Nota del editor: El exrepresentante Mike Rogers es un analista de seguridad nacional de CNN, presenta la serie original de CNN “Declassified” y es el expresidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes. Las opiniones expresadas en esta columna son solo suyas.
(CNN) – La mayoría de las operaciones de contraterrorismo, el espionaje y la contrainteligencia en Estados Unidos, desde la Guerra Fría hasta la Guerra en Iraq, son en gran parte desconocidas para el público.
Pero sabemos, implícitamente, que la comunidad de inteligencia de Estados Unidos y las fuerzas de operaciones especiales y militares trabajan silenciosamente en las sombras para mantener seguros a los estadounidenses.
Y hoy, las amenazas de espionaje contra Estados Unidos representan la mayor a la fecha.
Cientos de funcionarios de inteligencia de naciones extranjeras continúan fingiendo ser diplomáticos, periodistas y hombres de negocio, tal como lo han hecho por cientos de años.
En décadas recientes se han agregado otros tipos de recolección de inteligencia: las mejoradas señales de inteligencia para espiar las comunicaciones del enemigo, inteligencia de imagen que usa fotografía tomada desde el espacio, y más recientemente el llamado espionaje cibernético, o usar computadoras para monitorear, sabotear y robar información clasificada en línea.
Por mucho tiempo el público ha ignorado en gran medida o malentendido la amenaza que representa el ciberespionaje. Las filtraciones de alto perfil en el Departamento de Estado y la Oficina de Administración de Personal son esfuerzos de colectivos de piratas informáticos, criminales en Asia o el Este de Europa e inclusive Hollywood ha creado conciencia sobre la amenaza en general, que sigue expandiéndose debido a que cada vez roban más identidades e información de tarjetas de crédito a estadounidenses.
Pero a diferencia de los métodos de inteligencia más tradicionales, el ciberespionaje se ha convertido en una hiedra de muchas cabezas, que ataca no solo al gobierno y al ejército de Estados Unidos.
En un área más compleja, y una de importancia grave, el ciberespionaje ahora amenaza a la propiedad intelectual de las compañías estadounidenses.
La amenaza que vemos en particular de China y Rusia, está dirigida a nuestra parte más vulnerable: el sector privado. No hace mucho tiempo, los analistas de seguridad estimaron que el costo económico del cibercrimen era de 445.000 millones de dólares.
Criminales, naciones y piratas informáticos apoyados por gobiernos han comenzado a sangrar a los negocios y a su extensa investigación y desarrollo de productos, simplemente copiando materiales por una fracción del costo y regresándolos al mercado mundial en competencia directa con los productos estadounidenses.
Y debido a que Estados Unidos representa una economía de libre mercado que respeta la propiedad intelectual, en vez de un grosero amiguismo, no podemos y no hemos querido responder de la misma forma.
Esos mismos países también usan el ciberespionaje en formas más tradicionales: para robar secretos del gobierno y para seguir a espías estadounidenses, e identificar los activos de los rusos y chinos estadounidenses. Los chinos también han sido acusados de hackear a grupos prodemocracia en Hong Kong para interrumpir sus actividades y espiar sus comunicaciones.
Y en un giro tecnológico en sus tendencias autoritarias, los servicios de inteligencia rusos ahora usan el internet y la televisión satelital para propósitos de propaganda, por ejemplo para reprimir la disidencia interna y manipular el diálogo del público en Estados Unidos y en cualquier lugar.
En tanto, el ciberespionaje puede en ocasiones trabajar de la mano con otro aspecto central de nuestro cambiante panorama de inteligencia: la guerra cibernética.
Vimos en la República de Georgia en 2008 y en Ukrania en 2014 cómo las fuerzas rusas prepararon el campo de batalla causando cortes de electricidad y apagando los sistemas de cómputo del gobierno.
China supuestamente tomó la decisión de aumentar sus capacidades de guerra cibernética en un 30%, una medida diseñada no solo para intentar lograr paridad, si no una ventaja asimétrica sobre otras potencias en el espacio de batalla.
Los robos cibernéticos, el ciberespionaje y la guerra cibernética representan el Salvaje Oeste de la inteligencia y dirigen la acción, con tenues líneas que separan a las tres, respondiendo a las amenazas bajo normas internacionales pobremente formuladas. Con la habilidad de ocultar el rastro de un ataque, usan proxies en un ataque o dan tecnología de nivel gubernamental a criminales, la capacidad de atribución sobre ese tipo de actividades continúa siendo turbia, ya que los autores pueden negar fácilmente el hecho.
Recientemente, una cuarta área de amenaza a la ciberactividad ha surgido. Estados nación usando ataques cibernéticos destructivos para propósitos políticos. Los iraníes que atacaron Las Vegas Sands Corp y los norcoreanos que atacaron a Sony Pictures cruzaron un nuevo nivel al atacar a compañías privadas para castigarlas, en vez de buscar obtener una ganancia.
Ninguna compañía, sin importar qué tan preparada está, puede soportar la determinación y los recursos de un país.
Y esta semana, presuntamente piratas cibernéticos rusos ingresaron a los servidores del Comité Nacional Demócrata y robaron investigación sobre el virtual candidato republicano Donald Trump.
Tal como se mostrará en ‘Declassified’, mi nueva serie original de CNN, patriotas trabajan día y noche para proteger las vidas y los activos de estadounidenses contra enemigos en todo el mundo. El ciber reino representa una nueva arena para sus esfuerzos, unos que aún no han sido perfeccionados. Con nuevos límites de preocupación todavía en desarrollo, sin embargo, puedes apostar que veremos como emerge más actividad de inteligencia en el ciber reino.