Policías durante una redada en el barrio de Molenbeek

(CNN)– Bruselas es una pintoresca pero bulliciosa ciudad, famosa por sus plazas de postal, su chocolate y su cerveza, pero se está volviendo infame rápidamente, como un terreno fértil para el reclutamiento de combatientes yihadistas.

Bélgica ha sido una de las principales preocupaciones de oficiales antiterroristas por años debido al gran número de combatientes extranjeros que han viajado para unirse a ISIS y a otros grupos terroristas en Siria e Iraq. Muchos han regresado.

Este martes los temores se convirtieron en realidad. Ataques coordinados en la capital belga dejaron al menos 20 muertos en la estación de metro de Maelbeek y otros 10 más en el aeropuerto internacional

“Los belgas han estado sentados sobre una bomba de tiempo”, dijo un funcionario antiterrorista de Estados Unidos.

Funcionarios de inteligencia de Estados Unidos dijeron que no estaban sorprendidos por el ataque en Bruselas porque había preocupaciones sobre amenazas terroristas, particularmente luego de las recientes redadas y el arresto del principal sospechoso de los ataques de París, Salah Abdeslam.

Según la policía, la matanza de los ataques de París fue tramada aquí. Bruselas se encuentra a una corta distancia en auto de una serie de grandes ciudades: París, por supuesto, pero también Ámsterdam, Colonia, Estrasburgo, Frankfurt, Berlín; súbete a un auto o a un tren y casi cualquier persona puede viajar entre cualquier número de ciudades europeas en unas pocas horas. Hasta hace poco, sobre todo después de los ataques de París, algunas naciones europeas comenzaron a implementar controles de inmigración.

ISIS recluta a nuevos miembros

Per cápita, Bélgica tiene el mayor número de combatientes extranjeros en Siria comparado con cualquier nación de Europa occidental. Los expertos dicen que casi 500 hombres y mujeres han dejado Bélgica para dirigirse a Siria e Iraq desde el 2012.

Al mismo tiempo, dicen que más de 100 belgas han regresado a casa desde el territorio de ISIS… muchos enfrentan detención inmediata.

Sin embargo, todos los que hablaron con CNN admiten que estos números se quedan cortos; nadie sabe a ciencia cierta exactamente cuántos se han ido y cuántos han regresado.

El ministro del Interior de Bélgica, Jan Jambon, dijo a CNN antes de los ataques del martes que el trabajo de las fuerzas de seguridad para contrarrestar las amenazas terroristas está teniendo un impacto, pero admite que los reclutadores de ISIS aún pueden ejercer su actividad extremista en Bélgica.

“El reclutamiento continúa, a un nivel mucho más bajo de lo que estábamos acostumbrados, por ejemplo, hace dos años, pero sí, continúa”, dice. “Es difícil encontrar a las personas que son responsables… puedes hacerlo en un cuarto pequeño en todas las casas”.

Miembros de familias y de la comunidad que son lo suficientemente valientes como para tratar de detener la radicalización hablan abiertamente sobre las amenazas… y la posibilidad de que empeoren.

El imán Sheikh Sulayman Van Ael dice que debe hablar en contra de ISIS.

“Vivimos en una época donde todos los que tratan de hablar y luchar por la verdad encontrarán personas que tratan de impedir que lo hagan”, dice el imán belga Sheikh Sulayman Van Ael.

Para Van Ael, un converso que habla abiertamente sobre el tema del yihadismo, los peligros son muy reales; nos reunimos en secreto y su guardaespaldas ronda cerca a lo largo de nuestra conversación.

Sin embargo, él insiste: “No tengo miedo… estoy tomando precauciones, pero no me oculto; salgo y camino por todas partes. Lo que tenga que pasar, pasará. No es una sensación agradable saber que las personas son así. Pero no me asusta”.

Los imanes, dice, deben estar dispuestos a impugnar las justificaciones islámicas que son utilizadas por ISIS y los de su clase.

Sensación de exclusión

Geraldine Henneghien también se arriesgó a hablar con nosotros. Su hijo Anis es uno de los que fue reclutado para la causa de ISIS; lo mataron después en Siria.

Para ella las amenazas se han convertido en una realidad de la vida como cualquier otra; cuando le preguntamos si tenía miedo, se ríe con amargura: “¿Qué más puedo perder? Ya he perdido a mi hijo. Ya no me pueden hacer nada más”.

