(CNN) – Era la última oportunidad de salir. A tempranas horas del 17 de enero de 1991 mis colegas de CNN y yo estábamos juntos en nuestra oficina en el noveno piso del Hotel Al Rasheed tratando de decidir si nos quedábamos o salíamos antes de que Estados Unidos y sus aliados desataran su ataque en Iraq.
Estábamos allí para informar sobre la guerra pero al mismo tiempo era una perspectiva de terror. Nos despertábamos en la mañana sintiéndonos valientes, nos asustábamos para la hora del almuerzo y en la noche, tomábamos un trago para fortalecernos y levantarnos la moral.
Había sido un período de seis meses el que nos llevó a este momento. Una montaña rusa que inició con la invasión iraquí en Kuwait a principios de agosto del año anterior… la emoción de estar en las noticias importantes todos los días. Los altibajos diplomáticos de los esfuerzos en un acuerdo negociado. El ir y venir de los ataques verbales entre los estadounidenses, sus aliados y el régimen de Saddam Hussein. La acumulación de armamento, fuerzas y poder militar en la región. El temor que sentían los rehenes extranjeros cautivos en Iraq, o los “escudos humanos”, como Saddam los llamaba. El temor que los iraquíes soportaban, pero del cual tenían miedo de hablar, o serían castigados.
Y la constante amenaza de guerra.
La madre de todas las batallas
Pero había llegado el momento. El presidente George H.W. Bush acababa de salir por la televisión estadounidense anunciando el inicio de la guerra, la campaña aérea contra “objetivos militares en Iraq”, cuyo nombre en clave era Operación Tormenta del Desierto.
Saddam dijo que era “la madre de todas las batallas”.
¿Cuánto tiempo teníamos los periodistas para comprometernos a quedarnos o irnos antes de que empezara el tan esperado e intenso bombardeo? Nada. Tomaron esa decisión por nosotros. Los bombarderos y misiles se dirigían a Bagdad.
Los aullidos y ladridos de los perros interrumpían la tensa quietud de esa noche en Bagdad, y nuestra discusión respecto a irnos o quedarnos había terminado. En algún lugar había leído que los animales pueden escuchar cosas antes que los humanos, y alertarnos de que hay peligro. Los perros avisaban del inminente bombardeo. En cuestión de minutos, empezaron a sonar las sirenas de las redadas aéreas, seguido por el estruendo de explosiones, un espectáculo de luces sobrenatural ocasionado por la artillería que explotaba y por los iraquíes que iluminaban el cielo con misiles anti aviones.
Un relato de dos guerras
“¡Carajo”, era el improperio más inocente que se escuchaba en los pasillos del hotel, a medida que los periodistas se reunían, algunos para ver lo que estaba sucediendo, otros para huir a refugiarse. La mayoría de nosotros instintivamente hicimos lo que habíamos llegado a hacer: informar sobre la guerra. La adrenalina reemplazó cualquier pensamiento que podríamos haber tenido en relación a que podríamos ser usados como escudos humanos por el régimen de Saddam.
Nada era fácil
Nos habíamos preparado para este momento durante meses, pero nada era fácil en el Iraq de Saddam. El equipo de transmisión por satélite no estaba permitido en el estado altamente controlado, reservado y autoritario. Los espías de Saddam estaban en todas partes: era casi imposible ingresar algo a escondidas al país, especialmente algo tan grande como una antena parabólica.
Los iraquís dijeron que todos los periodistas tendrían que depender de llenar informes de agencias estatales de televisión iraquíes. Por supuesto, todos sabíamos que Iraqi TV era uno de los principales objetivos; en cualquier guerra, quieres paralizar las capacidades de comunicación de tu enemigo. Supusimos que las llamadas internacionales, las cuales siempre tenían que ser reservadas con anticipación para que un censor pudiera monitorear las conversaciones no serían confiables; ¿sin duda el intercambio telefónico tendría que ser un objetivo prioritario?
Entonces, con meses de anticipación, nos dispusimos a trabajar en instalar un 4 WIRE, una simple pieza de equipo —en esencia dos líneas telefónicas paralelas y abiertas— una en cada dirección.
Como mínimo, permitiría la comunicación en todo tiempo entre nuestra oficina en Bagdad y las oficinas centrales de CNN en Estados Unidos. El detalle era que teníamos que lograr que los iraquíes lo permitieran. Fueron necesarias semanas de interminables negociaciones, congraciarlos y persuadirlos para que los iraquíes accedieran.
Al final, accedieron. Probablemente fue así porque creían que sería beneficioso para ellos escuchar todas nuestras conversaciones; los iraquíes realmente pensaban que nosotros sabíamos más de lo que sabíamos en realidad, y esperaban conocer qué era lo que el gobierno de Bush estaba pensando y planificando.
La ventaja de CNN es que éramos la única cadena de noticias vía satélite 24 horas, y que el liderazgo iraquí nos observaba. Ellos pensaban que éramos indispensables para transmitir su punto de vista al mundo, y especialmente a las Américas. Al igual que cualquier otro gobierno, consideraban que los medios eran clave… independientemente si lo llamas información o propaganda.
CNN hace historia
“Algo está ocurriendo afuera… los cielos de Bagdad han sido iluminados”, entonó con urgencia el presentador de CNN, Bernie Shaw, por el 4 WIRE. Nuestra transmisión en vivo de audio empezó mientras veíamos cómo objetivos eran atacados desde nuestras ventanas en el noveno piso.
El edificio de intercambio telefónico era uno de ellos. Ese fue el final de que los periodistas trasladaran sus informes por teléfono. Sin embargo, nuestro 4 WIRE pasaba por alto el intercambio telefónico normal, y nosotros pudimos dar un recuento detallado de la primera noche de la guerra.
Nosotros fuimos los únicos periodistas capaces de informar al respecto. De lo que no me di cuenta en ese momento es que este era un golpe global. Organizaciones de noticias alrededor del mundo utilizaron la información en vivo que CNN transmitió la primera noche de la guerra del Golfo; esa noche hizo historia en la televisión y catapultó a CNN a la importancia permanente en las noticias. A partir de ese momento, la cobertura de noticias en vivo era lo que las audiencias exigían, y las organizaciones de noticias se esforzaron por darles lo que pedían.
Este fue el primer conflicto importante que cubrí, y me enseñó mucho. La lección más importante no fue que el arduo trabajo trae buenos resultados, sino que nosotros como periodistas somos privilegiados. Tenemos la opción ya sea de informar desde zonas de conflicto o no, pero los civiles como los iraquíes con los que trabajábamos y quienes nos ayudaron a lograr nuestras metas, no la tenían.
Ellos soportan, sufren y con suerte sobreviven a las guerras sin tener la opción de irse o quedarse.