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(CNN Español) – El acto de castración fue durante siglos un castigo por crímenes grandes, pequeños e imaginarios por parte de reyes y civiles, tribunales y vencedores de la guerra. Los días de este tipo de castigos corporales extremos han desaparecido en el mundo occidental, pero un nuevo proyecto de ley presentado por un legislador de Alabama busca sacar a relucir una de sus aplicaciones menos viscerales, pero aún altamente controvertida.

El HB 365 fue propuesto por el representante estatal republicano Steve Hurst, y permitiría que un tribunal imponga la castración quirúrgica obligatoria para ciertos delincuentes sexuales convictos que son mayores de 21 años, y cuyas víctimas tenían 12 años o menos.

Los razonamientos de Hurst reflejan el “ojo por ojo” que regía los códigos penales simples de los siglos pasados.

“Ellos han marcado a este niño para toda su vida y el castigo debe ser proporcional al delito”, le dijo a WIAT, afiliada de CNN.

El proyecto de ley no es del todo nuevo: es la séptima vez que Hurst ha propuesto este tipo de legislación. Dado su historial, es probable que el proyecto de ley vuelva a fallar.

En el centro del debate hay un problema ético fundamental: ¿acaso la castración punitiva tiene lugar en el sistema de justicia estadounidense moderno?, y si es así, ¿tiene como objetivo ser un verdadero castigo o una herramienta de rehabilitación que pueda ayudar tanto a los criminales como al público en general?

La castración punitiva en Estados Unidos

Si bien el improbable proyecto de ley de Alabama haría que el estado fuera el primero en imponer la castración quirúrgica obligatoria en el caso de ciertos delincuentes, en varios estados aún ofrecen el procedimiento para presos y delincuentes en libertad condicional que han sido hallados culpables por crímenes similares.

Florida, Texas, Luisiana y California cuentan con leyes que prevén la opción de castración quirúrgica. El procedimiento es bastante simple —los testículos son removidos a través de una orquiectomía— pero el efecto deseado puede ser malinterpretado. En lugar de hacer que los genitales ya no sean útiles, el procedimiento por naturaleza reduce la testosterona, lo cual normalmente aplaca o extingue rotundamente la libido y el deseo sexual.

Ocho estados, incluyendo los mencionados anteriormente, tienen leyes que permiten la castración química a través de la administración de hormonas sintéticas. Algunos de estos estados ofrecen el procedimiento como parte de un acuerdo voluntario de la libertad condicional o la rehabilitación requerida. Otros permiten que los tribunales ordenen el procedimiento para abusadores de niños reiterativos o aquellos que han cometido delitos especialmente violentos.

Una solución poco convencional

El Dr. James Cantor es un psicólogo y científico de la conducta sexual quien se desempeña como profesor asociado de psiquiatría en la Universidad de Toronto. Cantor trabaja con pedófilos que buscan tratamiento por sus atracciones. Dice que la castración química es una opción terapéutica que muchos pacientes —pacientes que no tienen y no quieren actuar por sus impulsos— están dispuestos a explorar.

“La castración química realmente es un apodo para describir una serie de posibles cosas que podemos hacer”, dice. “Lo que realmente queremos decir es que se trata de una reducción inducida médicamente del deseo sexual”.

Una vez se haya debilitado el shock del término, algunos de los procedimientos que Cantor describe no están demasiado lejos de otros tratamientos psiquiátricos aplicados comúnmente.

“Muchos antidepresivos pueden reducir el deseo sexual”, sugiere. “En el otro extremo, los medicamentos más potentes requieren inyecciones”.

Podría ser difícil entender la idea de que alguien con pedofilia no necesariamente supone una amenaza para los niños. Cantor dice que es debido a una suposición fundamental y extremadamente perjudicial.

“La parte importante es separar la pedofilia de abuso de menores”, dice. “Una gran cantidad de personas los utilizan como sinónimos y no lo son. La pedofilia es el interés sexual real… nadie pregunta cuáles son sus intereses sexuales y [estas personas] quedan vinculados a la misma”.

