Nota del editor: Frida Ghitis es una columnista de asuntos globales en The Miami Herald y World Politics Review, y es una exproductora y excorresponsal de CNN. Síguela en @FridaGhitis. Las opiniones expresadas en esta columna son solamente las de la autora.
(CNN) – En el momento en que las noticias sobre el tiroteo en Orlando comenzaron a conocerse poco a poco a través de redes sociales -primero mediante un cuenta a gotas siniestro y luego como una hemorragia de horror- pudimos ver cómo las posiciones políticas comenzaron a tomar forma y poco a poco crecieron en intensidad.
Los doctores están pidiendo donaciones de sangre y familia desesperadas están intentando localizado a sus seres queridos. Pero el potencial político de la tragedia ha comenzado a elevarse, ineludiblemente, como una enorme luz sobre el horizonte.
En las muchas batallas ideológicas causando estragos en nuestro turbulento y confuso mundo, la masacre en un club gay en una ciudad estadounidense luce como si le fuera dar la victoria a un bando y la derrota al otro. Daría evidencia, empírica, para reforzar ciertos puntos de vista sobre unos de los desacuerdos sociales más feroces en nuestro mundo cambiante. Pero, ¿cuál?
Entonces algo ocurrió. En lugar del relativamente claro y usual resumen de evidencia, los hechos en este caso parecen tocar todas las líneas del debate. Los estadounidenses ahora se encuentran enfrentando a sí mismos un momento donde la más sana reacción frente a la locura -especialmente en esta particularmente fea campaña política– es hacer lo impensable: buscar un interés común.
Los eventos de este día nos llevaron a través de esta lucha y nos mostraron por qué nos debe de sacar, ineluctablemente, juntos.
Desde las primeras horas todos intentaron mantenerse al tanto de los detalles. ¿Resultaría un tiroteo a manos de un extremista musulmán, como muchos otros antes, por una vil ideología anti occidental, anti moderno y por tanto que alimentara los argumentos sobre política exterior y doméstica con respecto a la inmigración, el medio oriente y el radicalismo?
¿Se convertiría en otro motivo para debatir sobre la enseñanza del Islam, con la discusión cruzando la línea razonable para mitigar los prejuicios, para luego regresar sobre esa línea que dice que el tema no puede ser tocado en absoluto?
¿O esto resultaría otra tragedia con esa textura áspera que se ha vuelto muy familiar en Estados Unidos: una matanza al parecer al azar, un “tiroteo masivo”, sin conexión al Islam o la geopolítica, quizá otro caso de individuos enfermos mentalmente con fácil acceso a armas letales?
¿O sería esto otro caso de ‘terrorismo doméstico’, vinculado a los temas políticos principales, desacuerdos sobre moralidad y religión, muertes en el nombre de otra rama de fundamentalismo?
¿Causaría una discusión sobre si es un crimen de odio o si se trata de terrorismo cuando el asesino es estadounidense que atenta contra integrantes de una minoría en particular?
¿Llamarán el lunes los programas de televisión a invitados que hablen sobre ISIS, o sobre homofobia o sobre la aceptación de la comunidad LGBT?
Esa pregunta no solo se está haciendo en Estados Unidos. En el exterior los medios han preguntado: ¿Terrorismo u homofobia?, como si la opción fuera binaria o como si las dos fueran mutuamente excluyentes, lo cual, como ya lo sabemos muy bien, es bastante contrario a los hechos. La homofobia y el terrorismo pueden ser siameses.
A medida de que el recuento del horror comenzó a incrementarse, haciendo el tiroteo del club Pulse de Orlando el más mortífero en la historia de Estados Unidos, la pregunta sobre el perpetrador y sus motivos parecen convertirse en algo muy importante. En medio de la hiperpolarizada campaña política en Estados Unidos, hay puntos que anotar y costos que pagar.
Si resultaba otro tiroteo sin ninguna ideología detrás, los activistas a favor del control de armas lo tomarían como evidencia en favor de su argumento preferido: otro triste ejemplo de cuán urgente es detener la proliferación de armas en Estados Unidos.
Y debido a que las víctimas estaban en un club gay, podría servir de caso bien definido a favor de políticas progresistas. El senador Bernie Sanders, que no ha sido un particular ferviente activista a favor del control de armas, planteó la necesidad de nuevas leyes de armas durante una aparición en “Meet the Press”.
El vicegobernador de Texas, Dan Patrick, tuiteó (y luego borró) una cita de la biblia que dice “cada quien cosecha lo que siembra”, algo que fue considerado como una afrenta escandalosa contra las víctimas gay, aunque la campaña de Patrick dijo que el tuit había sido “programado previamente”.
Pero el FBI y otros han dicho que el atacante, Omar Mateen, tenían presuntos vínculos con extremistas islámicos, y su padre dijo que su hijo estaba enojado luego de ver a dos hombres besarse.
Debido a ello resulta que podría ser motivado por ambas cosas: homofobia y radicalismo islámico. Esto no sería una sorpresa. Ya hemos visto a gobiernos islámicos que ejecutan a homosexuales y a grupos terroristas haciendo lo mismo de una forma cruel.
¿Terrorismo u homofobia? La respuesta es sí, a ambos.
Quizá la masacre en Orlando nos ayude a encontrar algo en común.
¿Podemos estar de acuerdo en que matar a humanos es moralmente deplorable y establece un límite humano que deja afuera a los que rechacen esa noción básica? La mayoría de las personas de todas las religiones aceptarán eso.
¿Podemos estar de acuerdo que hay extremistas islámicos matado gente, musulmanes, cristianos, judíos, gays y otros y que darles acceso sin restricciones a armas en Estados Unidos es una propuesta peligrosa?
Quizá es demasiado el esperar que la matanza en Orlando nos ayude a encontrar una posición en común. Pero en los tiempos en que el mundo se siente como si no tuviera amarras, valdría la pena intentarlo.