(CNN) – “Los escucho venir… vienen en camino y van a matarme”.
Mientras se encontraba en la cabina de su helicóptero Black Hawk, el oficial militar Mike Durant alzó la vista al cielo y trató de aceptar su muerte inminente.
Con cada momento que pasaba, su miedo aumentaba, hasta que la multitud vino sobre él, le quitó su equipo y lo golpeó sin misericordia.
Le quebraron la nariz, la cuenca de los ojos y el pómulo, y Durant estaba seguro de que lo iban a golpear hasta la muerte.
Pero justo cuando sus posibilidades de sobrevivir parecían más sombrías, él lo escuchó.
Pop. Pop. Pop.
El sonido de los disparos provenía de algún lugar en medio de la multitud, y los golpes se detuvieron. En ese instante, un hombre salió de la masa de somalíes que rodeaban al piloto lesionado y proclamó que sería tomado prisionero.
“Ese es el punto de inflexión en el que pasé de ser otra víctima estadounidense a darme cuenta de que querían mantenerme con vida y llevarme cautivo”, dijo Durant.
Avancemos casi 25 años y Durant, quien ahora tiene 54 años, se encuentra en la cocina de su casa en Huntsville, Alabama, y tranquilamente voltea los panqueques con su esposa, Lisa. El menor de sus seis hijos, Michael, de 11 años, se sienta a la mesa, y espera su desayuno antes de ir a la escuela.
Durante el día, por lo general puedes encontrar a Durant en la oficina de Pinnacle Solutions, la empresa de la que es dueño y opera, la cual se especializa construcciones de simuladores para entrenamiento militar.
De tres a cuatro veces por semana, se dirige al Municipal Ice Complex de Huntsville después del trabajo, donde se pone sus patines y juega hockey.
A primera vista, es poco lo que indica que los Durant son distintos de la mayoría de familias estadounidenses. Fotos familiares y recuerdos deportivos cubren las paredes de su casa. Michael, apodado por sus hermanos como el “niño de oro”, juega hockey, como su padre, y odia llegar tarde a la escuela.
Sin embargo, si ves detenidamente los efectos personales que llenan un estante de vidrio en la sala, en la última fila encontrarás tres medallas, una al lado de la otra.
Corazón Purpura.
Cruz de vuelo distinguido.
Medalla de servicio distinguido.
La sutil manera en la que estos prestigiosos premios militares están exhibidos en su casa quizá sea un reflejo de la imagen que Durant tiene de sí mismo hoy en día.
Si bien acepta por completo su experiencia en Somalia como una parte fundamental de su viaje por la vida, Durant admite que él quiere que las personas lo vean como algo más que solo el sujeto de “la ‘Caída del Halcón Negro’”.
Si pudiera elegir, Durant preferiría no hablar de cuando lo derribaron y lo mantuvieron cautivo durante 11 días. Sin embargo, dijo que él tiene la obligación de contar su historia y compartir su perspectiva única.
‘Te sientes un tanto invencible’
Durant, quien se hizo famoso por la película “La caída del Halcón Negro” y por su propio libro “In the Company of Heroes”, piloteaba un helicóptero Black Hawk que fue derribado durante la batalla de Mogadiscio en 1993.
Su unidad de aviación de Operaciones Especiales fue desplegada a Somalia en agosto de 1993 para ayudar a las fuerzas estadounidenses que habían estado involucradas en el país durante más o menos ocho meses. El año antes, el presidente George H.W. Bush había ordenado a miles de tropas estadounidenses que llegaran al país afectado por la guerra, a fin de liderar un esfuerzo de las Naciones Unidas para proporcionarle alimentos a las personas que morían de hambre.
El objetivo general de la unidad era capturar al líder de un clan somalí llamado Mohamed Farrah Aidid y brindar seguridad a las organizaciones de alivio que le estaban proporcionando asistencia a las personas hambrientas en Mogadiscio. En aquel momento, Somalia estaba siendo destrozada por la guerra del clan luego de la caída de su fuerte líder Mohamed Siad Barre.
Ese verano, Durant y su equipo de soldados estadounidenses llevaron a cabo varias operaciones exitosas, en las que capturaron a más o menos dos docenas de caudillos somalíes.
Sin embargo, todo cambió el 3 de octubre de 1993, cuando a su unidad de helicópteros de élite le dieron la tarea de brindar apoyo aéreo a las fuerzas terrestres mientras perseguían a dos de los principales líderes de la milicia de Aidid en la capital del país.
Junto con otros grupos armados de la oposición, las fuerzas de Aidid fueron instrumentales en expulsar al presidente Barre y dirigieron el esfuerzo por desafiar la presencia de la OTAN, liderada por Estados Unidos, en Somalia en aquel momento.
