Nota del editor: S.E. Cupp es la autora de ‘Losing our Religion: The Liberal Media’s Attack on Christianity’ (Perdiendo nuestra religión: El ataque de los medios liberales contra el cristianismo), coautora de ‘Why You’re Wrong About the Right’ (Por qué estás mal sobre la derecha) y columnista en el New York Daily News. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas.
(CNN) – Fue una noche importante en la Convención Nacional Demócrata en Filadelfia. El primer día fue inequívocamente un desastre, marcado por el caos, el desorden y la división. El segundo día fue claramente mejor pero hubo algunas preocupaciones entre los demócratas sobre que se estaba poniendo demasiada atención en la diversidad y no suficiente atención en el empleo y la seguridad nacional.
El tercer día estuvo un poco más centrado en la seguridad nacional económico. Pero, ¿de manera exitosa? Si y no.
En términos de abordar las ansiedades económicas del país, esto es en lo que el vicepresidente Joe Biden estaba bien preparado. Como embajador del hombre blanco de mediana edad de clase trabajadora, él estuvo ahí hablándoles directamente e insistió que a pesar del giro a la extrema izquierda del partido, no se ha olvidado sobre sus preocupaciones diarias. Y él supo entregar el mensaje.
Él recordó de forma nostálgica no sobre los intereses especiales o la coalición por la diversidad, sino del niño que fue acosado en la escuela y luego se convirtió en policía, la mujer que quería servir a su país, los maestros que sacaron dinero de sus propios bolsillos para comprar cosas de la escuela. Y el ‘Joe de clase media’ les recortó a todos que Trump “no tiene ni una idea sobre la clase media”. Eso es exactamente lo que Clinton necesitaba.
Tim Kaine, también, estuvo ahí para presentarse, pero, lo más importante, para presentar la propuesta de la fórmula Clinton-Kaine, una que no solo abordaría temas como los anticonceptivos o los derechos al aborto, sino también los intereses económicos de los votantes de clase media en el corazón de Estados Unidos.
El exmisionero nacido en St. Paul y criado en Kansas no sonó como el típico político de Washington ni intentó hablarles a ellos. Con un hijo en la Marina, él habló de un padre que trabajó en una herrería, donde él y sus hermanos pasaban el verano. Él dijo que sus tres más grandes virtudes eran el trabajo duro, la amabilidad y la fe.
No hubo palabras bonitas o metáforas trabajadas. El discurso fue simple e insípido. Él no es una estrella y este discurso no serviría para lanzar una futura campaña presidencial. Tal como un amigo demócrata me dijo: ‘El es muy malo’. Pero fue una voz accesible y simpática de un hombre cualquiera, los cuales han sido muy escasos en el equipo de Clinton.
Pero mientras que Joe y Tim al parecer cumplieron la misión, el presidente Barack Obama, mientras atacó la falta de preparación de Trump —una crítica más que justa—, redobló su propia condescendencia hacia el temor y la ansiedad de Estados Unidos, sugiriendo que esto es infundado y suele ser exagerado por la derecha. Él perdió una gran oportunidad de enfrentar el enojo con el enojo, reconocer el miedo y subrayar que las soluciones presentadas por Trump y Clinton son muy distintas, pero que los problemas no lo son.
En cambio, dijo que nunca había estado más optimista sobre lo que hoy es Estados Unidos. Dijo que el país es más fuerte y más próspero que nunca. Las tasas de crimen han bajado. “No somos gente horrible”, dijo. “Estados Unidos ya es grande. Estados Unidos ya es fuerte”. Hay “más trabajo por hacer”, dijo, pero lo que escuchamos en Clevelan fue una visión “profundamente pesimista” del futuro.
Él no esta mal con respecto a lo que escuchamos durante la Convención Republicana y desde luego Estados Unidos es grande. Pero su actitud desdeñosa sobre las ansiedades y temores reales que muchos sienten solo promueve la sospecha de que él vive en un Estados Unidos distinto al resto de nosotros, grandioso, quizá para él, pero no para todos los demás.
Él estaba respondiendo al pesimismo de Trump, pero con la respuesta equivocada.
La respuesta correcta no es desdeñar el enojo y el temor y decir que todo es parte de la imaginación de Trump. Su pátina positiva sobre la experiencia de Estados Unidos es una visión noble, pero no está relacionada. Sus ataques contra Trump fueron efectivos, sin lugar a dudas. Pero sus críticas con aire de satisfecho y distante no parecen haber tomado con la suficiente seriedad a Trump ni a sus simpatizantes ni a los indecisos o a los que están escépticos de Clinton.
En general, la noche fue un empate para los demócratas. Biden fue una estrella de rock y Kaine fue un hombre cualquiera, pero Obama fue el mismo viejo desdeñoso profesor desconectado de la realidad que siempre ha sido. Y él podría haber ayudado a que Trump resulte electo. Ayudado a todos.