Antes de morir, este hombre vivió encadenado a una plataforma en el centro de Kyai Syamsul en Brebes, Java Central. Mientras estuvo ahí, sus tobillos se hincharon por los grilletes y su cuerpo se volvió escuálido, según un nuevo informe de Human Rights Watch.

(CNN) – Engkos Kosasih mantuvo a su hija de cincuenta años encerrada en una habitación en la casa porque pensaba que alguien le había lanzado una maldición. Había cerrado las ventanas con tablas para que no pudiera escaparse.

Durante 15 años, ella vivió en la oscuridad y el aislamiento.

“Ella se volvió destructiva, desenterraba los cultivos de otras personas y se comía el maíz crudo de las plantas. Yo estaba avergonzado y asustado”, dijo Kosasih.

Él inicialmente le ataba las muñecas y los tobillos con cables, pero ella lograba desamarrarse. Así que durante años, Kosasih la mantuvo encerrada en la habitación, y le entregaba sus platos de comida dos veces al día por medio de un agujero en la pared. Nadie entraba a limpiar. Su hija usaba piedras para cavar el piso de cemento en un intento por escapar, y dormía en medio de los escombros.

Práctica común

Pasung —la práctica de encerrar o confinar a los familiares que tienen problemas de salud mental— fue prohibida en Indonesia en 1977, pero sigue siendo sorprendentemente común.

Según Human Rights Watch (HRW), más de 57.000 personas en Indonesia con “discapacidades psicosociales reales o percibidas” han sido encadenadas o encerradas en espacios confinados al menos una vez en sus vidas.

Alrededor de 18.000 personas son parte de la práctica de pasung en la actualidad, dijo HRW en un informe publicado el lunes.

Un vocero del Ministerio de Salud de Indonesia aún no ha respondido a una solicitud de comentarios.

Kriti Sharma, un investigador de HRW que investigó y escribió el informe, encontró a la hija de Kosasih en un área rural de Cianjur, Java Occidental.

Sharma dijo que muchos indonesios creen que las personas con discapacidades psicosociales están poseídas por el demonio o por espíritus malignos.

“La superstición es tan prevalente que el primer paso es encontrar un sanador de la fe”, dijo.

Dos meses después de que HRW visitara a la familia, la hija de Kosasih fue liberada por su familia.

Trabajadores de asistencia sufren por una crisis de salud mental

Creencias persistentes

Desde hace mucho tiempo, el gobierno ha tratado de erradicar el pasung; sin embargo, las creencias supersticiosas, el estigma en contra de la salud mental y la falta de entendimiento sobre la salud mental es lo que mantiene a muchos con cadenas, incluso después de que son rescatados.

En Java Central, Carika, de 29 años, estuvo encerrada en un mugriento y apretujado cobertizo para cabras, “donde apenas podía ponerse de pie o moverse, y era obligada a comer, dormir y defecar en medio del nauseabundo hedor del excremento de cabra”, según HRW.

Carika fue liberada hace cinco años, pero su familia se quedó sin dinero para pagarle la medicina y su condición empeoró.

Hace solo unos días, regresaron a Carika al cobertizo.

“Es un ciclo vicioso. La medicina se acabó y ella empeoró. El tratamiento era demasiado costoso para la familia”, dijo Sharma.

Acceso a la atención

Según el Ministerio de Salud de la OMS, solo hay 48 hospitales de salud mental en Indonesia para una población de más de 250 millones. Más de la mitad de esos hospitales están ubicados en solo cuatro de las 34 provincias del país.

Incluso cuando una provincia efectivamente cuenta con un hospital, muchas familias no pueden pagar los costos de transporte para llegar ahí.

Aunque los servicios médicos básicos son proporcionados por los centros de salud de las aldeas, hay unos cuantos profesionales capacitados en materia de salud mental afuera de las grandes ciudades.

En Indonesia hay alrededor de 800 psiquiatras, o uno por cada 300.000 habitantes.

Esos pacientes que son trasladados a hospitales a menudo son sujetos a abuso o tratos poco ortodoxos, como la terapia por electrochoques. En los centros tradicionales, los curanderos a menudo le recitan el Corán al oído a los pacientes, los obligan a beber invenciones herbales y los someten a masajes vigorosos, incluso violentos, que dan lugar a dolorosas y extensas heridas, según HRW.

“Las nuevas instalaciones y servicios que existen a menudo no respetan los derechos humanos básicos de las personas que tienen discapacidades psicosociales, y contribuyen en gran medida a abusos en su contra”, dijo HRW.

La situación a menudo puede ser solo una leve mejoría frente a estar encerrado en casa.

“A las personas rutinariamente se les obliga a que duerman, coman, orinen y defequen en el mismo espacio”, dijo Sharma.

Romper el tabú: llegó el momento de hablar sobre la salud mental

Respuesta del gobierno

En 2014, el parlamento indonesio aprobó la ley de salud mental para mejorar el funesto estado de los servicios de salud mental en el país.

El próximo mes, se espera que el presidente indonesio Joko Widodo firme el proyecto de ley de personas con discapacidades, diseñado para proteger y promover los derechos de las personas con discapacidades.

Mientras HRW apoya el deseo del gobierno de promover la salud mental y ponerle fin a la práctica del encierro en casa, advirtió que las políticas deben ser implementadas plenamente en el terreno.

Eso significa otorgarle los derechos básicos y equitativos a una persona con discapacidades psicosociales o problemas de salud mental, según HRW.

“La idea de que alguien haya estado viviendo en su propio excremento y orina durante 15 años en una habitación cerrada, aislado y sin recibir atención de ningún tipo sencillamente es horrendo”, dijo Sharma.

“Muchas personas me dijeron ‘Esto es como vivir en el infierno’. Realmente lo es”.