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Cuando los dioses olímpicos vuelven a ser mortales
03:26 - Fuente: CNN

(CNN) – Una vez que se extingue la llama olímpica, ¿qué pasa con los atletas que llegamos a conocer y a querer a lo largo de las pasadas dos semanas?

Tras llegar a 23 medallas de oro, el nadador Michael Phelps se retirará (ahora sí va en serio). Las gimnastas Aly Raisman y Simone Biles disfrutan sus triunfos arduamente logrados y se tomarán un descanso mientras piensan en los Olímpicos de 2020, que lógicamente parecen remotas. Otros miembros de la delegación olímpica estadounidense, como Katie Ledecky, Simone Manuel y Devon Allen están de regreso en la universidad.

A lo largo de los próximos meses, seguiremos viendo algunos rostros conocidos en comerciales, entrevistas e incluso reality shows. Al igual que las medallas que ganaron, sus logros motivan a otros con su brillo.

No obstante, el regreso a la vida lejos del escenario mundial será algo desconocido e incluso incómodo para muchos de ellos.

“No hay mejor pase de acceso total que una medalla olímpica”, dijo Steven Portenga, psicólogo especialista en desempeño de iPerformance Consultants y exdirector de Psicología del Desempeño de la Organización de Atletismo de Estados Unidos (USATF, por sus siglas en inglés). “Puede hacer que llegues a cualquier lado o que hagas lo que sea durante un lapso breve mientras la tienes y luego se desvanece y quedas fuera de los reflectores. Es asombroso que muchos atletas tienen dificultades después de los Olímpicos porque se dan cuenta de que ser atleta olímpico o haber ganado una medalla no suele cambiar su vida de forma muy significativa”.

¿Irse o quedarse?

Para muchos atletas, esto significa tomarse un descanso del agotador itinerario de entrenamiento que los ayudó a llegar a la competencia internacional antes de prepararse para la siguiente competencia. El ciclo de cuatro años para llegar a la siguiente olimpiada no solo es la culminación de esta preparación, sino un conjunto de factores que tal vez no puedan controlar, como la edad, las lesiones y el estado de salud en general. También tiene que ver con conseguir los recursos para entrenar.

“Una idea errónea generalizada es que todos los atletas olímpicos tienen mucho dinero gracias a los patrocinios o que pueden vivir del deporte”, dijo Angel Bovee, exboxeadora y orientadora vocacional atlética del Programa de Educación y Carrera de los Atletas del Comité Olímpico Estadounidense. “Esto no podría estar más alejado de la verdad. Por cada atleta cuyo rostro termina en una caja de cereal hay cientos más a los que no les pagan por competir y les cuesta salir adelante”.

Bovee lo sabe por experiencia. Como boxeadora ocupó alguna vez el primer lugar en la clasificación estadounidense, pero vivió en su auto y tuvo varios trabajos simultáneos para poder entrenar y seguir sus sueños.

La salud de un atleta y los patrocinios podrían determinar el siguiente paso, ya sea luchar por un futuro como atleta de élite o retirarse para iniciar una segunda carrera.

Además, muchos atletas tendrán que enfrentarse a la depresión posolímpica. Tras concentrarse tanto en un objetivo tan grande durante cuatro años y a menudo sacrificar a la familia, los amigos u otras oportunidades, cuando todo termina, el sistema puede recibir una gran sacudida. Además, si no lograron lo que querían tras una o dos olimpiadas, puede parecer que fue una pérdida de tiempo, dijo Portenga.

“No es inusual que muchos atletas olímpicos regresen y sufran depresión durante un rato porque no saben qué sigue”, explicó.

Pero esta clase de depresión puede comenzar durante la preparación para las olimpiadas.

Ryan Hall compitiendo durante el día 16 de los Olímpicos de Beijing en 2008.

“¿Quieres ir a un sitio en el que haya mucha gente deprimida? Ve a las pruebas de clasificación para las olimpiadas”, dijo el exmaratonista Ryan Hall. “Todos, salvo los primeros tres, van a pasar por un momento emocional muy grave y difícil”.

Hall, quien compitió en las Olimpiadas de 2008 y 2012 y ostenta el récord estadounidense en el medio maratón, se retiró de las competencias en enero tras 20 años de carrera. Sabe por experiencia lo arduo que es el viaje a las olimpiadas.

Depender solo de la fe

Luego de ser el primer corredor estadounidense en romper el récord de una hora para el medio maratón en 2007, Hall tenía grandes esperanzas de ganar una medalla en Beijing. Pero en el camino no se sintió en forma y sentía que su entrenamiento no había estado tan bien como hubiera querido. Se sintió frustrado mientras entraba al estadio olímpico en décimo lugar general del maratón y segundo del equipo estadounidense. Sin embargo, logró ponerse en contacto con su fe y se dio cuenta de que el sueño que había tenido desde que empezó a correr a los 13 años se estaba volviendo realidad: estaba compitiendo en las Olimpiadas y pudo saludar a su familia mientras terminaba la carrera en el estadio olímpico.

