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(CNN) – El presidente Barack Obama recibió una fría recepción de los líderes de Arabia Saudita tras aterrizar en Riad el miércoles, un claro signo del enfriamiento de las relaciones entre quienes alguna vez fueron muy cercanos aliados, en medio de una agitación regional y el desplome de los precios del petróleo.

Cuando Obama aterrizó en Riad poco después de la 1:00 p.m. hora local, no hubo besos con el Rey, tal como si fue alguna vez el caso de George W. Bush. El gobierno de Arabia Saudita envió al gobernador de Riad en vez de un funcionario real de alto nivel para estrechar la mano de Obama, algo muy distinto a lo visto más temprano en el día, cuando el rey Salman fue mostrado en la televisión estatal dando la bienvenida a líderes de otras naciones del Golfo desde la plataforma.

Usuarios de redes sociales rápidamente denominaron a la recepción, que no fue transmitida en vivo en la televisión estatal, como un desaire y un signo de que la relación largamente lubricada por los barriles de petróleo ahora enfrenta profundos cuestionamientos de ambos lados.

A pesar de la frialdad de la recepción, sin embargo, analistas y exfuncionarios dicen que los dos países no están al final de una relación amorosa, sino que son vistos como un matrimonio que no es feliz en el que ambas partes, para bien o para mal, están atadas una a otra.

“A pesar de esas diferencias, Arabia Saudita y Estados Unidos no se están divorciando”, dijo Bruce Riedel, director del Proyecto de Inteligencia en la Institución Brookings y un exoficial de la CIA. “Nos necesitamos unos a otros”.

El asunto es difícil de abordar. Los saudíes tienen poca confianza en el compromiso de Obama en su seguridad y temen que esté cambiando las atenciones de Estados Unidos hacia su rival, Irán. Obama ha descrito a los saudís como los “llamados aliados” y se ha quejado de que sus políticas han alimentado el terrorismo contra Estados Unidos y el caos regional.

En el Congreso de Estados Unidos, un creciente retumbar de tambores de críticas a Arabia Saudita está encontrando cabida en los esfuerzos por restringir la venta de armas a Riad, exponer el supuesto involucramiento saudí en los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 y permitir que el gobierno saudí pueda ser demandado por lo ocurrido en ese día de destrucción y muerte.

El clamor coincide con un incremento en los recursos energéticos domésticos que limitan la dependencia de EE.UU. de crudo extranjero. Además, los aliados están divididos por una serie de cuestiones que incluyen la forma de abordar las guerras en Siria y Yemen, el acuerdo nuclear con Irán y la influencia de Teherán en Iraq.

Esos asuntos regionales serán parte de la agenda de Obama durante su visita esta semana a Medio Oriente mientras busca respaldo en su lucha contra ISIS en Iraq y Siria. Y esas son dinámicas que persistirán y le darán color a la relación entre EE.UU. y Arabia Saudita durante el mandado del siguiente ocupante de la Casa Blanca.

Un funcionario de EE.UU. dijo que la ausencia de Salman durante la llegada no fue tomada como un desaire y subrayó que Obama raras veces recibe a líderes extranjeros cuando aterrizan en EE.UU. para reuniones.

Poco después de su llegada, Obama se dirigió inmediatamente al Palacio Erga en la capital para sostener pláticas con Salman, el monarca de 80 años al que espera convencer de tomar un rol más activo en la lucha contra ISIS.

Los líderes intercambiaron bromas durante una breve sesión de fotos al comienzo de la reunión, que duró por casi dos horas. A través de un traductor, Salman dijo a Obama que estaba “muy complacido” de ser su anfitrión en el reino, mientras que el líder estadounidense dijo al monarca que estaba agradecido por su hospitalidad. Ninguno hizo comentarios posteriormente.