En los últimos 10 años su nombre ha estado vinculado a la paz y la reintegración en Colombia. Con su nombramiento como jefe negociador del Gobierno para los diálogos con el Ejército Nacional de Liberación (ELN), la segunda guerrilla más importante del país, Frank Pearl, quien participó en el proceso de reintegración de los paramilitares en 2006 durante el gobierno de Álvaro Uribe y negoció con las FARC desde la fase secreta de las conversaciones en 2012, dice que sigue persiguiendo uno de los objetivos de vida que se planteó desde hace décadas, cuando era un adolescente.
Se siente feliz de estar en Bogotá, en su casa, con sus hijas y su esposa. El proceso de paz con las FARC lo mantuvo viajando constantemente durante años. Ahora que las negociaciones terminaron aprovecha el tiempo que tiene antes de que comience la fase pública de los diálogos con el ELN en Quito el 27 de octubre.
Pearl, un empresario, inició su camino en el sector público en 2006 como alto consejero presidencial para la reintegración e hizo parte de equipo que diseñó las políticas para que los excomandantes paramilitares hicieran el tránsito a la vida pública. Además, hizo los primeros contactos con las FARC para lo que luego se convertiría en el histórico proceso con el grupo guerrillero y desde 2009 ha mantenido contactos informales con el ELN para lograr lo que hoy es una realidad: los diálogos de paz con esa guerrilla.
Cuando estaba lejos tenía un estricto horario de conversaciones con sus hijas, gracias a su esposa. Las llamaba antes de que salieran al colegio, cuando volvían y antes de acostarse. Si estaba en Bogotá, organizaba todo su trabajo alrededor de los horarios de sus hijas, salvo las reuniones con el presidente, dice.
Es un hombre pausado, sereno, quien ha hablado cara a cara a líderes y comandantes guerrilleros en momentos de mucha tensión, en la fase secreta de las conversaciones que facilitarían los diálogos. Pero dice que nunca les tuvo miedo, ni siquiera en la guerra, y afirma que los colombianos tampoco les deberían tener miedo si llegan a la política.
A principios de 2013, en un momento crucial de las negociaciones con las FARC, tuvo unos meses difíciles: le diagnosticaron cáncer de próstata. Fue intervenido y se recuperó exitosamente. “Estuve de buenas”, dice recordando el episodio y añade que eso lo llevó a hacer unos cambios que quizás ha debido hacer antes en su vida.
Así encontró la meditación, que asegura que lo mantiene aterrizado, le da energía y serenidad para estar bien sin importar lo que pase. Como cuando en el plebiscito para refrendar el acuerdo entre el gobierno y las FARC, al que le entregó años de vida, ganó el no, un resultado que afirma que recibió tranquilo. Ahora se enfrenta al reto de renegociar lo acordado con las FARC para, en la manera de lo posible, incluir las propuestas de la oposición que se impuso en las urnas por un margen de menos del 1%.
Si alguien puede contar los pormenores de los intentos de paz durante la última década, es él. Si alguien puede plantear un panorama realista de lo que viene, es él. Esto es lo que piensa sobre la paz Frank Pearl, un hombre franco, alejado del discurso adornado de los políticos y dueño de una calma propia de la experiencia. Un negociador.
¿Cómo va el proceso con el ELN?
La agenda ya está definida, tiene un punto primero de participación de la sociedad, es decir la manera cómo los movimientos y organizaciones empresariales, cívicas y sociales pueden pasar iniciativas y propuestas sobre los puntos de la agenda.
El otro punto es el de democracia para la paz que es básicamente el mismo que ya está con las FARC y los otros puntos tienen mucho que ver también con la agenda de La Habana: víctimas, justicia transicional, y fin de conflicto.
¿Van a converger estas agendas?
Las delegaciones buscarán temas en los que haya coordinación y sincronía con lo acordado con las FARC. Obviamente el proceso con las FARC ya está terminando, y el del ELN apenas está comenzando, pero eso lo que significa es que los que trabajen con el ELN tendrán que encontrar puntos en común para aprovechar el trabajo que ya se ha hecho.