Durant experimentó una sensación de adrenalina mientras se subía a la cabina de su helicóptero ese día, un sentimiento que comparó con jugar en el Super Bowl.
“Estamos volando a las Fuerzas Especiales y al SEAL Team Six hacia el objetivo… Quiero decir, no hay nada mejor”, dijo. “Cuando empiezas a soñar con involucrarte en la aviación militar, ese es el mayor objetivo que estableces, que esperas lograr algún día”.
Había mucha seguridad mientras el equipo de Black Hawks de EE.UU. volaba en formación desde el complejo de las Naciones Unidas en las afueras de Mogadiscio hacia el centro de la ciudad.
“Te sientes un tanto invencible”, dijo Durant. “Quiero decir, incluso hoy en día cuando veo los videos en los que aparecemos volando en formación, es bastante intimidante”.
Estaba previsto que la operación solo durara una hora o dos, por medio de una fuerza de asalto conformada por 19 aviones, 12 vehículos y 160 hombres.
Mientras circulaban sobre el área objetivo, Durant y su tripulación de tres hombres pudieron ver que una batalla empezaba a intensificarse abajo. Las fuerzas terrestres estadounidenses habían entablado combate con miembros de la milicia somalí y con civiles armados que eran fieles a Aidid y controlaban el interior urbano de la ciudad.
En medio del tiroteo, Durant voló su nave hacia una órbita cercana alrededor del espacio del combate a fin de proporcionarle apoyo de fuegos a las tropas estadounidenses que se encontraban abajo.
De pronto, un hombre salió de una entrada y disparó una granada impulsada por un cohete hacia el helicóptero de lento movimiento; le dio a la cola y envió a Durant y a su equipo a caer violentamente en espiral hacia el suelo.
El Black Hawk giró un aproximado de 15 a 20 veces a una altura de más o menos 21 metros en el aire y se estrelló en un área de campamento improvisado cerca del sitio donde se estaba llevando a cabo la batalla principal.
“Pensé que estaba muerto”, dijo Durant, recordando el momento en el que el helicóptero se estrelló contra el suelo. “Pero de alguna forma, no lo hicimos”.
‘Estamos solos, estamos rodeados’
Cuando Durant recuperó la consciencia después del choque, él inmediatamente supo que la situación era grave, pero no entró en pánico.
“Es como salir de un sueño profundo”, dijo. “Recuerdo que recuperé la consciencia y pensé ‘Bien, ¿qué tengo que hacer?’”
Cuando se dio cuenta de que no podía salir del helicóptero, debido a que se había roto la espalda y la pierna, Durant apartó los restos que bloqueaban el parabrisas a fin de lograr ver mejor la situación. Él encontró el arma personal que yacía junto a él y se preparó para asumir su última defensa.
“Estamos gravemente heridos, estamos solos, estamos rodeados, y realmente no hay refuerzos que puedan venir a ayudarnos”, dijo.
Sin embargo, justo cuando había llegado a aceptar su destino, dos operadores de las Fuerzas Especiales, el sargento Gary Gordon y el sargento de primera clase Randy Shughart, repentinamente aparecieron en el sitio del accidente.
Durant más adelante se enteró de que Shughart y Gordon se habían ofrecido como voluntarios para bajar al sitio del accidente de uno de los otros helicópteros estadounidenses que emitían disparos supresivos desde arriba, a pesar de que había una gran cantidad de somalíes en el área y a pesar de que no sabían si Durant y su equipo habían sobrevivido al impacto.
Ambos hombres fueron galardonados con la Medalla de Honor por sus acciones ese día.
“Sentí que, de alguna forma y de manera milagrosa, una fuerza de reacción hubiera llegado aquí mucho más rápido de lo que yo habría creído posible”, dijo Durant.
Sintió que él y su equipo iban a salir de la situación con vida. Sin embargo, esa esperanza desapareció solo dos o tres minutos después, una vez que Durant se dio cuenta de que los dos hombres que estaban parados a su lado eran toda la operación de rescate.
Había disparos alrededor del helicóptero derribado, y Durant recordó la forma en la que Gordon y Shughart parecían completamente tranquilos, establecían un perímetro y hacían llamadas por radio, de acuerdo con el entrenamiento que habían recibido.
Resistieron a la turba durante un tiempo e intercambiaron descargas de disparos con los somalíes que habían rodeado al helicóptero. Sin embargo, la perspectiva de que el rescate fuera exitoso desaparecía a cada instante.
Durant dijo que el alivio que sintió cuando los dos operadores de las Fuerzas Especiales se presentaron desapareció al momento en el que Gordon recibió un disparo.
