Soldados del ejército afgano patrullan en Lashkar Gah, provincia de Helmand.

KABUL (CNN) – A veces sabes que las cosas van mal en la guerra cuando tu enemigo está justo frente a ti.

A más o menos 4,8 kilómetros afuera de la ciudad de Lashkar Gah, ubicada al sur, los soldados afganos pueden ver una bandera blanca. No es una bandera de rendición… todo lo contrario.

La bandera pertenece a los talibanes, y muestra exactamente lo cerca que el grupo armado está de la capital de la provincia de Helmand.

A pesar de que el gobierno afgano está seguro de que el ejército puede mantener y retomar el terreno, la estratégica provincia por la que cientos de tropas de la OTAN murieron en la lucha está más cerca que nunca de caer en manos del Talibán.

El resurgimiento talibán

Quienes están dentro de Lashkar Gah están comprensiblemente nerviosos.

Un oficial de la policía de Helmand, quien no quiere ser identificado por su propia seguridad, dijo a CNN el domingo que el ejército no había hecho ningún avance reciente, y al menos cinco distritos de la provincia estaban ya bajo el control total de los talibanes.

El oficial dijo que esto incluía las ciudades de Musa Qala y Nawzad, y que una ofensiva del ejército para retomar la ciudad de Khanisheen fue rechazada recientemente por los talibanes.

Lashkar Gah actualmente está bajo amenaza desde dos direcciones por el grupo militante, dijo el oficial.

El oficial confirmó lo que muchos analistas han temido durante mucho tiempo: que el cultivo de opio, altamente valioso y que ahora está siendo cosechado en Helmand, es una razón clave detrás de la atención que el Talibán ha puesto en la provincia del sur.

Incluso una pausa temporal en los enfrentamientos de Helmand, en la última semana puede ser atribuida al interés de los talibanes por conseguir la cosecha de amapola, dijo el oficial.

‘No caerá’

Representantes del gobierno rechazan enérgicamente cualquier sugerencia de que Helmand esté bajo la amenaza del control de los talibanes, o que Lashkar Gah vaya a ser invadida.

“No caerá. Si cae, no hay duda de que renunciaré, pero no caerá”, dijo a CNN el ministro de defensa en funciones Masoom Stanikzai.

“No hay un panorama esperanzador en Helmand. Es una lucha difícil y hay muchos combatientes que vienen desde el otro lado de la frontera con Pakistán; no hay duda al respecto”.

Él le atribuyó los avances recientes a la asistencia pakistaní, una acusación que los funcionarios afganos repiten con frecuencia.

“¿Por qué ignoramos este hecho? Vayan a Quetta, vayan a Peshawar. ¿Qué diablos están haciendo allí esas bases militares? ¿Cómo se están moviendo ahí? ¿Cómo se están comunicando ahí?”

‘Un mal año’

El ejército afgano ha luchado en Helmand, donde los funcionarios de EE.UU. se mostraron muy críticos en relación con su anterior liderazgo en la provincia.

“El 2015 fue un mal año, pero yo le atribuyo gran parte de esos fracasos a los fracasos del liderazgo”, dijo a CNN el general Buchanan, el jefe de estado en funciones para las operaciones de las fuerzas estadounidenses.

Recientemente dijo que los jefes del ejército afgano eran “extraordinarios” y que “todavía tienen un difícil conjunto de operaciones ante ellos, pero estoy completamente en desacuerdo con que Lashkar Gah esté al borde de caer”.

A medida que Afganistán avanza hacia el verano y hacia los cálidos meses conocidos como la estación de los combates, se reforzarán los retos existentes debido a las enormes pérdidas que las fuerzas gubernamentales soportaron en todo el país durante 2015.

Los funcionarios estadounidenses calculan que 5.500 miembros de las fuerzas de seguridad afganas murieron solo este año, muchos más de los 3.500 que la OTAN perdió en su campaña de una década.

Unirse al Talibán

Exsoldados afganos han desertado y se han unido al Talibán.

El ejército afgano no solo está perdiendo tropas a causa de la muerte: son muchos los soldados que abandonan sus filas.

CNN conoció a dos desertores en Helmand cuyas historias demuestran la amplitud del problema, quienes han llevado sus habilidades —meses de entrenamiento financiado por los contribuyentes estadounidenses— al Talibán.

“Hice ocho meses de entrenamiento en el ejército y juré servir a este país”, dijo un desertor.

“Sin embargo, la situación cambió. El ejército nos decepcionó, así que tuvimos que acudir a los talibanes, quienes nos tratan como invitados”.

Ambos hombres aún tenían sus uniformes viejos, sus identificaciones del ejército e incluso las tarjetas bancarias que utilizaron para retirar sus salarios oficiales.

“Decidí salirme del ejército cuando mis camaradas muertos y heridos yacían en la base y nadie los llevó al hospital”.

“El entrenamiento que recibí en el ejército es muy útil ahora, ya que estoy entrenando a los combatientes del Talibán con el mismo conocimiento”.

Cifra récord de bajas

Más de 3.500 civiles murieron el año pasado solamente, y otros 7.500 resultaron heridos… estas son cifras récord.

Las historias de quienes han huido a Lashkar Gah brindan una imagen de lo que los afganos soportan todos los días, algo que a menudo queda fuera del centro de atención global.

“Mi peor recuerdo fue cómo una fiesta de boda recibió el impacto de un mortero, lo que causó la muerte de un gran número de mujeres y niños”, dijo un hombre.

“La policía se fue luego de que las luchas se intensificaran y me dijeron que me trasladara a un rincón vacío de la aldea. Pero siguieron las balas y los misiles, y mataron a diez personas. Así que hui aquí”.

Otro hombre vino de un área que ahora está bajo el control de los talibanes para comprar productos en Lashkar Gah, y describió la relativa calma en la ciudad de Musa Qala ahora que los talibanes tenían el control.

“El bazar ahora está lleno de personas cuando solía estar vacío. Eso se debía a que la seguridad no era buena y algunas personas evitaban a las fuerzas del gobierno ahí”.

Aun así, los funcionarios del gobierno insisten en que cambiarán la lucha en Helmand en los próximos meses.

El ministro interino de defensa, Stanikzai, dijo que gran parte de la batalla en contra de la insurgencia giraba en torno a reforzar la percepción pública de que el gobierno estaba ganando.

“No se trata del campo de batalla, sino de la confianza en las personas en el futuro político. Tenemos que crearla. Tenemos que trabajar en eso”, dijo.

“Tenemos que defender al país”.