El camino para la paz en Colombia apenas comienza, y no será fácil. Así lo ven algunos colombianos que por distintas circunstancias se fueron del país y siguen –con expectativa y esperanza- el proceso a miles de kilómetros de distancia.
Para ellos la paz no la traerán los políticos, ni la firma de un papel. La traerá el paso del tiempo y, con él, el perdón de una sociedad que ha sufrido el estigma de cinco décadas de violencia, de cinco décadas de miedo, de familias que lo han perdido todo o casi todo.
“Estoy seguro que vamos a lograr la paz”, le dijo a CNN en Español el cantante colombiano Manuel Medrano, quien vive ahora en Miami, se mostró “emocionado” por la nueva puerta que se abre para su país. “Estoy seguro también que la paz empieza por nosotros mismos, por nuestras casas y eso es lo primordial que tenemos que buscar, más allá de firmar un papel, hacerlo realidad en nosotros mismos, aprender a perdonar a dejar de juzgar y querernos, querer nuestro país, nuestras raíces, saber todo lo bonito que hay en nuestro país, conservarlo”.
El perdón es el principal escollo. Olvidar parece una tarea demasiado difícil.
“¿Cómo puedes llegar a perdonar que alguien te lo quite todo?”, se pregunta Ángela Rodríguez, quien reside en Galicia, en el noroeste de España, y es originaria del Cauca. “Es muy difícil poder llegar a perdonar que alguien te haya quitado todo, tu casa, tus padres… Yo no lo podría hacer”, dijo en entrevista con CNN en Español.
Para Ángela serán necesarias varias “generaciones” antes de que el proceso de paz se estabilice, y el camino “será difícil”.
“Son 50 años de conflicto. Hay secuelas”, dijo por otro lado Jorge Pérez, que ahora reside en la Ciudad de México, pero “es importante aprender a perdonar de corazón y tener un espíritu de conciliación”.
“Tenemos que dar un paso adelante y garantizarle a la sociedad que tenga una paz, pero una paz con verdad, con justicia y una paz con lealtad”, agrega.
La mirada desde el extranjero: romper “la barrera”
Cuando Ángela llegó a Galicia tenía 18 años. Han pasado 12, aunque no renuncia a la idea de volver.
Llegó para estudiar periodismo, una profesión –dice- que no se podía hacer con libertad en Colombia. Dejó atrás a su familia y su ciudad, Popayán, capital del departamento del Cauca, para perseguir su sueño.
Aunque reconoce que la violencia en Colombia no fue el motivo para irse –“pero sí un aliciente”-, la oportunidad de vivir en el extranjero le dio una visión distinta de su país y del conflicto colombiano.
“Ahora yo tengo la visión de un país que vive en paz. Pienso cómo estaba allí y me parece increíble”.
“Allí te creas una barrera”, cuenta. “Normalizas todo. La violencia la normalizas, las muertes las normalizas. Ves un informativo de la tele en el que te pone que han matado a 20 personas o han secuestrado a 50, entonces tú lo normalizas”.
“Pero cuando ya vives aquí, y te desligas un poco de ese nivel de violencia, te preguntas ¿cómo podía vivir? Esas situaciones de violencia extrema las normalizas porque si no te vuelves loco, no podrías vivir”.
Ubicado en el suroeste de Colombia, el departamento del Cauca es uno de los más pobres del país, según el Programas de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y está entre los cuatro departamentos –junto con Putumayo, Nariño y Norte de Santander– donde se localizaban los cinco municipios con mayor superficie sembrada de coca en 2012, según el reporte de 2013 de la organización de la ONU contra la droga y el delito (UNODC).
De los más de 7 millones de víctimas del conflicto armado en Colombia, 263.394 son de Cauca, según el Registro Único de Víctimas.
“Decías: ‘No sé si esta vez mi padre va a ir a la finca y va a volver. No sé si esta vez al viajar de Popayán a Cali en ese trayecto a un amigo lo va a parar la guerrilla y lo va a secuestrar’”, cuenta Ángela.
Ahora, para Ángela, la sociedad colombiana enfrenta un gran reto: cómo integrar a personas que solo conocen el lenguaje de la violencia. “Hay que tratar el tema de que son personas que muchas veces lo único que saben es tener un arma para conseguir las cosas, y eso lo van a hacer con armas legales, con armas de la guerrilla o con armas que puedo seguir en el mercado negro”.
“La gente muchas veces dice que la integración será fácil”, dice, “pero vive tú en una ciudad en donde se van a integrar, no sé, 1.000 guerrilleros. Y que de repente tu ciudad se convierta en una ciudad insegura”.
“La guerrilla siempre ha hecho daño. Son terroristas”, sostiene Christian, quien no quiso dar su apellido y reside también en la Ciudad de México, pero “todo el mundo tiene derecho a un cambie”. “Ojalá que sí cambien. Todo el mundo tiene que pagar, pero todos cometemos errores”.
El proceso, como todos dicen, será largo y difícil, pero desde España, desde México o Miami, anhelan la paz para su país.
“Nosotros en el extranjero nos sentimos muy satisfechos por que Colombia está dando un paso muy importante”, sostuvo Pérez.
“Van a venir cosas muy bonitas de nosotros para el mundo, y para nosotros los colombianos”.