Henneghien dice que reconocer los indicios de que alguien está siendo radicalizado no es fácil.

“Cada señal es diferente, y cuando los ves por separado no parecen señales de radicalización”, explica. “Pero cuando uno ve la imagen completa, te das cuenta que estas son señales, que son parte del proceso de reclutamiento”.

Ali (no es su nombre real) estuvo de acuerdo en hablar con nosotros bajo la condición de anonimato. Sollozó cuando dijo que dos de sus hermanos, miembros del grupo radical islamista Sharia4Belgium, hicieron el viaje a Siria, donde uno de ellos murió en el frente de batalla.

Él cree que la discriminación y la “falta de oportunidades” en Bélgica ha impulsado a muchos jóvenes a buscar el peligro, ya que simplemente no se sienten aceptados en el país… los reclutadores yihadistas explotan este sentimiento de exclusión.

“El estado belga rechaza a los niños y a los jóvenes; dicen: ‘Todos son extranjeros, ¿por qué deberíamos darles un empleo?’ Nos llenan de odio, y dicen que no somos útiles; entonces, cuando los jóvenes ven lo que está pasando allá [en Siria], piensan: ‘Bueno, está bien, vayamos allí y seamos útiles’”.

Se hacen de la vista gorda

Ali cree que los servicios de seguridad belgas se están haciendo de la vista gorda ante el hecho de que la gente se dirige a Siria como una forma de deshacerse de ellos: “Ellos querían deshacerse de estos jóvenes al dejarlos ir”.

Él acepta que al final sus hermanos eran responsables de sus propias acciones, pero cree que se podría haber hecho más para detenerlos.

Una mujer sostiene un pedazo de papel que lee “Molenbeek” durante una vigilia con velas en honor a las víctimas de los ataques de París en Bruselas.

Henneghien dice que incluso reportó a su propio hijo ante la policía en un intento por impedir que saliera del país… en vano.

“Dos semanas antes de irse, acudí a la policía y dije: ‘Mi hijo tomará un avión en este día en particular para ir a Siria’”, nos dijo.

Preocupado de que pudiera ser miembro de una red terrorista, un magistrado añadió a Anis a una lista de vigilancia, pero aun así logró salir del país.

“El día que mi hijo se fue, fui a la policía para decirle a ellos y ellos no hicieron nada”, recuerda claramente Henneghien. “Me dijeron: ‘Su hijo no es menor de edad, por lo que no podemos hacer nada… puede ir a donde quiera, cuando quiera’”.

Anis tenía 18 años cuando salió de Bélgica en el 2014. Al año siguiente, dice ella, le dijeron que él había sido asesinado en Siria.

Nada puede devolverle a su hijo, pero Henneghien argumenta que Bélgica debería hacer más para animar a otros hombres y mujeres jóvenes como él para que regresen a casa.

“El mensaje de las autoridades es: ‘Bien, se fueron, así que no regresen’. No nos ayudan a recuperar a nuestros hijos, simplemente los dejan allí”, dice ella.

“En lugar de decirles: ‘Hablaremos con ustedes cuando estén en la cárcel sobre su motivación… y luego los ayudaremos a formar parte nuevamente de esta sociedad’, el mensaje que les dan es: ‘No, no vuelvan… si lo hacen, serán encerrados para siempre’”.

Jambon insiste en que el gobierno está trabajando duro para evitar que los jóvenes radicalizados salgan del país, pero admite que aún falta mucho por hacer.

“Hace un año y medio, 15 personas al mes partían hacia Siria o Iraq, ahora son menos de cinco. Cinco es demasiado, soy consciente de ello… como podrán ver la gente aún está partiendo para unirse a ISIS, no hicimos lo suficiente. Eso está claro. El objetivo, la meta, es cero personas”.

Sin embargo, Montasser Al De’emeh, fundador de un centro de desradicalización con sede en Bruselas, dice que hay formas de impedir que se vaya alguien verdaderamente decidido a irse.

“No puedes impedir a la fuerza que la gente se vaya”, dice. “Es imposible que esto sea la solución. Hay personas a las que se le impidió salir y fueron encarceladas; después de ocho años fueron puestas en libertad y se las arreglaron para salir”.

En cambio, dice, “puedes impedir que la gente se vaya al ayudarla a construir un futuro, al ayudarla a entender lo que realmente son”.

