(CNN) – La carretera llena de surcos se extiende a la distancia a través de las llanuras de Hasakah. Los pastores cuidan de sus pocas docenas de ovejas.
Un pequeño número de extractores de petróleo se mueven perezosamente mientras extraen unos cuantos dólares de crudo desde lo profundo. Arriba, las estelas de condensación que los aviones de combate de la coalición dejaron divagan por el cielo azul en círculos borrosos.
Nos encontramos con las aldeas cuyas construcciones están hechas de adobe. Los niños sorprendidos dejan de jugar canicas en el suelo para dirigir su mirada hacia nosotros. Los hombres mayores vestidos con keffiyehs, el tradicional velo de color blanco y negro, nos ven de manera sospechosa.
Esta región del norte de Siria —cercana a la frontera con Iraq— es una mezcla de tribus árabes y kurdos, musulmanes y cristianos. Ha sido desatendida desde hace mucho tiempo, a pesar de sus actividades de extracción de petróleo y agricultura, por el régimen sirio que se encuentra a cientos de kilómetros de distancia en Damasco. Sin embargo, en la guerra en contra de ISIS, Hasakah de pronto es un sitio de interés, especialmente para el Pentágono.
Nuestro destino es una pista de aterrizaje que se utiliza para rociar cosechas. A partir de imágenes de satélite, hemos determinado dónde se encuentra. Sería fácil pasarla por alto: simplemente se trata de una franja de concreto que casi se hunde en el suelo oscuro. Sin embargo, con toda su modestia, este es el más reciente puesto de avanzada de Estados Unidos en su intensa campaña en contra de ISIS.
Un granjero de edad avanzada que vive cerca, delgadísimo y de rostro moreno y cansado, le ofrece té al minibús de extraños visitantes; así, desatiende sus labores de cuidar ovejas en nombre de un jeque de la tribu Shammar, un poderoso grupo árabe que tiene buenas relaciones con los kurdos.
Él dice que ha oído helicópteros y otras aeronaves. Sin embargo, no ha visto que nada aterrice desde aquí. Parece desconcertado por el interés.
Esta ubicación ha sido elegida porque se encuentra a solo 160 kilómetros de las posiciones de ISIS en la línea de frente y de algunos de sus campos petroleros lucrativos, pero también se ubica dentro del territorio controlado por los combatientes kurdos conocidos como YPG. La pista está siendo ampliada a casi el doble de largo desde 700 a 1.320 metros; esta es una longitud suficiente como para recibir, por ejemplo, aviones de transporte C130. También están pavimentando una pequeña pista de estacionamiento.
No se ve ninguna torre de control, luces, y definitivamente tampoco uniformes de Estados Unidos… solo un arcén de tierra fresca que ha sido utilizado para marcar el perímetro y un tractor que se mueve despacio mientras aplana la superficie de la pista recién ampliada. La barrera la cuidan dos hombres de la zona que fuman bajo el sol. Sin embargo, hay más seguridad de lo que se ve al inicio. Minutos después de haber empezado a filmar, dos hombres de las fuerzas de seguridad Asaish de las YPG llegan en una camioneta y nos acompañan a la salida.
“Esta es una zona militar cerrada”, dice uno de ellos. Los bombardeos suicidas —siempre responsabilidad de ISIS— no son poco comunes en Hasakah.
La pista de “entrega rápida” ayudará a que Estados Unidos abastezca a los kurdos y a las tribus árabes que tienen alianza con ellos, y brinde asistencia a las Fuerzas Especiales de EE.UU. que se encuentran desplegadas en esta parte de Siria.
Al elegir sus palabras cuidadosamente, el Departamento de Defensa de Estados Unidos dice que no ha “tomado control” de ningún campo de aviación en Siria.
“Habiendo dicho eso, las fuerzas de Estados Unidos en Siria constantemente buscan maneras de aumentar la eficiencia para la logística y el apoyo en la recuperación del personal”, dijo un vocero del Comando Central de EE.UU. el mes pasado.
Las YPG, conformadas por más o menos 25.000 hombres y mujeres, gradualmente se han convertido para Estados Unidos en uno de los socios más efectivos sobre el terreno. Ellos ahora controlan gran parte de la frontera con Turquía, lo que impide que ISIS tenga acceso al mundo exterior.
Existen pequeñas áreas del régimen en pueblos como Qamishli y Hasakah, reductos que han sido bloqueados por barreras de metal y que son vigilados por afiches del presidente sirio Bachar al Asad y por su fallecido padre, Hafez. Sin embargo, los kurdos son la fuerza militar dominante en esta región, a pesar de que no es mucho lo que tienen aparte de rifles y camionetas.
