(CNN) – La mayoría de las quinceañeras francesas pasan su tiempo en las redes sociales chateando con amigos sobre compañeros de clase, música y películas, pero Joanna era diferente.
Mientras sus contemporáneas le daban “me gusta” a otras publicaciones de Facebook e Instagram, o charlaban por Snapchat y WhatsApp, Joanna usaba el Internet para localizar un pasaporte falso y averiguar cómo hacía para viajar a Siria.
En el proceso, también entró en contacto con una de las mujeres que estuvo directamente relacionada en los atentados de París.
“Yo intentaba obtener un pasaporte para ir a Siria. Tenía nombres y contactos, y esta mujer me habló en las redes sociales; quería ir a Siria con alguien, no quería ir sola”.
“Ella también intentaba controlar todo lo que yo hacía”, dice la chica de 15 años de las afueras de París.
Como muchos en Francia, Joanna (no es su nombre real) fue criada en la religión católica. Sin embargo, en su adolescencia, decidió convertirse al islam.
Según Jeanne (no es su nombre verdadero), su madre, Joanna, de naturaleza brillante y curiosa, aprendía rápido y se mostró profundamente interesada en la religión desde una temprana edad.
“Cuando era bebé, ella fue la primera que aprendió a hablar, que aprendió los colores. Era muy activa y se aburría sumamente rápido”, recuerda. “Cuando tenía seis o siete años se mostraba muy curiosa por la religión y decidió que quería trabajar en una iglesia”.
Pero a medida que fue creciendo, Joanna dice que su fervor religioso la llevó en una dirección diferente.
“Yo estaba muy involucrada en el cristianismo pero, en algún momento, el cristianismo no me dio lo que yo quería; no respondió a algunas de mis preguntas y no me gustan las tradiciones, así que, en su lugar, entré en el islam”.
Ella dice que su conversión significó que ella “se convirtió en otra persona”.
“Yo tenía muchos amigos musulmanes, leí el Corán… y cuando leía una página quería leer otra y otra; esta religión parecía coincidir con lo que yo quería”.
El islam es ‘una pasión’
Además, ella dice que su experiencia del islam, como convertida, fue muy distinta a la de aquellos que han nacido dentro de la religión.
“La gente que crece en un entorno musulmán no lo vive como una pasión, pero para mí, es algo que me encanta… una pasión. No puedo vivir sin él”.
Esa obsesión significaba que ella era una presa fácil para aquellos que buscan radicalizar y reclutar a los musulmanes para grupos terroristas como ISIS.
“Recibí una gran cantidad de mensajes de ellos, estuve en contacto constante con ellos… ellos me hicieron sentir que mi vida tenía sentido, me hicieron pensar que yo tenía un papel importante en la Tierra. Realmente me sentí amada, incluso más que por mi propia familia”.
Joanna se aislaba cada vez más de su familia –y a ellos, como no musulmanes, les resultaba difícil entender su decisión de convertirse al islam– y eso significaba que los reclutadores podían manipularla.
“Son astutos porque saben exactamente cómo va a reaccionar tu familia ante la situación”, dice ella. “Cuando tu familia no es musulmana, ellos saben que tus padres no aceptan el hiyab o la comida halal, saben que [tus padres] te van a prohibir ir a la mezquita”.
“Ellos saben todo esto y te dicen que tu familia te rechazará, que van a dejar de amarte; ellos dicen que los únicos que te aman son tus hermanos y hermanas en el islam. Luego, cuando las cosas se deterioran con tu familia, entonces acudes a ellos en su lugar”.
Rebeldía adolescente
Al principio, su madre descartó la obsesión de Joanna con el islam como si fuera una especie de rebeldía adolescente.
“Ella evitaba cualquier discusión”, explica Jeanne. “Muchas personas te dirán que es tan solo la adolescencia, pero no es tan solo eso… es algo diferente cuando se trata de la radicalización”.
Ella dice que finalmente se dio cuenta de que algo andaba sumamente mal cuando Joanna la llamó “infiel”. Fue entonces cuando ella llamó a una línea de ayuda nacional.
“Fue horrible. Me sentí muy mal, tan culpable… como madre, la primera reacción es la culpa”, explica. “Intentamos encontrar las razones por las que nuestro hijo o hija de repente cambió, pensamos en lo que podríamos haber hecho para evitar que esto sucediera”.
“¿Qué debí haber hecho? Yo fumo, así que pensé ¿quizás no debería haber fumado? ¿quizás no fui lo suficientemente religiosa? Sentí que mi hija ya no me amaba, que ella me estaba rechazando”.
Gracias a la intervención de su madre, Joanna es ahora una de las participantes más jóvenes en el programa de Francia para traer de vuelta a los musulmanes que han estado al borde de la radicalización.
Su consejera, Laura Bouzar, dice que esta no es una tarea fácil: “Es realmente difícil hacer que duden”. Ella dice que la clave es animarlos a pensar por sí mismos en lugar de que simplemente acepten la propaganda de los militantes.
