Nota del editor: Joerg Forbrig es el miembro transatlántico del German Marshall Fund of the United States para Europa central y Europa del este en Berlín. Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente las del autor.
(CNN) – Luego de haber sido maltratada en su posición política, la canciller alemana tuvo que enfrentar otro golpe el domingo.
Las elecciones regionales resultaron en un voto castigo contra la política de puertas abiertas hacia los refugiados de Merkel, quien vio a su partido castigado en tres estados.
A través de Alemania y Europa, los críticos en su propio partido entenderán esto como el punto de inflexión para que Merkel cambie el curso sobre los refugiados.
El estruendo se hará más fuerte que la misma popularidad de la canciller que hace unos meses parecía ser intocable, y que ahora cada vez llega a ser más inestable antes de las elecciones nacionales de 2017.
Sin embargo, independientemente del ruido, Merkel no estará de acuerdo con un cambio de sentido en su posición de principio en relación con aquellos que huyen de la guerra y la persecución ni con el daño político que ha sufrido sin posibilidad de reparación.
Elecciones ‘aleccionadoras’
Las recientes elecciones fueron aleccionadoras para Merkel y su Unión Demócrata Cristiana.
Su partido fracasó en recuperar Baden-Wuerttemberg, el principal estado industrial de Alemania y un bastión conservador.
Este también perdió una reñida contienda contra el Partido Socialdemócrata en Renania-Palatinado, y perdió así una clara ventaja en las encuestas.
Solamente en Sajonia-Anhalt, al este, el partido de Merkel defendió su primer puesto.
El resultado para el Partido Socialdemócrata, aliado de Merkel en el gobierno federal, fue aún peor. Este perdió dramáticamente en dos de los tres estados y es, más que nunca, una fuerza política joven.
Sin embargo, lo más sorprendente, fue la fuerte presencia de los extremistas, Alternativa para Alemania, un partido euroescéptico y anti inmigrante, el cual obtuvo entre el 10 y el 23 por ciento en las tres regiones. Este ahora está firmemente anclado en la mitad de todos los estados federales.
¿Problemas para Merkel?
En los tres aspectos, de manera considerable la culpa se le atribuirá a la canciller.
Los católicos tradicionalistas –quienes nunca en realidad han acogido a una mujer protestante al mando– serán aún más firmes.
Ellos presionarán a favor de una línea más dura en cuanto a los refugiados y migrantes, con límites nacionales en cuanto a cifras, verificaciones de seguridad más detalladas y condiciones en materia de integración.
A su vez, los socialdemócratas demandarán un mayor gasto para los alemanes desfavorecidos, así como generosidad para los recién llegados. Esto los pondrá en desacuerdo con el enfoque preferido de Merkel de equilibrar el presupuesto y ejercer presión sobre la coalición.
Del otro lado del espectro político, la supuesta intransigencia de la canciller será culpada de alimentar el ascenso de la derecha xenófoba y la polarización e inestabilidad en la política hasta ahora desconocida en Alemania.
Los problemas en el frente interno también tendrán impacto en la posición de Merkel en Europa.
A lo largo de las varias crisis de la Unión Europea, la lista de quejas contra la “líder indispensable” en Berlín ha crecido de forma constante. Ver a la canciller castigada por los suyos propios será satisfactorio para un buen número de vecinos europeos.
Habrá una alegría malsana entre aquellos que favorecen el cierre de las fronteras nacionales sobre el “imperialismo moral” de Merkel, especialmente en Europa Central.
En el sur, los gobiernos tendrán la esperanza de que se relajen las políticas de austeridad ahora que su antigua campeona está bajo presión.
En toda Europa, las capitales y los grupos de presión a favor de Rusia tendrán la esperanza de utilizar la aparente debilidad de la canciller para forzar un cambio en su posición sobre las sanciones contra el Kremlin.
¿Derrota o redoble?
Sin embargo, lo más probable es que los críticos locales y europeos de Merkel se sentirán decepcionados.
Lo más importante es que las elecciones regionales tienen poco impacto inmediato en la política nacional, donde la canciller gobierna con mayoría de mando.
Sus socios menores en el gobierno –los conservadores bávaros y los socialdemócratas– están, sin duda, aún más nerviosos ahora, debido al derrumbe en el apoyo público. Sin embargo, apenas y son lo suficientemente suicidas como para buscar las elecciones anticipadas, lo cual solamente debilitaría aún más su propia posición en todo el país.
Tampoco los oponentes dentro del partido de Merkel intentarían derrocarla. Ellos no tienen una alternativa programática ni un candidato adecuado que pueda emparejarse al apoyo que ella continúa consiguiendo entre los alemanes.
Esas clasificaciones tocaron fondo y recientemente se recuperaron de nuevo, con más de la mitad de los alemanes que respaldan a Merkel.
Las calificaciones personales de la canciller y de su partido bien podrían recuperarse pronto, en función de su posterior manejo de la crisis de los refugiados.
La serie de leyes y medidas que se han desplegado están empezando a mostrar los primeros frutos.
El cierre de las fronteras de otros estados a lo largo de la ruta de los refugiados, aunque no es la opción preferida de Merkel, y un probable acuerdo entre la Unión Europea y Turquía sobre los refugiados, aunque controvertida dado el historial de derechos humanos de Ankara, disminuirán la presión sobre Merkel.
Esta dinámica tan solo endurecerá la determinación de Merkel por mantener a Europa abierta a los refugiados, defender las fronteras internas abiertas del bloque y gestionar su flujo de entrada por acuerdo de la Unión Europea.
Esta proposición principal es compartida por una amplia coalición de todos los partidos y –a pesar de las protestas del exterior de las fronteras– una abrumadora mayoría de los ciudadanos de su país.
En ese sentido, la del domingo pasado no fue una derrota; fue un impulso para que la canciller redoble sus esfuerzos.