Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Encuentro. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) – Que en ese realengo inconmensurable que son las redes sociales, un video por insulso que sea, tenga 50 veces más posibilidades de acaparar la atención que un texto, no significa de modo inexorable que una imagen valga más que mil palabras.
Porque la imagen de Jesús “reflejada” en una tostada jamás tendrá la misma fuerza de alguien que dice, sin resquicio de duda: “Creo en Dios”. Porque una sonrisita posada en Instagram no puede superar al hijo que le dice con todas sus letras al padre: “Te quiero”.
Solo los neurólogos saben del parto mágico y tropeloso del cerebro ante cada palabra.
¿Se acuerdan de cuando decíamos “Fulano es un hombre de palabra”? Eran los tiempos en que la gente prestaba atención a lo que se decía y a cómo se decía.
La Real Academia de la Lengua Española calcula que en nuestras conversaciones usamos apenas 300 palabras, de las más de 283.000 palabras que tiene el español. Lo que según la RAE equivaldría a un irrisorio 10 % de las posibilidades de comunicarnos en nuestro idioma. Que conste que no aludo al tartamudeo adolescente del texting porque me ha quedado claro que si en el principio fue el verbo, ahora es el selfie.
Una vez el poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade le escribió una carta a su nieto: “Admito que amo de las plantas la carga de silencio, Luis Mauricio, / Pero hay que intentar el diálogo cuando la soledad es un vicio”.