Usted aseguró que las negociaciones con el ELN deberían rápidas, lo que no le cayó bien al grupo que dijo que no aceptaría un acuerdo exprés. ¿Cómo van a resolver eso?
Un acuerdo exprés es imposible, pero un acuerdo que vaya más allá de lo que permiten los tiempos políticos también es imposible.
Aquí lo que se trata sobre todo es desarrollar una agenda que fue hecha teniendo en cuenta la identidad del ELN, porque las FARC y el ELN son distintos en su origen, ideología, estructura, en su manera de tomar decisiones y en la forma cómo se relacionan con la sociedad y con las comunidades. La agenda con el ELN tiene en cuenta los avances de La Habana pero sobre todo la identidad del grupo para permitir que le permita decirles a sus integrantes que este es el paso natural, hay que acabar el conflicto armado, tenemos que pasar a la política.
¿Se va a refrendar el acuerdo con el ELN?
Uno de los puntos de la agenda habla de refrendación de lo pactado para que pueda implementarse de una manera estable, pero cuál va a ser el mecanismo de refrendación, pues no lo conversamos en la mesa, eso lo decidirán las delegaciones cuando tengan un acuerdo final.
El acuerdo con las FARC no fue refrendado en las urnas, ¿qué pasó ese 2 de octubre?
Creo que quienes creemos que el acuerdo con las FARC es muy bueno tenemos que reconocer que probablemente fallamos en las comunicaciones, en la pedagogía.
Otra cosa que pasó es que en un país que lleva 50 años con un conflicto armado interno hay heridas muy profundas y creo que es muy importante que reconozcamos que en este país tenemos miedo, resentimiento, rabia, y algunos tienen ganas de retaliación. Tal vez la reflexión más importante es si esos son los sentimientos que nos van a permitir construir un futuro mejor o si por el contrario nos mantienen anclados al pasado.
De cualquier manera son sentimientos que generan dudas y preocupaciones muy válidas y legítimas y nosotros claramente no fuimos capaces de resolverle a la mayoría de los colombianos esas dudas.
También se reflejó que la gran mayoría de los colombianos están lejos de la política y de los políticos porque el 63% ni siquiera fueron a votar; hay indiferencia, hay lejanía y creo que un poco de indolencia frente al conflicto porque no se vivió en las ciudades sino en las zonas más alejadas.
Lo que pasó es que hay una democracia donde los resultados se respetan y se honran y quienes creemos que este es un buen acuerdo estamos de todos modos en la obligación de oír muy seriamente las preocupaciones, dudas y las propuestas que tienen quienes representan a quienes votaron por el no.
¿Quedó decepcionado por el resultado?
Hubiera preferido que el plebiscito hubiera salido favorable y que hubiera ganado el sí, pero yo le tengo que decir una cosa, yo ese día estuve muy tranquilo y siempre he estado muy tranquilo porque yo creo que las cosas tienen una razón de ser y cuando los resultados están lejos de lo que uno espera siempre suceden dos cosas: hay oportunidades de aprender y hay nuevas oportunidades que uno no ha contemplado que se abren.
Ahí hay unas lecciones aprendidas pero sobre todo hay una gran oportunidad de hacer dos cosas: un nuevo acuerdo que represente de una mejor manera más colombianos y si logramos hacer eso que el país transite unido hacia la implementación de los acuerdos.
¿Qué tan plausible es incluir las propuestas de la oposición en el acuerdo?
Entre las propuestas de la oposición hay de todo, unas que vienen de interpretaciones que no corresponden a lo que dice el acuerdo. Eso se resuelve hablando con ellos y aclarando el contenido.
Hay otras que son cambios que son posibles porque son los mismos intereses del acuerdo con unos mecanismos que pueden ser perfeccionados o expresados de una manera que deje más tranquilos a unos grupos.