“Es como cuando me derribaron al inicio”, dijo, “porque ahora uno de los sujetos que creías que era indestructible acaba de ser derribado”.
Durant evaluaba las lesiones del resto de su equipo cuando escuchó que Shughart hizo su última defensa.
“El volumen de disparos era increíble”, dijo. “En cierta forma supe que no había manera de que pudiera resistirlos a todos”.
Luego pararon los disparos y Durant supo que Shughart estaba herido. Dijo que los momentos siguientes fueron los más aterradores de toda la batalla.
“Recuerdo solo tratar de aceptar las cosas, alzar la mirada al cielo y pensar no puedo correr, no puedo pelear, no puedo esconderme… Se terminó”, dijo.
Los tres hombres en el equipo de Durant fueron asesinados mientras los somalíes invadieron el sitio del accidente, pero Durant no murió ese día. En cambio, lo subieron a la parte trasera de una camioneta y un caudillo local lo tomó como prisionero.
Eventualmente, “a los somalíes les agradé”
Aún en cautiverio, Durant tenía una misión: tratar de sobrevivir.
Al principio, dice Durant, sus captores lo trataron mal. A pesar de tener serias lesiones a causa de la caída y el impacto posterior, recibió un disparo en la pierna mientras lo tomaban prisionero, era constantemente amenazado por los guardias y estaba retenido en condiciones de vida deplorables.
Recuerda cómo los somalíes lo ataron con una cadena para perro, atando sus manos para que no pudiera al menos limpiarse la cara.
Lo mantuvieron en una habitación de concreto sin muebles y una sola puerta, que permanecía cerrada.
Pero cada vez eran menos hostiles.
A pesar de las diferencias culturales, Durant fue capaz de construir una relación con los guardias mediante el uso de su sentido del humor, al punto en el que la Cruz Roja determinó que sus captores experimentaron “el síndrome de Estocolmo invertido”.
“Mi forma de lidiar con el estrés es hacer chistes”, dijo. “Básicamente, la conclusión a la que llegó la Cruz Roja fue que a los somalíes les agradé”.
Durant asegura que mientras estuvo en cautiverio nunca perdió la esperanza de ser liberado.
“Te llenas de esperanza… al decirte que algún día vas a salir de aquí, para mantener la motivación psicológica”, dijo.
Y después de 11 días, Durant fue puesto en libertad y regresado a custodia de Estados Unidos después de negociaciones encabezadas por el diplomático estadounidense Robert Oakley.
Pero él no aceptó plenamente que la prueba hubiese terminado hasta que entró por la puerta del recinto de las Naciones Unidas del que había despegado 12 días antes.
Una vez dentro de la base, Durant fue consolado por caras conocidas, pero también fue recibido por más angustia inesperada.
“Cuando trajeron a algunos de los chicos de la unidad, fue un momento muy emotivo porque, en primer lugar, tenía que verlos. Pero ese fue también el momento en que descubrí que dos de nuestros amigos muy cercanos, Donovan Briley y Cliff Wolcott, habían muerto “, dijo.” Yo sabía que mi tripulación se había ido, que tuve 11 días para superar eso, pero yo no sabía que otros dos muy buenos amigos se habían ido”.
Tenían recursos insuficientes
Durant aún estaba conmocionado por la noticia cuando recibió una llamada del presidente Bill Clinton.
“Sólo le dije que estaba orgulloso de ser un estadounidense, o algo estúpido como eso”, dijo. “Yo no le dije lo que realmente quería decir.”
Mirando hacia atrás en su conversación con Clinton, Durant dice que se sujetó a la obligación de los que sirven en el ejército al no criticar abiertamente a los líderes civiles. Pero la realidad es que lo que ocurrió en Somalia fue “absolutamente culpa de nuestro liderazgo civil en el momento”, dijo.
“No teníamos los recursos que necesitabamos para hacer esa misión. Los habíamos pedido y se nos negó y los resultados hablan por sí mismos “, dijo.” Tomamos lo que era una operación muy exitosa que se había prolongado durante 10 meses y se convirtió en lo que, por desgracia, la historia siempre lo dirá, fue en general, como un fracaso “.
“Fue una píldora difícil de tragar el saber que tú y tus amigos hicieron todo lo que podían hacer, luchando con nuestras manos atadas a causa de las decisiones políticas, lo cual es inaceptable”, agregó.
Dieciocho soldados en la fuerza liderada por Estados Unidos murieron y 74 resultaron heridos en la batalla de Mogadiscio.
Una segunda vida
Durant tuvo que enfrentar otra realidad difícil al regresar a suelo estadounidense: Su experiencia lo había hecho famoso.
“Algunas personas gustan de ser el centro de atención, pero yo no”, dijo.
