Refugiados sirios son rescatados por pescadores griegos luego de que su bote naufragara frente a la isla de Lesbos luego de llegar de Turquía el 30 de octubre de 2015.

(CNN) – Para los miles de migrantes que realizan el peligroso viaje en el que atraviesan el mar hacia Grecia, Lesbos a menudo es la primera parada.

Muchos de los que llegan a bordo de una embarcación arriesgan todo para escapar de la violencia y la persecución.

El viaje a Grecia sigue siendo popular… y mortal. La semana pasada, otros 24 migrantes —entre ellos 10 niños— murieron luego de que su barco diera vuelta en el Mediterráneo.

Para los residentes de Lesbos, el flujo de personas es implacable. Muchos han dedicado tiempo y esfuerzo, desde pequeños gestos de bondad, como dar bocadillos a los viajeros exhaustos y hambrientos, hasta operaciones de rescate de los naufragados en alta mar.

Y sus esfuerzos infatigables y desinteresados no han pasado inadvertidos. El 1 de febrero se cumple el plazo para las nominaciones al Premio Nobel de la Paz, y una petición para reconocer los esfuerzos de los habitantes de la isla griega con una nominación ha recaudado cientos de miles de firmas.

Sin embargo, para quienes viven en la isla, no es cuestión de gloria, ni siquiera de reconocimiento, sino es simplemente cuestión de humanidad. Como le dijo uno de ellos a CNN, “Seríamos monstruos si no hiciéramos esto. ¿Por qué deberían de darnos un premio por ser seres humanos?”

Aimilia Kamvisi

Aimilia Kamvisi tiene 83 años. Su casa está a tiro de piedra de uno de los puntos de desembarque más concurridas en Lesbos.

Cuando los refugiados comenzaron a llegar, ella hacía lo que podía para ayudarlos. En la playa, le daba la bienvenida a los migrantes y ayudaba a alimentar a sus bebés y a sus hijos. Ahora que ve la reacción de los países europeos, está molesta.

“Veo televisión; lo sé”, dice. “¿Acaso no tienen sentimientos humanos? ¿Acaso no tienen corazones?”

Thomas Zourzouvilis

Thomas Zourzouvilis es pescador. En las aguas de Lesbos nunca sabe lo que traerá el día.

A veces abandona sus redes para ayudar a un barco de refugiados que se encuentra en problemas; otras veces, saca a personas del agua.

Al ver a las personas en esas condiciones, dice que no puede dejar de ayudar

Stratis Valamios

Stratis Valamios aún recuerda el 28 de octubre de 2015. Había mal tiempo ese día, y dice que no pudo llegar a un barco lleno de migrantes.

Las imágenes se han quedado con él.

Cuando comenzó como pescador, nunca pensó que esto sería parte de su trabajo. Ahora es parte de su vida y es una prolongación de la cultura de hospitalidad de la isla. No hay opción de ayudar o no, dice; se trata de ser humano.

Marisa Mavrapidou

Maritsa Mavrapidou vive en la parte norte de Lesbos, donde los barcos de refugiados llegan a diario.

Ella quería consolar y recibir a los migrantes mientras llegaban, así que se ubicaba en las playas y cargaba bebés, sonreía y trataba de tranquilizarlos.

Cuando veía cómo personas mojadas y asustadas salían de un barco, ella veía que la historia se repetía, al recordar cómo sus propios padres huyeron de Turquía hacia las costas de Lesbos.

Despiona Zourzouvilis

Despiona Zourzouvilis vio cómo refugiados se abrían camino por su jardín trasero, en el calor del verano.

Al recordar la experiencia de su propia familia, cuando huyeron hacia las costas de Lesbos desde Turquía, ella y su esposo, quien ya falleció, hacían lo que podían.

Preparaba sándwiches para repartírselos a los recién llegados y se aseguraba de que tuvieran agua limpia para refrescarse antes de hacer la larga caminata al centro de la ciudad.