“Ellos creen que conocen la verdad… [que] ISIS es bueno, que nosotros somos malos. Estamos aquí para hacerlos dudar. Estamos aquí para hacer que piensen por sí mismos, para hacerles preguntas difíciles. Y para que dejen de pensar que ISIS está en lo correcto”, dice ella.
Además de tomar parte en las sesiones regulares de orientación, Joanna debe reportarse a la policía todos los días, pero la adolescente aún teme regresar a sus viejos hábitos y relaciones, lo cual la ha hecho extremadamente cautelosa.
“Tomé la decisión de no pedir un teléfono nuevo; es mejor así. Sin teléfono ni Internet, ya no hay nadie que me diga qué hacer y, por ahora, no siento la necesidad de regresar a las redes sociales”.
“Me da temor sentirme sola algún día y caer nuevamente en la trampa”.
Un camino peligroso
En la actualidad, ella desea distinguir entre el islam e ISIS; con el apoyo y consejería de parte de Bouzar, ella se ha desprendido de este último, pero aún es devota del primero.
“No estoy hablando de Dáesh.. esa es una secta y no tiene nada que ver con el islam; en estos días estoy aprendiendo cómo disfrutar de las tradiciones islámicas y las cosas buenas del islam”.
Pero ella dice que se preocupa por los demás a quienes, como ella, su curiosidad o vulnerabilidad podría conducirlos por un camino peligroso.
“Cualquier persona que no se siente cómoda consigo misma puede verse atrapada”, dice ella. “Ellos [los reclutadores] siempre saben usar las palabras adecuadas; no son tontos, son inteligentes. Es manipulación y, desafortunadamente, caí en la trampa”.
El mensaje de Joanna a aquellos quienes, como ella, están en riesgo de ser blanco de ISIS, es que permanezcan alerta.
“Debes tener cuidado en el Internet. Ni siquiera entres, no te arriesgues. [Y] para quienes ya fueron radicalizados, por favor abran sus ojos a la realidad. No vayan a Siria: es un suicidio, es la muerte”.
Una especie de infierno
Joanna fue lo suficientemente afortunada de salir antes de encontrarse dentro del territorio de ISIS; su compañera musulmana, Hanane, no fue tan afortunada.
Se sintió atraída hacia Siria por la propaganda de ISIS que prometía “un paraíso” sin racismo ni codicia, guiado exclusivamente por los principios del islam, en lugar de eso se encontró en una especie de infierno.
Cuando Hanane (no es su nombre real) se negó a casarse con un combatiente de ISIS, ella dice que fue aprisionada, golpeada y acusada de ser un espía; sus amigas que habían sido como sus “hermanas” se volvieron en su contra.
“Yo no entendía”, recuerda. “Estas chicas … dijeron que me amaban, me dijeron que yo era inteligente e importante para ellas; me invitaron a su casa, comimos juntas, hacíamos todo juntas”.
“Nunca les hice nada malo pero ellas querían verme muerta porque me negué a casarme”.
Un tribunal de ISIS dictaminó que no habían suficientes testigos como para condenarla, dice, y luego de varias semanas en prisión, se las arregló para convencer a su carcelero de que la dejara ir y echó a correr hacia la frontera.
Pero su calvario no terminó cuando regresó a su casa en Francia; ella dice que allí también era considerada como el enemigo.
Cadena humana
“Cuando regresé a Francia me consideraban como una chica que torturaba a las personas, como un monstruo que regresó fingiendo ser una víctima. Yo no lastimé a nadie allá”, insiste Hanane. “A la única persona que dañé fue a mi misma”.
Ahora, bajo la observación de la policía, ella accedió a hablar con CNN con la condición de que no la identificáramos.
Al igual que Joanna, Hanane ahora es parte del programa de desradicalización dirigido por Dounia Bouzar (la madre de Laura Bouzar), pero a ella también le resulta difícil adaptarse a la vida “normal”, lejos de los reclutadores de ISIS.
“Ya no tengo a mi grupo. No tengo mi escudo”, le dice a Dounia, mientras que admite que se siente vulnerable y que siente nostalgia por la comunidad de la que alguna vez fue parte.
Pero Dounia Bouzar insiste en que hay una luz al final del túnel para aquellos que son lo suficientemente valientes como para desprenderse, para resistir el atractivo de los reclutadores: “Lo que no te mata te hace más fuerte. Existe un futuro”.
“Les digo a los padres que sus hijos lograrán abrirse camino a través de este difícil momento: ‘Tu hijo salvará a otros’. Estoy segura de que su experiencia ayudará a Francia en la lucha contra el terrorismo”, dice ella.
“Somos [parte de] una cadena humana, y nos convertimos en una ola, la cual se estrella contra estas palabras de ISIS: ‘Vamos a ganar, porque amamos la muerte más de lo que tú amas la vida’. [Pero] vamos a ganar, porque la vida es más fuerte que la muerte”.