(CNNMoney) – Existe un episodio en el pasado de Donald Trump que muestra justo cuán lejos podrá llegar este empresario multimillonario para salirse con la suya.
Empezó en 1981. Trump compró un edificio de 14 pisos en una zona exclusiva frente al Central Park de la ciudad de Nueva York.
Su plan era demoler el edificio y reemplazarlo con lujosos condominios. Pero primero él necesitaba que un pequeño grupo de inquilinos de renta congelada salieran de allí.
Para obtener resultados positivos, Trump jugó duro, según las demandas presentadas por los inquilinos. Los arrendatarios dijeron que él cortó la calefacción y el agua caliente e impuso duras reglas para el edificio. Trump inclusive propuso acoger a personas indigentes en el edificio.
Esto continuó durante cinco años mientras que Trump peleó con inquilinos, abogados de bienes raíces, reguladores estatales de Nueva York y oficiales de la ciudad.
CNNMoney examinó 2.895 documentos legales –la mayoría de ellos ahora solo disponibles en microficha en los tribunales del estado de Nueva York– que detallan una lucha que ahora ya ha sido en buena parte olvidada.
Goteras, ratas y amargo frío
Para 1985, Trump ya era la personificación del empresario estadounidense bravucón. A los 35 años de edad, él ya había cerrado tratos multimillonarios históricos de tierras, salvado un centro de metro asolado en la periferia del centro de Manhattan y estaba en el proceso de levantar la gigantesca Trump Tower de cristales negros.
El siguiente movimiento en su juego de Monopoly de la vida real vino en julio de 1981, cuando compró un hotel y su vecino, un edificio de renta congelada situado en el 100 Central Park South.
Dos meses más tarde él solicitó un permiso de demolición para derribarlo. Trump despidió al administrador de la constructora y lo reemplazó con Citadel Management. En su libro: The Art of the Deal, Trump personalmente dijo que escogió una compañía “especializada en la reubicación de inquilinos”.
Justo unos meses más tarde, en la víspera de Año Nuevo, varios inquilinos recibieron cartas idénticas de advertencia por “incumplimiento de contrato de arrendamiento”. El propietario anterior del edificio le había dado permiso a los inquilinos para tirar paredes y reformar sus apartamentos. Pero Trump estaba revocando esa excepción y los inquilinos tenían solamente 12 días para reconstruir las paredes… o hacerle frente al desalojo.
Los arrendatarios contrataron un abogado de bienes raíces conocido en Nueva York por ser particularmente agresivo. Ellos demandaron a Trump y a su compañía, Park South Associates. CNNMoney identificó al menos dos casos en los cuales los jueces del estado de Nueva York intervinieron y pusieron en espera los avisos de violación del contrato de arrendamiento de Trump.
En sus demandas de 1982, los arrendatarios dijeron que Trump había cortado el agua caliente y la calefacción de sus apartamentos durante los congelantes inviernos de Nueva York y que detuvo todas las reparaciones del edificio. Uno de ellos afirmó que él permitió “una infestación de roedores en el lugar”. Otro dijo que impuso nuevas y pesadas normas en un intento por desalojarlos.
Por ejemplo, el nuevo administrador del edificio de Trump afirmó que habían robos en el edificio. A los dentistas que tenían clínicas en el edificio se les ordenó que los pacientes usaran el elevador de servicio lleno de basura, según los documentos de la gerencia del edificio y la demanda de un dentista que intentó luchar en contra de esto.
El Dr. Michael Richman se negó a cumplir con la nueva norma, y se quejó en documentos legales de que Trump “montó una campaña de acoso”.
“El señor Trump está dispuesto a recurrir a cualquier estratagema o táctica para expulsar a los inquilinos del edificio”, dijo.
Los abogados de Trump se defendieron, cuestionando si el consultorio del dentista siquiera clasificaba para el control de alquileres.
En aquel entonces, muchos de los inquilinos del edificio eran jubilados o profesionales de más edad y desde entonces han muerto. Todo lo que queda de su historia se detalla en declaraciones juradas y testimonios judiciales.
Una vez, Trump demandó a un inquilino por no pagar la renta… aunque la persona, Anderson Clipper, en realidad sí había pagado. El juez de la ciudad de Nueva York, Jay Stuart Dankberg, finalmente arremetió contra Trump por la demanda “falsa e innecesaria”, según el diario The New York Times. El juez desestimó la demanda, dijo que Trump estaba tratando de “hostigar” a Clipper y forzó a reembolsar el 5% del alquiler de Clipper.
