Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Encuentro. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) – Una televidente me pregunta, con cierto retintín, si no me aburro de advertir un día sí y otro también que “las imágenes que vamos a mostrar podrían resultar perturbadoras, incluso para los más curtidos”. Pues no y, si me aburriera, tendría dos trabajos porque es norma de esta casa hacer esa advertencia como también otras consideraciones que alejen a nuestro programas del morbo y la ordinariez.
Pero Arturo Pérez-Reverte, buen escritor y hombre de mala uva, cree que esa advertencia antes de, por ejemplo, la imagen de un niño refugiado ahogadísimo y abandonadísimo en una playa griega es baladí porque el mundo seguirá siendo lo que es y porque luego, la misma televisión que hace esa advertencia emite una película de zombies asquerosamente violentos o un programa de celebrities idiotas y de medio pelo que luchan por sobrevivir en una isla de la Polinesia o en una casa-cárcel mientras una cámara les sigue por todas partes .
En la columna que publica el padre del capitán Alatriste en la revista XL El Semanal, que circula como suplemento dominical en decenas de diarios de España, el escritor dice que, cuando uno advierte que va a presentar imágenes duras, suceden dos cosas: se saca de corre-corre a los niños de la habitación o todos, hasta la abuela con demencia, se postran ante el televisor.
Pérez-Reverte admite que “para reflejar el horror ni siquiera hacen falta cadáveres”, pero critica ese afán que tenemos de mirar hacia el otro lado y permanecer “en la nube aséptica mientras podamos, cerrando los ojos, o entornándolos”. Pero, cómo vivir con todas las imágenes que genera la actualidad, con todas las frases que producen los que mandan, con todos los desplantes de los que sobresalen por sus lentejuelas y sus dineros.
Si le respondo a la televidente, tal vez le diga que lo de la advertencia ante una imagen fuerte no resulta ni engorroso ni ridículo, pero tener que significar que aún queda gente buena en este mundo: eso sí cuesta y hasta duele.