Mientras estaba en cautiverio, Durant tenía poca idea de lo mucho que los medios habían cubierto su historia y el interés público que le esperaba en casa.
“Durante mucho tiempo, yo estuve bastante malhumorado por todo el asunto porque, ya sabes, mis amigos están muertos y en un plazo de 90 días, los EE.UU. retiraron todas las fuerzas de Somalia y, básicamente, se dieron por vencidos”, dijo.
Pero hoy en día, Durant dice que comprende por qué su experiencia resonó tan profundamente con personas de todo el mundo y reconoce que algo bueno ha ocurrido como resultado de los terribles acontecimientos en Mogadiscio.
El frenesí de los medios poco después de su liberación, en muchos aspectos, hizo a Durant el rostro de la participación de Estados Unidos en Somalia.
Mientras que la cobertura de noticias era, a veces, abrumadora, dijo que la exposición puso en relieve el hecho de que el ejército de Estados Unidos necesitaba adaptarse a las realidades de la guerra moderna y poco convencional.
“Si no hubiese ocurrido lo de Somalia, no nos hubiésemos preparado para la guerra contra el terrorismo”, dijo. “Realmente creo que nos dejó mejor preparados para los conflictos que nos enfrentamos en la actualidad “.
En el plano personal, Durant dijo que sus experiencias en Somalia han tenido un impacto duradero en la forma en que mira a la vida.
“Si me enfrento a retos o contratiempos, lo pongo en perspectiva diciendo que yo debería estar muerto”, dijo. “Me han dado esta segunda vida que es casi tan larga como mi primera vida, en este momento.”
Esa actitud ha ayudado a Durant a encontrar el éxito personal y profesional en su “segunda vida”.
No mucho tiempo después de su liberación, el Ejército le dijo que no se le permitiría volver a volar a causa de sus heridas físicas.
Pero eso sólo alimentado su deseo de volver a la cabina del piloto. Después de sólo 10 meses de recuperación, Durant corrió la Maratón del Cuerpo de la Marina, un logro que le dio la confianza para finalmente volver a volar por cinco años más.
También dijo que probablemente no habría comenzado su propia compañía, si no fuera por lo que le ocurrió en Somalia, ya que su experiencia le abrió su visión a nuevas posibilidades aparte de ser un piloto.
Su compañía, Pinnacle Solutions, ha crecido significativamente desde que se fundó en 2008. Casi el 85% de las personas que emplea son veteranos.
‘Los fantasmas se han ido’
Hoy en día, Durant dice que sus lesiones le dan muy poca incomodidad física, y que es capaz de jugar al hockey de manera regular. Pero al igual que muchos veteranos, él dice que el proceso de curación psicológica ha sido increíblemente difícil.
Aunque nunca ha experimentado muchos de los efectos negativos por lo general asociados con el trastorno de estrés post-traumático, admite que él luchó para lidiar con el dolor durante mucho tiempo.
“Hubo un tiempo en que lloré todos los días”, dijo Durant. “Era como una ola de emoción que simplemente me pasaba por encima … mis amigos están muertos, y si eso no te molesta, entonces estas hecho de algo diferente de lo que soy”.
Contar su historia ha ayudado a curar a Durant. Ahora viaja por todo el país hablando con varios grupos.
“Contar la historia ha sido absolutamente terapéutico durante bastante tiempo”, dijo. “No me había dado cuenta, pero una teoría que tengo acerca de por qué no creo que sufro la mayor parte de los síntomas que se asocian con trastorno de estrés postraumático es que he contado esta historia.”
“Los fantasmas se han ido”, agregó.
Sin embargo, justo después de su regreso a casa, Durant dice que la atención de los medios afectó su relación con su familia, especialmente su primera esposa, Lorrie.
“Los medios de comunicación son muy agresivos, y si hay una gran historia, es un hecho de que van a tratar de conseguir la historia a costa de casi cualquier cosa”, dijo, añadiendo que su manejo de algunas situaciones con los medios de comunicación, “probablemente se convirtió en un factor que contribuyó” a su divorcio.
A pesar del divorcio, Durant dijo que su experiencia en Somalia casi no es factor con respecto a su relación con sus seis hijos. La mayoría de ellos eran muy jóvenes o todavía no habían nacido cuando fue derribado, y su experiencia en Somalia no es ahora parte de la vida cotidiana de su familia.
“De vez en cuando, habrá algo que aparece en las noticias sobre él, o alguien me reconocerá en alguna parte, y el tema resurge y ellos se enteran”, dijo. “Pero no es lo que somos. No es lo que nos define, en absoluto “.
Durant no quiere que la gente lo vea como el piloto de ‘la caída del Halcón Negro’. El prefiere que lo vean por sus logros como hombre de negocios y padre.