“Para la mayoría de los arrendadores, la felicidad es tener un inquilino que paga el alquiler cada mes sin tener que presionarlo o demandarlo”, escribió Dankberg. “Sin embargo, aparentemente [Trump] busca una doble felicidad”.
Clipper murió en octubre pasado. Su exesposa Nancy Clipper, de 72 años de edad, Nancy Clipper, no vivió con él en el edificio de apartamentos regulado por Trump. Pero ella recuerda todo lo que él soportó con Trump como su arrendador: las demandas y su negativa para arreglar las cosas.
“Fue realmente una experiencia horrible”, le dijo ella recientemente a CNNMoney. “Él era insensible, grosero y, por lo general, simplemente un hombre desagradable. Yo jamás lo habría considerado como un posible candidato a la presidencia”.
Trump cuenta una historia muy diferente en su libro: The Art of the Deal. Él describió a los inquilinos como “yuppies” privilegiados y ricos que se beneficiaban injustamente del congelamiento de alquileres. El alquiler que Trump cobraba a duras penas cubría los gastos. Por esa razón, él instaló bombillas más baratas e hizo recortes, escribió.
“Si hay algo que he aprendido sobre los ricos, es que tienen un umbral muy bajo para incluso la más leve incomodidad”, escribió Trump.
Para ser justos, estas personas tenían un acuerdo increíblemente agradable: viviendas de bajo alquiler a poca distancia de los teatros de Broadway y Carnegie Hall. El Dr. Richman pagaba 700 dólares al mes por el apartamento 5C. El diseñador de moda Arnold Scaasi pagaba 985 dólares por su alucinante apartamento con seis habitaciones y las estupendas vistas hacia el parque.
En la ciudad de Nueva York, esto es parte de la leyenda. Pero la ley los protegía y, aún así, Trump mantuvo la presión.
El encargado del edificio, Anthony Ramírez, juró ante el tribunal que los administradores del edificio de Trump le dieron instrucciones explícitas.
“Ellos no querían que se hiciera ninguna reparación, ninguna limpieza, que no se aceptaran paquetes”, dijo Ramírez, según las transcripciones de una audiencia del tribunal.
Como resultado, el lujoso apartamento de Scaasi estaba plagado de goteras… una de ellas puso en peligro su colección de arte, la que incluía una pintura de Picasso de 1926 y obras de arte de Claude Monet y otros.
Una fuga de la tubería de agua de 10 meses en el apartamento 14B llegó a tal punto que dos hermanos que crecieron allí vieron hongos marrones con blanco que brotaban de la alfombra de su habitación, según documentos legales y recientes entrevistas de CNNMoney.
“Se sentía como que estábamos bajo ataque”, le dijo uno de los hermanos, que ahora tiene 57 años de edad y que vive al norte de la ciudad, a CNNMoney recientemente. “Trump hizo todo lo posible para no reparar nada”.
Luego realmente jugó sucio.
En 1982 y 1983, Trump sacó anuncios en periódicos en los que ofrecía refugio para los indigentes en el edificio de apartamentos. La medida fue considerada por los inquilinos como un intento despiadado para expulsarlos.
Trump lo negó y le dijo al diario The New York Times: “Algunas personas piensan que solo estoy haciendo un número contra las personas en el edificio. Eso no es cierto, solo quiero ayudar con el problema de las personas indigentes. Me tomará dos o tres años que las personas desalojen y, mientras tanto, tendré más y más apartamentos para los indigentes”.
Incluso se ofreció a pagar por enfermeras y suministros médicos para tratar a las personas indigentes.
Sin embargo, un alto funcionario de la ciudad, el administrador adjunto de la Administración de Recursos Humanos, Robert Trobe, le dijo al Times que la oferta de Trump no “parecía apropiada”.
También se afirmaba que había espionaje. El encargado del edificio de Trump le dijo a Ramírez, el encargado, que supervisara “los hábitos personales de los inquilinos” y que “mantuviera una lista de las actividades de los inquilinos”, según su repetido testimonio bajo juramento en varias transcripciones.
Ramírez se resistió.
“Señor, yo tengo demasiadas cosas en mi conciencia en esta etapa final de la vida, y no necesito más dolores de cabeza. Estoy aquí para hacer mi trabajo y hacer reparaciones en el edificio”, recordó Ramírez que le dijo a un representante de la gerencia del edificio.
“¿Qué eres, un cristiano nacido de nuevo?”, le respondió el gerente.