Tras luchar con una espiral descendente de decepciones en las semanas posteriores a las olimpiadas, Hall se concentró totalmente en el siguiente maratón con la intención de seguir adelante con su entrenamiento, mental y físicamente. Luego, en 2011, hizo el mejor tiempo en una maratón para un estadounidense y luego se centró en 2012. Pasó la clasificación a pesar de sufrir fascitis plantar, pero tuvo que terminar su maratón olímpico tras haber corrido casi 18 kilómetros a causa de una lesión en la pierna.

A eso siguió un periodo de dos años de lesiones y otros dos años de agotamiento y fatiga graves. A pesar de que las pruebas de sangre no revelaron una causa probable para el descenso de sus niveles de hierro, Hall siempre tuvo niveles bajos de testosterona y se creía que eso había sido un factor. Solía entrenar en exceso y corrió 160 kilómetros a la semana durante 16 años.

En esos dos años difíciles, se sentía como “un muerto viviente”.

Tras cuatro años de sufrimiento, Hall hizo un esfuerzo de introspección y antes de los Olímpicos de Río decidió que era hora de retirarse. Sus convicciones le sirvieron para convencerse de que había cumplido con el propósito de la “época” corredora de su vida. Se centró en ayudar a entrenar a su esposa Sara Hall, quien sigue corriendo maratones, y en criar a las cuatro niñas que la pareja adoptó en 2015.

“Durante mucho tiempo me dio mucho miedo retirarme porque correr lo era todo para mí”, cuenta Hall. “Era mi identidad y cómo me percibía. Eso es lo que hace que la gente siga en el deporte por más tiempo del que su cuerpo quiere porque está muy arraigado en su ser y es muy difícil que lo superen”.

Aunque a Hall ya no le encantaba correr, seguía buscando un desafío físico para ver una mejoría a diario, como ocurre con muchos atletas retirados. Siempre había preferido los días de entrenamiento intenso al resto de los días. Para recompensar a su cuerpo de forma sana, Hall empezó a hacer ejercicios con pesas y subió 11 kilos. La potencia y la fuerza que adquirió le ayudaron a equilibrar su nivel de energía, ya que antes solía necesitar dormir nueve horas por noche y tomar siestas a diario.

Ahora, Hall está redescubriendo su amor por las carreras y volvió a entrenar. Aunque ya no quiere competir profesionalmente, las carreras de beneficencia le satisfacen. En enero de 2017, Hall correrá siete maratones en siete continentes en siete días para recaudar dinero para Dream Center, una organización que ayuda a las personas sin hogar en Los Ángeles, Estados Unidos. Él y su esposa también corren para la Hall Steps Foundation, una organización no lucrativa que se centra en el combate a la pobreza en el mundo y al fomento de la salud.

Cómo ayudar a los atletas olímpicos a dar el siguiente paso

Hall sabe por experiencia lo fácil que es tomar decisiones precipitadas tras una desilusión. Cuando estudiaba en la Universidad de Stanford, hubo un periodo de dos años en el que no le estaba yendo bien en la pista ni en las clases. Se deprimió y se fue a casa durante un trimestre sin saber si regresaría. Sin embargo, su depresión empeoró. Regresó a la escuela y siguió esforzándose.

Hall dijo que es importante que los atletas se den el tiempo para resolver el asunto e involucrar en el proceso de decisión a otras personas, como sus amigos de confianza, sus familiares y sus entrenadores.

Las mismas cualidades que los hacen atletas de élite, como superar el dolor y tener expectativas altas respecto a su desempeño, también les provocan ansiedad y depresión cuando tratan de salir adelante, explicó Robert Smith, psicólogo deportivo y exatleta.

“El Centro de Entrenamiento Olímpico de Estados Unidos tiene un programa cuyo objetivo es destacar que el establecimiento de metas y la planificación que te llevan a un nivel extraordinario en tu deporte también pueden reflejar la infraestructura para que te desarrolles en otro sentido, fuera de tu deporte”, explicó Smith.

Ahí es donde interviene Bovee, la exboxeadora. Ella ayuda a los atletas en toda una gama de circunstancias. Tal vez terminaron la preparatoria o tienen un doctorado. Tal vez buscan un empleo de medio tiempo para poder seguir entrenando o una carrera de tiempo completo para hacer la transición y dejar el deporte. Ella trabaja con los atletas para que sepan que la complejidad de sus sentimientos es normal y que no están solos.

“Ayudarles a identificar las habilidades que pueden transferirse desde los deportes y traducirlos al lenguaje empresarial suele ayudarles a desarrollar la confianza para buscar la siguiente oportunidad profesional”, dijo. “Los atletas de élite saben cómo ponerse metas y cómo tener éxito; solo necesitan la confianza para aplicar estas habilidades en un entorno empresarial”.

A final de cuentas, todo se resume en la identidad. Son atletas increíblemente talentosos, pero también son mucho más.

“Solemos sentirnos bien con nosotros mismos a través de las diferentes funciones que tenemos en nuestra vida”, dijo Smith. “Yo les recomendaría que busquen otras formas de sentirse satisfechos. La mejor parte de su vida les espera. Dediquen algo de tiempo para celebrar el motivo por el que hacen esto. Lo que están haciendo no es solo por la medalla, sino por el gozo”.