Estados Unidos ha sido cauteloso respecto a proveerle armas directamente a las YPG, y prefiere decir que sus entregas de municiones están destinadas a una coalición más amplia de facciones árabes a fin de no irritar a Turquía, que considera a las YPG como un grupo terrorista. Turquía ha declarado que no tolerará una mayor expansión de la presencia del grupo a lo largo de la frontera. Este es un delicado acto de equilibrio para Washington, pero la presencia en Kobani el fin de semana pasado del Enviado Especial de Estados Unidos para la coalición en contra de ISIS, Brett McGurk, pone de manifiesto la importancia de la relación… en una región donde ha sido difícil encontrar aliados efectivos.
En parte, la visita de McGurk a Kobani parece haber tenido el objetivo de tranquilizar a las YPG, cuyos comandantes están furiosos por el hecho de que los representantes del grupo han sido excluidos de las pláticas de Siria en Ginebra… ante la insistencia de Turquía. Un funcionario incluso nos dijo que a menos que las YPG fueran aceptadas en el proceso, se suspendería la cooperación en el terreno con Estados Unidos.
Coordinar ataques aéreos… en una tableta
Por ahora, las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF, por sus siglas en inglés) una alianza provisional de kurdos y grupos árabes, se siguen acercando a algunos campos petroleros de ISIS, y reducen sus líneas de suministros. Ellos reciben ayuda casi todos los días de parte de ataques aéreos de la coalición, gracias a un “Centro de Operaciones Conjuntas”.
Esta es una instalación modesta en un edificio de apartamentos abandonado en las afueras al sur de la ciudad de Hasakah. El edificio tiene las marcas de las intensas batallas que se libraron aquí en agosto del año pasado. Los pasillos aún están cubiertos de casquillos, y las cortinas ondean desde las ventanas destrozadas.
Tres jóvenes se sientan en una pequeña habitación con tabletas y una radio que descansa sobre dos paquetes de cigarrillos. Un calentador eléctrico ayuda a combatir el frío del invierno. Desde aquí, ellos se comunican con las unidades en la línea del frente, le dan a conocer sus coordenadas y cualquier información sobre los movimientos del enemigo a un centro de comando de la coalición. Entonces pueden llamar a los bombarderos de la coalición.
Dahman Hassaki, de 21 años de edad, hábilmente pasa de una pantalla a otra mientras fija las posiciones en un mapa de Google y envía mensajes de texto a las oficinas centrales.
“Ahora mismo, esta es la línea de frente de Hasakah”, dice, mientras abre un mapa que muestra los amplios espacios de esta parte de Siria. “Nuestros combatientes ahí han visto el movimiento de dos unidades del enemigo, así que enviamos este mensaje de texto y sus coordenadas a la base de operaciones”.
Él dice que un grupo de estadounidenses y otros extranjeros han capacitado a las YPG en cuanto al uso del equipo, a fin de asegurarse de que las fuerzas aliadas no sean atacadas por error y que la información sobre los movimientos de ISIS sea trasladada por la cadena.
ISIS, dice, ha cambiado la forma en la que opera: ahora despliega unidades muy pequeñas de media docena de hombres que son más difíciles de detectar.
Cuando se lleva a cabo una ofensiva, el equipo de la Sala de Operaciones se traslada a la línea de frente. Daham y sus colegas llegan después de un ataque para ver el daño que ha sido ocasionado. Él nos muestra videos de sus misiones. Verlos no es fácil.
Daham dice que no tiene conocimiento de civiles que hayan sido asesinados en los ataques aéreos, pero nadie puede estar seguro. En esta área, los combatientes de ISIS han coaccionado a aldeas completas de árabes para que se vayan con ellos mientras se retiran.
Los activistas locales dicen que a principios de diciembre, hubo un ataque aéreo en contra de un convoy que salía de un pequeño asentamiento cerca de la frontera iraquí. Ellos afirman que más de 30 civiles, entre ellos mujeres y niños, fueron asesinados. El Mando Central de Estados Unidos le dijo a CNN que “consideraban que la afirmación no era creíble debido a que no hubo ataques aéreos de la coalición en los alrededores” ese día.
En el próximo mes o en los próximos dos meses, se espera que la coalición liderada por los kurdos lance un ataque contra el pueblo de Ash Shaddadi, controlado por ISIS, un entronque fundamental para el grupo que no rendirán fácilmente. Los activistas en el área dicen que ISIS en esencia tiene como rehenes a la población de civiles como si se tratara de un escudo humano y ha cortado las comunicaciones con el mundo exterior.
El área es objeto de ataques aéreos casi todos los días. En el campo al norte de la ciudad, escuchamos golpes distantes mientras se atacaba a las posiciones de defensa de ISIS y a los depósitos de armas.
Si las SDF retoman el control de Ash-Shaddadi, ISIS tendrá un dolor de cabeza logístico para conectar a Raqa en Siria con Mosul en Iraq, sus ciudades más importantes. Esta es probablemente la próxima prueba para la nueva estrategia de Estados Unidos para identificar y abastecer a las fuentes locales confiables en la lucha contra ISIS. Y una vieja pista de aterrizaje en medio de granjas al norte de Siria podría tener un nuevo aliciente en su vida.