Nota del editor: Ricky Jackson era un adolescente de Cleveland en 1975, cando fue condenado a muerte por un asesinato que no cometió. Él estuvo a dos meses de su fecha de ejecución cuando se le redujo la condena a cadena perpetua por un error de papeleo. Fue exonerado y salió en libertad en 2014, tras cumplir 39 años de prisión… la sentencia más larga de un exonerado en la historia de Estados Unidos. Él es un orador muy solicitado y recientemente dio una charla TED en el Museo Metropolitano de Arte en Nueva York.
(CNN) – En la asamblea ciudadana de CNN entre Hillary Clinton y Bernie Sanders ayer por la noche, tuve el privilegio de preguntarle a Clinton cómo ella todavía podía apoyar la pena de muerte a la luz de todas las personas inocentes en este país que en los últimos años han sido injustamente condenadas y enviadas al corredor de la muerte.
Dije anoche que estaba “satisfecho” con la respuesta de Clinton, pero eso no significa que esté de acuerdo con ella. Aunque respeto su opinión y honestidad, estoy en completo desacuerdo con su posición sobre la pena de muerte.
El hecho de que muy a menudo enviamos a personas inocentes al corredor de la muerte en este país ya no puede ser objeto de debate.
Yo debería saber, yo fui una de esas personas.
En 1975, –junto con mis dos amigos de la infancia y los otros acusados, Wiley Bridgeman y Kwame Ajamu– fui condenado injustamente y sentenciado al corredor de la muerte por el asesinato de un hombre de negocios blanco que se produjo en nuestro vecindario predominantemente pobre y negro en Cleveland. Pasamos más de dos años en el corredor de la muerte antes de que nuestras sentencias fueran reducidas a cadena perpetua.
Llegué a estar a dos meses de la fecha de mi ejecución, pero fui salvado por un afortunado detalle técnico… el tribunal cometió un error al llenar el papeleo para la sentencia de pena de muerte. Bridgeman y Ajamu más adelante escaparon de la muerte solo porque la Corte Suprema de Estados Unidos anuló la ley de pena de muerte de Ohio, como inconstitucional.
Ambos llegaron aún más cerca de la muerte… uno de ellos salió una semana antes de su fecha de ejecución.
Si no hubiera sido por pura suerte y casualidad, ninguno de nosotros hubiera estado vivo para ver nuestra exoneración casi 40 años después.
Debido a una investigación realizada por el periódico Cleveland Scene y el proyecto Ohio Innocence Project del Colegio de Leyes de la Universidad de Cincinnati, fuimos reivindicados y obtuvimos nuestra libertad en noviembre de 2014. Para entonces, yo había pasado 39 años en prisión por un asesinato que no cometí… la sentencia más larga de una persona inocente en la historia de Estados Unidos.
Sé que la pena de muerte no se disuade. Eso ya no puede ser objeto de un debate serio.
También sé que esto es sumamente caro en un momento en que los estados están luchando financieramente y muchos están al borde de la quiebra. Como un costoso programa de gobierno sin un historial comprobado de eficacia, este es, de hecho, el proverbial “puente que no lleva hacia ningún lugar”. Pero también sé que envía a personas inocentes al corredor de la muerte, y a veces los mata.
Algunos de esos probablemente inocentes, como Cameron Todd Willingham y Carlos DeLuna, han sido ejecutados a manos del gobierno.
Otros presos inocentes –de hecho, más de 150 de ellos– han tenido la suerte de haber sido exonerados y liberados antes de su ejecución.
Además, por el tiempo que pasé en el corredor de la muerte aprendí que incluso los culpables son dignos de salvación.
Como un niño inocente y asustado de 18 años de edad enviado al corredor de la muerte, fue solamente la bondad y la humanidad de los culpables en el corredor de la muerte –quienes me tomaron bajo sus alas– lo que guardó mi cordura y mantuvo mi fe en la humanidad. Estos presos cometieron errores terribles y merecen ser castigados, pero no son los animales que nuestra justicia penal los hace parecer.
Una sociedad no debe ser juzgada por la forma en que trata a los mejores, sino mas bien en la forma en que trata a los peores. Además, incluso los más bajos son capaces de increíbles actos de humanidad y son dignos de decencia. Son dignos de la gracia de Dios, al igual que ellos me concedieron esa gracia a mí.
Cuando le pregunté a Clinton por qué todavía apoyaba la pena de muerte, dijo que la solamente para lo peor de lo peor: los que cometieron actos de asesinato en masa o terrorismo. No puedo aceptar eso.
En casos como esos, la presión social para la condena está en su nivel más alto. Y cuando está presente una presión intensa para condenar, allí es cuando el riesgo de condenar a un inocente es mayor.
Además, la pena de muerte no es un disuasivo en casos de terrorismo. De hecho, la muerte puede servir al propósito de muchos terroristas que desean convertirse en “mártires” por su causa.
Durante todas las décadas que estuve en prisión como un hombre inocente, vi cómo la opinión de la sociedad cambiaba gradualmente. No hace muchos años, un candidato demócrata no podía apoyar públicamente el matrimonio entre personas del mismo sexo y tener la oportunidad de ser elegido en una elección general.
Ahora, un candidato demócrata no pudo ser tomado en serio si él o ella no apoyaba el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Del mismo modo, ningún candidato demócrata debía ser capaz de apoyar la pena de muerte… hemos evolucionado… hemos visto la evidencia que nos muestra que la pena de muerte no funciona y que mata a los inocentes.
Ante esta evidencia, es el momento de que ninguno de los candidatos –demócrata o republicano– deba ser tomado en serio si él o ella apoyan la pena capital.
El hecho de que Clinton siga aferrándose a esta reliquia anticuada me confunde. Ella promociona la “reforma de la justicia penal” –y se necesita mucha reforma– pero está dejando a un lado una de las frutas que cuelga más abajo.
Anoche dije que soy un votante “indeciso”. Espero que Clinton reconsidere su posición sobre la pena capital antes de que yo haga lo que toda mi vida he estado esperando hacer: votar por primera vez en una elección para presidente como un hombre libre y reivindicado.