En una declaración jurada firmada el 18 de abril de 1985, Trump negó estos reclamos. En primer lugar, Trump afirmó que él no se encargaba directamente de la propiedad del edificio, Park South Associates (a pesar de que los documentos corporativos muestran que él era propietario del 60% de la compañía y que era el único oficial en la lista). Luego juró que mantendría el edificio en su mejor forma. Además, la inspección de un año antes de parte de la agencia de vivienda del estado de Nueva York lo respaldó pues encontró que “todas las zonas comunes estaban limpias”.
Pero en 1985, la misma agencia estatal fue tras Trump también. La Sección de Viviendas y Renovaciones Comunitarias del Estado de Nueva York lo demandó y lo acusó de acosar a los inquilinos. Meses después, la ciudad de Nueva York presentó una demanda similar.
Ese año hubo un breve destello de paz. Según los documentos legales, Trump y el líder de la asociación de inquilinos discutieron un acuerdo potencial: Los inquilinos se unirían y comprarían el edificio por 15 millones de dólares… y se librarían de su arrendador.
Pero Trump utilizó esa oportunidad para acusar a los inquilinos de conducta turbia: usar las demandas de acoso para encubrir su verdadera misión.
Los inquilinos estaban “llevando a cabo una incesante guerra del tipo de guerrilleros… para coaccionar una venta de ganga del edificio”, afirmaron los abogados de Trump en documentos legales. Él los demandó por 150 millones de dólares.
Esto tan solo intensificó la batalla legal. Para 1986, Trump había gastado más de 1 millón de dólares luchando contra los inquilinos, según sus abogados en ese momento. En comparación, él hubiera gastado 160.000 dólares en reparaciones a lo largo de cuatro años, según declaraciones presentadas por su equipo legal.
Trump finalmente negoció con la asociación de inquilinos en 1986. Él acordó con los abogados de la asociación por un pago de 550.000 dólares y estuvo de acuerdo en que la agencia de vivienda supervisara las reparaciones durante cinco años.
Un apartamento de un paciente con cáncer lleno de polvo
Pero el presunto acoso se prolongó con una pareja de ancianos, Alvin y Catalina Meyer. La anciana estaba muriendo de cáncer y estaba plagada de enfisema… por lo que fue una sorpresa sumamente grosera cuando los trabajadores de construcción de Trump la despertaron a las 7 de la mañana mientras perforaban agujeros en el techo sobre su cama.
El equipo de construcción también había establecido una estación de trabajo en el apartamento de al lado, y la señora Meyer se quejaba del polvo en el aire.
“Soy una mujer muy enferma luchando por mi vida”, dijo en documentos legales. “He suplicado algo razonable, el arrendador no resulta ser razonable”.
Después de casi una década de lucha incesante, los inquilinos comenzaron a molestarse uno con el otro. Trump dijo que no podía arreglar el sistema de calefacción del edificio puesto que Meyer no les dio permiso a los trabajadores de la construcción para entrar en su apartamento. Los otros inquilinos le dijeron a Meyer que diera marcha atrás. La demanda de Meyer se esfumó cuando su propio abogado la abandonó.
Los combates se fueron extinguiendo en la década de 1990… luego reaparecieron en 2000 cuando Carmen Reingold, de 72 años de edad, en el apartamento 2A demandó a Trump en la corte del Estado de Nueva York cuando le sobrecargó 40.000 dólares en alquiler a lo largo de cuatro años. Él le pagó ese dinero.
Durante la semana pasada, CNNMoney contactó varias veces a la campaña presidencial de 2016 de Trump con preguntas, pero no ha recibido ninguna respuesta.
Al final, ningún juez dictaminó que los inquilinos estaban siendo acosados. Después de todo, él efectivamente lo solucionó. Pero Trump tampoco se salió con la suya. El edificio sigue en pie hoy en día. Según los registros de la ciudad, la empresa de Trump posee 18 unidades del edificio. Eric, el hijo de Trump, es propietario de un apartamento en el último nivel. Al menos dos inquilinos en realidad compraron sus apartamentos, pero la mayoría se mudó.
Pero este sigue siendo un momento decisivo que muestra su carácter, dijo Wayne Barrett, un periodista de investigación en Nueva York que documentó el imperio del hombre de negocios en el libro “Trump: The Deals and the Downfall”.
“Esta fue una elección concreta que él hizo, a sabiendas de que iba a perturbar la vida de muchas personas de ingresos medios, personas de edad avanzada”, dijo Barrett. “Él no tiene ninguna excusa en absoluto”.