(CNN) – Para muchos refugiados, Atenas ya no es la entrada a Europa.
Pero ellos siguen llegando, en un promedio de 1.800 personas al día durante febrero.
Algunos vienen en ferry…
Después de horas de atravesar mares oscuros en navíos compartidos con turistas, los refugiados llegan al puerto de Pireo en Atenas, con paquetes de mantas, tiendas de campaña enrolladas y bebés en brazos.
Ellos sueñan con viajar a través de Grecia hacia Macedonia y, eventualmente, a lo que creen, será un refugio seguro como Alemania y Suecia.
Sin embargo, desde que Macedonia comenzó a restringir el acceso a los refugiados —solo permite que unas pocas docenas de sirios e iraquíes pasen por la frontera cada día— se han acumulado personas en Grecia.
Alrededor de 35.000 migrantes están varados actualmente en el país, lo que alimenta los temores en relación a que Grecia se está convirtiendo en un campo de refugiados gigante, o en un “depósito de almas”, como lo describió el primer ministro del país Alexis Tsipras.
Algunos llegan a la frontera entre Grecia y Macedonia…
Miles de personas —hombres, mujeres y niños— están atrapados en condiciones insalubres cerca Idomeni, un pequeño pueblo en el norte de Grecia. Allí se topan contra la nueva valla de seguridad de alambre de cuchillas en Macedonia.
El suelo está cubierto de basura; algunos restos flotan en grandes charcos fríos y húmedos. Los alimentos y las instalaciones de higiene son inadecuados. Mientras tanto, los guardias de Macedonia vigilan la frontera con rifles de asalto.
Sin embargo, otros no llegan tan lejos…
Muchos refugiados no llegan a la frontera, y si lo hacen, son transportados en autobús de vuelta a Atenas.
A lo largo de la capital griega, tiendas de refugiados, lazos de ropa que ha sido lavada y grupos de personas sin hogar han estado surgiendo en lugares inesperados.
La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados ha llenado un estadio de béisbol, construido para los Juegos Olímpicos de 2004, con carpas blancas. Es un legado irónico para el evento deportivo, que cuesta grandes sumas de dinero: muchas de las instalaciones se han estado deteriorando silenciosamente desde que partieron los famosos atletas internacionales.
Al estadio olímpico de hockey también se le ha dado un nuevo e inesperado aliento de vida como un hogar temporal para 3.000 refugiados. Hoy en día, las telas brillantes que adornan las gradas del estadio no son los estandartes de los equipos, sino la ropa y las prendas que han sido lavadas y pertenecen a familias de Afganistán y otros sitios, las cuales se secan bajo el sol de Atenas.
Dentro, las familias tratan de crear un poco de privacidad para ellas mismas —y sus muchos niños pequeños— al colgar pedazos de telas. Sin embargo, no hay muchos suministros: solo frazadas grises de las Naciones Unidas, colchones delgados y unos cuantos juguetes. Está la cuna ocasional, pero no hay ninguna cama a la vista.
Mustafá Saidi de Kabul, Afganistán, vive aquí con su esposa e hijas de tres y nueve años.
Les tomó un mes llegar a Grecia, a escondidas en automóvil y en barco: “Fue tan peligroso”, le dijo a CNN. “Pasamos dos días en el desierto. Sin agua. Sin campamento. Sin comida. Podríamos haber muerto”.
Al igual que muchas personas aquí, él solo quiere llegar a Alemania, pero debido a que la frontera está cerrada, simplemente dice “Le rezamos a Dios”.
Y otros han terminado en un aeropuerto abandonado…
Las armazones descoloridas de los aviones en desuso se oxidan lentamente en la pista del viejo Aeropuerto Internacional Hellinikon de Atenas, un recordatorio de su gloria pasada cuando recibía a viajeros muy distintos a Atenas.
El aeropuerto cerró en 2001 y parte de esta vasta área fue convertida en un Parque Olímpico, que de acuerdo con cifras oficiales del gobierno griego actualmente protege a 4.120 personas.
Mujeres con velos sostienen a sus bebés en brazos mientras los niños y los hombres se encuentran en el balcón de la sala de llegadas nacionales del aeropuerto. Ellos están rodeados por los desechos de vidas que apresuradamente dejaron detrás: pilas de ropas viejas, cajas de cartón, bolsas de nylon.
La mayoría son de Afganistán, mientras otros vienen de Pakistán, Irán y Marruecos. A ellos se les ha prohibido que crucen la frontera porque se considera que son de países “seguros”.
Dentro del edificio del aeropuerto, un mar de tiendas de colores brillantes y mantas económicas cubren cada sección libre del piso, un hogar temporal para quienes han llegado a Atenas pero ahora enfrentan un futuro incierto.
Los jóvenes tratan de pasar el tiempo de cualquier manera que puedan, al hablar, dormir en el piso o esperar y pensar. A unos cuántos pies de distancia, un grupo de niños juega con una pelota bajo una señal que indica la dirección a las salidas.
Como muchos de los refugiados en Grecia hoy, ellos están atrapados… no en un refugio sino en un purgatorio de esperanzas marchitas y sueños rotos.
Bárbara Arvanitidis y Lewis Whyld contribuyeron con este reporte.