Respuesta enérgica

El hermano sobreviviente de Ali finalmente regresó a Bélgica, donde fue encarcelado. Sin embargo, Ali dice que la policía que investigaba la radicalización hizo sentir a la familia como si todos fueran criminales, ya que allanaron la casa de la familia mientras su esposa, hijos y su madre dormían.

“Fue como un atraco, como algo de las películas… habían aproximadamente diez de ellos, tal vez más, y apuntaban las armas hacia nosotros… ¿Por qué tanta violencia? No encontraron nada, ni armas, explosivos, nada. Pero la forma en que entraron a nuestra casa fue como si nosotros hubiéramos estado armados de pies a cabeza”.

Dice que las acciones enérgicas de las fuerzas de seguridad han sido contraproducentes, lo cual ha hecho que sus familiares, amigos y vecinos se vuelvan en contra de las autoridades: “Esto solo nos ha llenado de odio”.

El estudiante Yassine Boubout dice que fue detenido a punta de pistola, simplemente porque se parecía a otra persona.

Yassine Boubout, también, dice que las acciones de los agentes de policía y de seguridad están haciendo que cada vez más musulmanes belgas actúen en contra de su propio país. El estudiante de 18 años de edad, dice que fue víctima de discriminación racial, fue tratado “como un terrorista”, y detenido a punta de pistola cuando trató de comprar el almuerzo.

“Tomé mi comida y antes de llegar a la caja sacaron una pistola, un arma militar, y me la pusieron en el rostro”, recuerda. “Me ordenaron, ‘¡Ponte de rodillas ahora!’

“Seguí preguntando: ‘¿Qué está pasando? ¿Por qué estoy aquí? Por favor, quiten esa arma de mi rostro’. Estaba lista para ser disparada, no tenía el seguro y el dedo estaba literalmente en el gatillo… un pequeño movimiento que los asustara y estoy seguro que me habrían disparado… temía por mi vida”.

Después de 20 minutos sobre sus rodillas en la tienda, donde era un cliente habitual, Boubout dice que fue arrojado a una celda de la policía durante más de tres horas antes de ser liberado sin cargos… y sin ninguna explicación. Una semana más tarde, dice, le dijeron que había sido detenido porque “se parecía a un sospechoso… que encajaba con la descripción y eso fue todo”.

Boubout dice que ese tipo de trato “les da a las personas que reclutan un arma que pueden utilizar, ya que pueden decirles: ‘Ves, esta sociedad es una sociedad racista, que no te quiere aquí’. Ese es un factor clave que ellos utilizan”.

El racismo, un factor que los impulsa

Los miembros de la comunidad musulmana de Molenbeek -un distrito de clase trabajadora que ha sido conocida como un semillero de la ideología yihadista violenta-, asisten a las oraciones del viernes en la mezquita de Attadamoun.

Jambon dice que la mayoría de los jóvenes musulmanes están bien integrados en la sociedad belga, pero admite que su gobierno debe esforzarse más para que algunos se sientan “como en casa” en su propio país, tomando en cuenta que un sentimiento de alienación podría exponerlos a la amenaza de la radicalización.

“Estamos hablando de una tercera y cuarta generación de inmigrantes; estos jóvenes nacieron en Bélgica, incluso sus padres y madres nacieron en Bélgica, y aun así están expuestos a este tipo de mensajes. Esto no es normal… en Estados Unidos, la segunda generación llega a ser presidente; aquí, la cuarta generación es un combatiente de ISIS… así que, es algo en lo que debemos trabajar”.

Van Ael dice que los musulmanes belgas también deben poner de su parte.

“No hay ninguna razón por la cual no deban sentirse belgas… este es el país en el que se criaron. Este es el país en el que han sido alimentados, donde fueron a la escuela, en el que encontraron amigos y donde practicaron deportes. Entonces, ¿por qué, de repente, no se sienten ciudadanos belgas?”, pregunta.

“No hay razón para sentirse así. Creo que es parte de nuestro islam que protejamos al país en el que fuimos formados y tratemos de hacer prosperar al país en el que vivimos”.

Sin embargo, para los que son dejados atrás por los aspirantes a yihadistas, Ali tiene una severa advertencia. Él dice que la decisión de sus hermanos de partir a Siria —y el trato que las autoridades belgas les dan a las personas que quedan atrás— ha “destruido” a su familia.

“Esto ha destrozado todo”, dice, llorando. “Nuestro futuro parecía brillante, pero ahora no nos queda nada”.