Nota del editor: Timothy Stanley es historiador y columnista para el diario británico Daily Telegraph. Él es el autor de “Citizen Hollywood: How the Collaboration Between L.A. and D.C. Revolutionized American Politics”. Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente las del autor.
(CNN) – Sarah Palin ha respaldado a Donald Trump. Bajo una foto de los dos, el New York Daily News escribió el siguiente titular: “I’m with stupid” (Estoy con la tonta).
De hecho, el respaldo es una medida más inteligente de lo que podría parecer al principio. Seguro, Palin ha sido casi invisible en esta temporada de campaña y, seguro, ella es tóxica para muchos comentaristas liberales y votantes moderados. Sin embargo, Trump no necesita sus votos en este momento. Él necesita ganar en Iowa.
El inconveniente de ser respaldado por Palin es la asociación con una candidata perdedora a vicepresidenta, de quien se burlaron mucho por su falta de entendimiento de la economía, la política exterior y la geografía básica. De cara a noviembre, cualquier nominado republicano haría bien en desvincularse del clan de Palin y de su truco de carreras en moto de nieve.
De hecho, expertos en la izquierda y en la derecha han tenido una juerga sobre esta unión particular. “Ambos son personalidades de ‘reality shows’ con sintaxis y peinados distintivos”, escribió Alexandra Petri. SE Cupp preguntó “¿a dónde te has ido, Sarah Palin?”, al reprender a la exgobernadora de Alaska por unirse a un “liberal”. Y el enfoque más interesante fue el de David Frum, quien argumentó que Palin/Trump vs. Cruz era una contienda entre el conservadurismo como identidad y el conservadurismo como ideología.
Palin y Trump están tan familiarizados con el economista conservador Friedrich Hayek como lo está un canguro con la música de Beethoven. Para ellos, el conservadurismo se trata de identificarse con las personas de afuera y con los estadounidenses blancos marginados.
Sin embargo, existe cierta biografía detrás de esta unión, como lo señala el Washington Post. Trump respaldó a Palin en 2008. Palin respaldó la cruzada de Trump por ver el certificado de nacimiento de Obama. Los dos comieron pizza en 2011. El año pasado, la exgobernadora de Alaska apareció en Saturday Night Live para hacer algunas bromas sobre una candidatura entre Trump/Palin. “Sarah, nos estás molestando”, dijo Jerry Seinfield. “Eso no es bueno”.
La idea sería suficiente como para hacer que algunas personas salieran del país… y Trump/Palin sin duda considerarían eso como una victoria. Aparte de ser políticos ciudadanos francos e incorregibles que nunca se han retractado de una posición —sin importar cuán terrible o errónea sea— sientes que comparten un deleite en ofender a quienes son políticamente correctos. Ellos probablemente leen artículos como este y lo disfrutan enormemente.
Además, ellos fusionan esas dos cosas que los estadounidenses más aman: Dios y el dinero. La Biblia estaba equivocada: Sarah y Donald demuestran que puedes servir a ambos.
En su discurso para respaldar a Trump, Palin inició con esta extraordinaria declaración: “Él viene del sector privado. ¿Alguien puede decir aleluya? ” Según esta tradición que viene de los puritanos, la virtud moral de una persona se refleja en el valor material de alguien.
Y mientras Trump ha coleccionado edificios, casinos y campos de golf, Palin ha coleccionado programas de televisión, acuerdos de libros y una fiel base de seguidores como activistas e inversionistas a quienes pasa a manos de Trump en una fusión al estilo corporativo que debe valer millones en el mercado del voto.
Los medios establecidos realmente tienen que dejar de decir que Palin es tonta. No lo es. Es una empresaria brillante, y expresa maravillosamente bien los sentimientos de su clientela empobrecida.
Por todas estas razones, el respaldo es un regalo de Dios para Trump antes de Iowa. Las elecciones en dicho estado oscilan entre un activismo base y el entusiasmo de los activistas evangélicos. Palin podría no habérselos entregado exactamente a Trump, pero ella sin duda los ha distraído del encanto de Ted Cruz y su campaña —como Donald nos quiere hacer creer— para convertirse en el primer presidente canadiense de Estados Unidos.
Cruz debe de estar temblando en sus botas de policía montado.