(CNN)– “La culpa, querido Brutus, no está en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos”.
Sin duda, William Shakespeare estaba en lo cierto en ese famoso pasaje de Julio César.
Pero solo quizá, las estrellas son la solución.
“Nuestro trabajo y nuestra cooperación a bordo de la Estación Espacial Internacional es un gran ejemplo para todos los políticos”, dice el astronauta ruso Mikhail Kornienko desde ese puesto de avanzada.
“Si ellos pasaran al menos un mes juntos a bordo, probablemente habrían resuelto la mayoría de sus problemas y las discusiones que tienen en tierra”.
Una hipérbole quizás… pero mientras Estados Unidos y Rusia están en desacuerdo con respecto a Siria y Ucrania –el momento más tenso en su relación desde el fin de la Guerra Fría–, la cooperación en el espacio se mantiene firme.
Junto con varias otras agencias, ellos han operado de manera conjunta la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés) desde el cambio de siglo. Y desde la retirada del transbordador espacial estadounidense en 2011, la nave espacial rusa Soyuz es la única manera para que los astronautas lleguen a la estación y regresen desde ella.
“Seguimos las noticias”, le dijo el martes el astronauta de la NASA, Scott J. Kelly, a Christiane Amanpour de CNN, mientras se precipitó alrededor de la Tierra a casi 28.164 kilómetros por hora.
“No es algo que generalmente discutamos entre nosotros, aunque a veces lo hacemos”.
“Lo que es más importante para Misha (Mikhail Kornienko), para mí y para nuestros colegas rusos, y para ellos con nosotros, es que literalmente tenemos que confiar el uno en el otro por nuestras vidas”.
Para Kornienko y Kelly, esto es especialmente verdadero. Juntos, ellos llevan nueve meses de una épica estancia de un año a bordo de la estación espacial… un tiempo sin precedentes para esta nave, aunque todavía por debajo de la estancia de 438 días del cosmonauta ruso Valeri Polyakov a bordo de la estación Mir en la década de 1990.
“No solamente somos grandes amigos”, dice Kelly, “sino que somos completamente dependientes uno del otro si hay alguna emergencia aquí arriba en la que tengamos que cuidar el uno del otro”.
“Entendemos que pueden haber conflictos a veces entre las naciones. Y creo que una de las grandes cosas acerca de la estación espacial es que hemos demostrado que dos culturas que son de alguna forma diferentes y que a veces pueden estar en contradicción sobre ciertas cosas, han demostrado que pueden trabajar juntas de una forma muy unida en algo sumamente difícil, por un largo período de tiempo”.
Por supuesto, no siempre fue así. Estados Unidos y Rusia son las potencias espaciales más importantes del mundo precisamente porque alguna vez fueron enemigos declarados.
Rusia lideró la carrera espacial al principio, con el lanzamiento del Sputnik en 1957, el primer satélite artificial hecho por el hombre, y el primer humano en el espacio, Yuri Gagarin, en 1961.
Pero el gran premio se lo llevó Estados Unidos. Menos de una década después del reto del presidente John F. Kennedy para llegar a la Luna, Neil Armstrong y Buzz Aldrin aterrizaron en el Mar de la Tranquilidad.
Las dos partes construirían sus propias estaciones espaciales rivales: el Mir ruso y el Skylab estadounidense.
El colapso de la Unión Soviética en 1991 cambió el juego.
Dos años más tarde, Estados Unidos y Rusia –junto con varios países europeos, Japón y Canadá– firmaron un acuerdo para construir una verdadera estación espacial internacional.
Esta era una empresa diferente de cualquier otra que se hubiera intentado antes.
Las primeras secciones serían lanzadas en 1998; para cuando llegaran a su forma actual, en 2011, esta tendría la longitud de un campo de fútbol, pesaría 462 toneladas y contendría 1,8 líneas de código informático (apoyado por otros 3,3 millones de líneas en el suelo).
El lugar en donde la solución es clara
Era imposible que ellos se perdieran de la historia que podría decirse que más afecta la vista desde la ventana de la sala de los astronautas.
“Yo estaba sorprendido por el acuerdo del cambio del clima”, dice Kelly, “porque el solo hecho de conseguir que tantas personas se pongan de acuerdo en algo ya es bastante difícil”.
“En ese sentido, fue un acontecimiento histórico”.
Ese acuerdo, firmado justo el pasado fin de semana en París, entre 195 naciones del mundo, tiene como objetivo limitar a dos grados el aumento de temperatura a nivel mundial, en la época preindustrial, mediante la reducción de las emisiones de carbono.
“Podemos ver los efectos de nuestra presencia en la Tierra al ver a través de la ventana”.
“Hay ciertas áreas del mundo que casi constantemente están cubiertas de contaminación. Podemos ver el tiempo, los sistemas de tiempo que normalmente no se producen en ciertas áreas que ahora vemos más comúnmente”, dice Kelly.
“Es un poco raro, las personas dicen que tenemos que salvar la Tierra… creo que lo que necesitamos salvar es a nosotros, porque la tierra probablemente durará mucho tiempo, pero necesitamos el medio ambiente de la tierra para poder mantenernos, así que tenemos que protegerlo”.