Nota del editor: Santiago Cordera es cofundador y director editorial de juanfutbol y colaborador de CNN Deportes. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor. Síguelo en @santicordera
(juanfutbol) – Al día siguiente, cuando los mexicanos despertaron, la humillante derrota frente a Chile en Copa América seguía ahí, tan nítida, tan real, tan vergonzosa. En las calles se palpaba un olor a depresión nacional. Nadie caminaba a primera hora de la mañana. Los carritos de tamales y atole no atraían clientes. Pero los puestos de periódicos estaban montados desde muy temprano con las portadas de los diarios deportivos que no dejaban títere sin cabeza. Había que vender.
No siempre que pierde la Selección Mexicana cae el ánimo nacional. Ese olor a depresión solo se presenta cuando es eliminada de un Mundial cada cuatros años. A veces cuando se tiene plena convicción de que se llegará a la final y los sacude la frustración. Pero nunca se había sentido producto de una “vergonzosa” y “humillante” derrota por 7-0.
Ante los fracasos y las humillaciones, el mexicano tiene la necesidad de buscar un culpable. Alguien a quien descargarle ese metralla con sabor a deshonra. Entonces apareció el primer culpable. Juan Carlos Osorio, el “técnico extranjero” que nunca ha entrenado a una selección, el “técnico extranjero” que hace muchos cambios y nunca repite once inicial, el “técnico extranjero” que analiza y estudia cada movimiento y que no puso a Rafa Márquez de titular, el “técnico extranjero” que debería renunciar después de recibir un humillante 7-0 en contra, el “técnico extranjero” que nunca tuvo que haber dirigido a la Selección.
“El técnico extranjero” se ha repetido en casi todas las mesas de debate deportivo, como si la nacionalidad fuera la principal culpable de la derrota en un mundo en el que cada vez debería haber menos fronteras y nacionalismos. Hoy se debate su continuidad. La mayoría de los aficionados han perdido la fe en Osorio. Una goleada que termina en humillación puede ser suficiente para rescindir un proyecto que estaba estructurado para dar frutos en el Mundial de Rusia 2018. El hincha quiere cabezas y para los directivos lo más fácil, como casi siempre, es cortar la del seleccionador. No importa que el marcador, en este caso un 7-0 en contra, refleje que hay más de un culpable de traje y corbata. No importa que el técnico sólo dé instrucciones a once futbolistas que protagonizan el juego. No importa que se haya trazado una ruta a cuatro años para tratar de pasar del quinto partido, porque una humillante derrota es mayor a cualquier estrategia deportiva, como si el fútbol fuera siempre predecible y nunca trajera bajo el brazo una noche triste o un día escandaloso.
Este martes salió a la luz pública un video en el que Santiago Baños, director deportivo de la Selección, está discutiendo con Juan Carlos Osorio en el aeropuerto de San José, California, señal de que algo no anda bien y abona a la incertidumbre. Si México quiere construir una estructura sólida que dé resultados a mediano y largo plazo, Juan Carlos Osorio debe continuar. Si lo que se quiere es satisfacer la necesidad del mexicano de encontrar culpables cuando se siente ofendido o desea esconderse debajo de la tierra porque le avergüenza ser mexicano, Osorio debe salir.
Han pasado tres días y el ánimo sigue decaído. Osorio sigue acaparando la mirada de todos los aficionados mexicanos al fútbol. No hay certeza de su continuidad. Cada hora salen rumores. Unos dicen que se va. Otros que se queda. Navegamos en un mar de dudas. México necesita encontrar un responsable y Osorio es el principal sospechoso. De resultar culpable, el fútbol mexicano estará dando un paso atrás en sus aspiraciones deportivas. Hace no mucho, Osorio llevaba una marca perfecta. México no perdía. Jugaba mal y ganaba. Lo nunca antes visto. Ahora, nunca debió haber llegado a la Selección. Bienvenidos a México, el país que no digiere las humillaciones deportivas.