El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés) clasifica la pedofilia, o trastorno de pedofilia, en virtud de los trastornos de la identidad sexual y de género. La APA había descrito la pedofilia como una “orientación sexual” en una versión anterior de la 5ª edición del DSM, pero emitió un comunicado para cambiar el término a “interés sexual”.

El abuso de menores, por su parte, es la aplicación dañina de estos intereses, pero Cantor sugiere que la mayor parte de este tipo de acciones delictivas no está relacionada con la pedofilia en absoluto.

Cuando la castración parece ser la única solución

En 1994, un hombre de Texas llamado Larry Don McQuay confesó, con gran detalle, una serie de crímenes sexuales contra niños tan asquerosos y prolíficos que El Houston Press informó que su asesor en la prisión suponía que debió haber exagerado las cifras para fines de publicidad. McQuay, un exconductor de autobús escolar, afirmó haber abusado sexualmente de cientos de niños, incluyendo la penetración física.

Desde una prisión en San Antonio, McQuay habló libremente a los medios de comunicación mientras cumplía una condena de veinte años por obligar al hijo de una mujer con la que estaba saliendo a tener una relación sexual. Él le suplicó al sistema de justicia de Texas que le permitiera ser castrado quirúrgicamente.

En ese entonces ningún estado tenía tales disposiciones, pero el caso de McQuay obligó a los funcionarios a buscar una solución. En 1997, Texas aprobó una ley que lo convirtió en el primer estado en ofrecer la opción de la castración quirúrgica a los delincuentes sexuales. McQuay se sometió al procedimiento y fue liberado en el 2005.

‘Entre el castigo y el tratamiento’

Los expertos en ética tienen algunas cosas sorprendentes que decir sobre el asunto.

“La castración química punitiva sería difícil de justificar éticamente”, dice Brian D. Earp, investigador asociado en Ciencia y Ética de la Universidad de Oxford. “Es una intervención tan extrema, y con frecuencia está acompañada de muchos efectos secundarios, por lo que dado que se considera como una forma de castigo a la que se obliga a alguien debe haber mucha cautela y escepticismo”. Earp dice que los efectos secundarios de la reducción del deseo sexual a base de hormonas —ginecomastia (la inflamación del tejido mamario masculino) y la pérdida de densidad ósea, por mencionar algunas— la califican como algo muy “lejano a una intervención precisa”.

El Dr. Ole Martin Moen, miembro postdoctoral en Ética de la Universidad de Oslo, no está de acuerdo.

“En primer lugar, la castración química, en términos filosóficos, realmente no es un castigo en absoluto, ya que un castigo infligido es algo que tiene como objetivo representar un daño o una carga para un convicto”, dice Moen. “La castración química, por el contrario, no se hace con el fin de empeorar la situación para el condenado, sino que se hace con el fin de proteger a los niños en el futuro”.

Además, Moen rechaza la noción de que la castración química es “cruel e inusual”, como la ACLU la ha definido. “Incluso si la castración es una respuesta obligatoria a sus delitos, a mí me parece bastante claro que los delincuentes sexuales de niños han perdido su derecho a tener sus sexualidades intactas después de repetir sus delitos”.

Cantor dice que el peso emocional y cultural tanto del acto de castración como los atroces crímenes que la justifican legalmente hacen que sea difícil encontrar soluciones reales.

“Las situaciones como esta son tan evocativas emocionalmente que se han vuelto una oportunidad para señalar la ventajas”, dice refiriéndose a la reciente iniciativa de ley de Alabama. “Sería una ventaja adicional que la gente piense de forma objetiva y neutral a fin de eliminar la histeria que conduce a estas leyes”.

“¿Contar con los métodos de castración para cualquiera que los desee? ¡Maravilloso!”, continúa. “Pero usarlos como método de castigo es inmoral en cualquier estándar médico o psicológico”.

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