(CNN) – Durante las revoluciones, las estatuas son protagonistas. Y como peones en un tablero de ajedrez, son a menudo las primeras en caer.
Y esto ocurre tanto en Ucrania como en cualquier otra parte del mundo. Casi un siglo después de su muerte, estatuas de Vladimir Lenin han sido retiradas en varias partes del país, desafiando abiertamente las protestas pro-Rusia en las regiones orientales del país.
Pero, ¿en dónde están las estatuas destrozadas? ¿Puede haber vida después de la muerte para estos monumentos?
La historia detrás de ‘Leninopad’
El fotógrafo suizo Niels Ackermann y el periodista Sebastien Gobert están buscando las respuestas a esas preguntas mientras recorren Ucrania en búsqueda de los ‘Lenin’ perdidos. Su proyecto Lost in Decommunisation (Perdido en la ‘descomunización’) documenta el destino de estas estatuas.
Ackermann y Gobert dicen que en otro tiempo Ucrania poseía alrededor de 5.000 estatuas de Lenin, un número impresionante si tenemos que en cuenta Rusia, un país 28 veces más grande que Ucrania, solo existían 2.000.
Aproximadamente la mitad de los ‘Lenin’ de Ucrania desaparecieron con la independencia de este país en 1991, pero Ackerman y Gobert estiman que otras 1.200 estatuas han sido derrumbadas desde el inicio de las protestas en esta nación en 2013.
La medida es uno de los esfuerzos de la ‘descomunización’ de Ucrania. Símbolos soviéticos, desde banderas hasta señales de tráfico fueron prohibidas en 2015. La antigua ‘Lenin Street’ ahora se llama ‘John Lennon Street’.
Según Ackerman y Gobert, la destrucción de los monumentos –conocido como ‘Leninopad’ (o la caída de Lenin)– tienen una carga simbólica y rebelde.
“Todas (las estatuas) son propiedad de los municipios, al menos en papel” explica Ackermann. En algunas comunidades los gobiernos locales han votado para retirar los monumentos de Lenin. En otros lugares, algunos grupos y ultranacionalistas han derribado las estatuas.
“La forma en que los Lenines caen, se está haciendo de una manera muy disfuncional”, dice Gobert. “No hay un solo proceso, no hay una forma única en que se realiza”.
El secretismo y la burocracia
Gobert dice que el rastreo de Lenines caídos ha expuesto “dos símbolos muy fuertes de la Ucrania contemporánea: la fuerte burocracia y la falta de ley”.
Encontrar a sus sujetos significa hablar con figuras en ambos lados de la ley, frecuentemente afrontando una maraña de trámites burocráticos y un secretismo a capa y espada. Los funcionarios a menudo evitan el tema al ser abordados por Ackermann y Gobert, y los particulares en posesión de estatuas son a veces cuidadosos de revelar la ubicación de su contrabando.
“Hay mucha (oposición)”, dice Gobert, “pero es lo que hace a este proyecto entretenido”.
“(Sobre) algunas estatuas hemos estado negociando desde septiembre pasado para fotografiar”, explica. “Tenemos que escribir un montón de cartas de solicitud oficiales… Nos hemos perdido en la burocracia”.
Ackerman recuerda un intento de ganarse al personal gubernamental de una municipalidad al sureste del país.
“Comenzamos a llamarlos. Nos decían ‘no, no queremos mostrarte (en donde están)’”, dice. “Luego (le enviamos) una carta, y cortésmente nos dijeron que no”.
A pesar de las negativas, Gobert y Ackermann visitaron la municipalidad y trataron de negociar en persona, pero los funcionarios no cambiaron de parecer.
Ackermann resume sus reacciones: “‘No queremos mostrarte los Lenines porque su proyecto no retrata a nuestro país de una manera positiva”.
El fotógrafo describe a los “bandidos” que secuestran las reliquias de Lenin como un grupo diverso. Muchos esconden a los Lenin en establos lejos de las miradas indiscretas.
En ocasiones, el ideólogo se encuentra junto a Karl Marx, Joseph Stalin u otras figuras comunistas.
“(Los) nacionalistas las guardan como trofeos”, dice Gobert, recordando un individuo que “colecciona imágenes de Lenin como sellos”.
El espectáculo continúa
Gobert dice que en algunas partes del país hay plazas que llevan el nombre de Lenin que han estado sin su imagen durante tres años y medio.
Derribar a Lenin es un movimiento “contra el pasado y su herencia soviética”, argumenta. “Pero no sirve de nada”.
El duo continúa buscando a más Lenines, diciendo que la suerte está a su favor. Lo que aún no se sabe es si Ackermann podrá capturar con su lente estas estatuas.
“(El proyecto) nos lleva a nuevos lugares”, dice Gobert. “Es como una historia sin fin”.