto”, nos dijo Fahd.
Hasta la vista, Siria.