(CNN Español) – Los microcréditos han estado por varias décadas, rodeados de una aureola de prestigio, como instrumentos valiosos para ayudar a los más necesitados a superar la pobreza. Pero en los últimos tiempos —en los que precisamente ese instrumento se ha generalizado en muchos lugares del mundo— aumenta el número de críticos, que sobre todo apuntan en dos direcciones.
Por un lado, el microcrédito, si no va acompañado de otro tipo de instrumentos financieros —como la cuenta corriente, la de ahorro, o el seguro, por citar solo tres de los productos mas básicos— suele ser cualquier cosa menos una vía a la inclusión financiera entendida integralmente. Y, por otro lado, los microcréditos se han dado en los últimos tiempos con tanta profusión que a menudo se ha “empujado” al emprendimiento a gente que claramente lo que deseaba era solo un empleo.
De eso conversé con Maria Cavalcanti, presidenta y directora ejecutiva de PRO MUJER, una organización sin animo de lucro que desde hace 25 años ha facilitado microcréditos a mujeres pobres de varios países de America Latina, pero siempre muy consciente de que el microcrédito es solo un producto más dentro de una asistencia financiera, de salud y formación, mucho más amplia.