(CNNMoney) – Limpiar casas, pasear perros, cobrar en un restaurante chino, dirigir una tintorería… Fei-Fei Li llegó a Estados Unidos proveniente de China a los 16 años con muchos sueños. Y tuvo que pasar por muchos trabajos para alcanzarlos.
Por suerte, era inteligente y muy tenaz. Y hoy es la directora del laboratorio de inteligencia artificial de la Universidad de Stanford.
“Como uno de los líderes en el mundo de la Inteligencia Artificial, siento entusiasmo y responsabilidad de crear la tecnología más impresionante y benévola para la sociedad y educar a los tecnólogos más impresionantes y caritativos, es mi vocación”, dijo Li.
Ella también es una firme defensora de la diversidad en la industria tecnológica.
“Veo estudiantes de doctorado de Stanford muy talentosos batallando con sus visas y me resulta impensable que construyamos tantos obstáculos para los talentos del mundo”, se lamentó.
Como inmigrante, sabe que sus viajes exigen sacrificio y determinación.
Mientras Li estudiaba la licenciatura en Princeton, pidió dinero prestado a amigos para comprarles a sus padres un negocio de tintorería a fin de que pudieran salir adelante. Li asistía a clases durante la semana y trabajaba en el negocio los fines de semana.
Cuando Li cursaba el posgrado, su madre fue diagnosticada con cáncer y tuvo un derrame cerebral. Fue difícil seguir avanzando mientras todo esto sucedía. “El desafío existencial es estar a la altura de tu máximo potencial, a la altura de tu sentido de la responsabilidad y ser honesto contigo mismo sobre tus sueños mientras lo haces”, dijo.
Li fue recientemente nombrada ‘Great Immigrant’ de 2016 por la Carnegie Corporation, la más antigua fundación estadounidense otorgante de becas que cada año rinde homenaje a 40 ciudadanos naturalizados. Cursó sus estudios de posgrado gracias a los fondos de la beca Paul & Daisy Soros para Nuevos Estadounidenses.
Esta es su historia de éxito:
¿Cómo era tu vida de niña?
Mis padres tenían estudios, pero no hablaban Inglés. Así que en lugar de ser ingenieros y científicos, mi padre reparaba cámaras y mi madre trabajaba como cajera.
No teníamos dinero, así que además de estudiar trabajé en toda clase de empleos. No me molestaba hacerlo porque mis padres trabajaban tanto como yo. Sólo tratábamos de sobrevivir como una familia.
Tuve que aprender inglés desde cero, pero sacaba buenas calificaciones, sobre todo en matemáticas y ciencia. La secundaria Parsippany High School no era una de las mejores en New Jersey, pero conocí a un par de profesores allí que fueron extremadamente amables conmigo y me ayudaron en esta difícil experiencia. Me gradué como la sexta en mi clase.
¿Te sentías parte de la comunidad en Parsippany?
Tuvimos algunos amigos inmigrantes, pero todo el mundo estaba ocupado y nosotros sólo nos enfocábamos en sobrevivir.
No hice muchos amigos en la secundaria. Es una etapa cruel y yo era muy geek. Pero mi profesor de secundaria era un estadounidense blanco y su bondad realmente me ayudó.
Estoy muy agradecida por los maestros que me ayudaron en mi mediocre escuela de New Jersey. No era nadie, sólo una niña inmigrante que no hablaba nada de Inglés.
¿Cuál fue el mayor reto?
La búsqueda del conocimiento y de la verdad estaba en mi sangre. Quería entender el universo y quería ese tipo de erudición en mi vida.
Presenté solicitudes a muchas universidades, pero Princeton me dio una beca casi completa.
Durante los dos primeros años de mi vida de inmigrante, trabajaba en restaurantes chinos y limpiaba casas y luego allí estaba [en Princeton] con todos estos maravillosos intelectuales. Me encantó Princeton.
Sin embargo, mi familia en Parsippany seguía en dificultades financieras. Decidí comprar una tintorería para que pudieran trabajar y ganar dinero. Todos los días después de clase, yo estaba en el teléfono ayudándolos.
Para mí fue una ‘Historia de dos ciudades’: Parsippany y Princeton. Así que de lunes a viernes era un estudiante de física en Princeton. Y los fines de semana regresaba a Parsippany a la tintorería, es cuando todos suelen llevar o recoger su ropa.
Me gradué en 1999 durante un gran mercado alcista. Todos recibíamos ofertas de Wall Street, pero mi sueño era ir al Tíbet para hacer un año de investigación en medicina tibetana.
Mi sueño también era obtener un doctorado, un trabajo por el que no te pagan. Como hija china, tengo la responsabilidad de cuidar de mis padres.
Cuando Goldman Sachs te ofrece un sueldo, se convierte en una distracción porque pude tomar el empleo y aliviar con ello las dificultades [de mis padres]. Varios bancos de inversión y consultoras me invitaron para entrevistas, pero no fui. Un par de años más tarde, McKinsey me ofreció un trabajo, pero no acepté.
El verdadero desafío existencial es estar a la altura de tu máximo potencial, así como estar a la altura de tu intenso sentido de la responsabilidad y ser honesta contigo misma acerca de lo que deseas.
Mis padres fueron un gran apoyo para mis sueños. Vinieron a este país para perseguir un sueño, entonces yo debía perseguir los míos.
Fui a la escuela de posgrado en el Instituto de Tecnología de California. Estudié inteligencia artificial y neurociencia computacional.
La escuela fue difícil y mi madre tuvo cáncer y un derrame cerebral y pasamos por muchas dificultades pero sobrevivimos juntos. El trasfondo aquí es hacer todo esto mientras transitas por una nueva sociedad o cultura. No creo ser capaz de hacerlo de nuevo.
¿Qué te ayudó a seguir adelante?
Soy una guerrera, está en mi ADN. Si paso mucho tiempo lamentándome sobre las dificultades entonces podría ser una distracción. Siempre hubo personas que han querido apoyarme, mis padres, mis maestros. No hacen falta 500 personas, sólo se necesita un par y eso hace una gran diferencia.
¿Qué esperas dejar a tus hijos?
Esa es una pregunta muy cósmica. Yo prefiero hacer el mejor trabajo para hacer un mundo mejor y nuestros hijos vivirán en ese mundo.
¿Hay algo que hagas todos los días que te ayude?
Es ver y jugar con mis hijos. Mi campo es la inteligencia. Ellos me ayudan a comprender lo que significa ser inteligente y lo que significa “ser”. Es divertido ver cómo crecen y se convierten en humanamente inteligentes.
Sé que es raro, pero creo que el poder último es el amor. Como tecnóloga, tienes que tenerlo presente.