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Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Encuentro. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.

(CNN Español) – Doblan las campanas en Orlando y es por cada uno de nosotros que pudo haber sido uno de los muertos o uno de los heridos o uno de sus amigos o uno de sus padres o uno de sus hermanos. Es que “nadie es una isla por completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de un continente, una parte de la Tierra”. Lo dejó escrito John Donne, el más importante poeta metafísico inglés del siglo XVII.

La masacre demuestra que cualquiera de nosotros podría ser la próxima víctima, que nadie se salva de los energúmenos y que lo que la corrección política llamaba el choque entre culturas, y que hoy le endilgan etiquetas más contundentes, es un problema que tienen que enfrentar y resolver quienes creen en un modelo de convivencia basado en el respeto por el otro.

Curioso que una vez más se hable de los que viven al son de los extremistas islámicos como si ellos fueran los únicos bárbaros a tener en cuenta.

Indignante que algunos hagan  sonar los tambores de guerra contra todos los musulmanes. ¿Por qué no son capaces de entender que es demasiado fácil, inmoral y peligroso convertir a cualquiera en cabeza de turco?

Admitamos de una vez y por todas que  en cada uno de nosotros puede saltar como liebre enloquecida, el odio irracional y el recelo por el que es diferente.

Sabe Dios - o el Diablo-, cuántos de los que en estos momentos condenan la masacre han dirigido alguna vez un dardo venenoso contra un vecino extranjero o un compañero de trabajo homosexual, incluso sin proponérselo de un modo deliberado. Cada uno puede ser la víctima y el victimario.

Hay que pasar de las grandes palabras a los hechos, aunque sean pequeños, que las revoluciones a veces estallan con el grito de un solo obstinado.

Y por último, “nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti´´. Y ese tañido no cesa.