Hay otras propuestas que sí constituyen unos cambios fundamentales. Esos no van a ser posibles, y además cualquier cosa tiene que acordarse con las FARC, porque este acuerdo es entre el gobierno y las FARC.
Lo que creo es que como colombianos vamos a ser capaces de incluir a un número más grande de personas en los acuerdos, a los que no votaron, y entre todos entender que si mejoramos la tarea que nosotros hicimos y representamos a más personas, pues todos vamos a salir ganando.
Si algo mostró el plebiscito es que los colombianos están divididos
Sí, una de las grandes trampas en la que está la sociedad colombiana es pensar que quienes votaron por el sí o votaron por el no son enemigos. Eso no puede ser así, nuestros enemigos históricamente han sido las FARC, pero ahora nuestra contraparte, son la contraparte de quienes votaron por el sí y por el no. Tenemos que unirnos en medio de las diferencias para poder establecer un acuerdo más sólido.
¿Para usted la paz es una obsesión, algo personal?
Es un objetivo en el que me propuse trabajar hace muchos años. Cuando tenía 14 años hicimos en mi colegio una obra de teatro y el tema central eran los problemas que tenía Colombia y me acuerdo que en ese momento dije, cuando yo crezca y sea grande quiero trabajar haciendo dos cosas: quiero ayudar a hacer la paz y quiero acabar con la pobreza.
No creo que sea una obsesión pero sí una meta que tengo y que se puede cumplir.
A usted le tocó sentir el conflicto en su familia con el secuestro del abuelo de su esposa, el periodista Guillermo ‘La Chiva’ Cortés
Afortunadamente fue un secuestro corto y el Ejército logró liberarlo a él y a otras personas que estaban con él. Pero yo vi cómo el secuestro causa un inmenso dolor en las familias y a veces las destruye por dentro y las personas que yo he conocido que fueron secuestradas casi excepción nunca vuelven a hacer las mismas.
Yo con él (Cortés) tuve la oportunidad de tener unas conversaciones muy interesantes sobre las FARC. Me acuerdo una vez que yo ya trabajaba en el gobierno y alias Karina se desmovilizó, yo era comisionado de paz y la nombramos como gestora de paz.
Él ya había sido liberado y llegué un día a mi casa y él estaba sentado con el periódico en la mano y estaba furioso. Me dijo: ¿Ustedes qué están haciendo? ¿Esta señora gestora de paz? Me tuvo secuestrado, me trató pésimo, me hizo caminar descalzo… mis pies sangraban. Yo lo dejé que se desahogara y le dije: Mira, no puedo entender el dolor ni la rabia que tú siente por haber estado secuestrado y lo respeto profundamente pero lo que sí puedo decirte es que yo estoy haciendo esto para que tú y otras familias nunca vuelvan a vivir lo que tú viviste y lo que vivió la familia. Ese fue un punto de quiebre en mis conversaciones con él.
¿Cómo fue el encuentro de su esposa con alias ‘Romaña’, el guerrillero que secuestró a ‘La Chiva’ Cortés, en Cartagena el día de la firma del acuerdo?
Hay un antecedente y es que cuando yo conocí a Romaña en La Habana en las conversaciones le dije que yo sabía perfectamente quién era porque él había secuestrado al abuelo de mi esposa. Me preguntó que quién era y le dije que ‘La Chiva’ Cortés y me dijo ‘no, no fui yo’. Yo le dije ‘usted y yo sabemos perfectamente que fue usted, pero ya estamos aquí, esto es otro capítulo’.
Mi esposa me dijo en Cartagena ‘quiero hablar con Romaña’. Él vino, estábamos con mi hija mayor, y mi esposa le dijo: ‘yo quiero decirle que lo perdono de corazón por todo el daño que usted le hizo a mi abuelo y por todo el daño que le hizo a toda nuestra familia’. Él estaba un poco nervioso, y dijo algo así como, eso ya pasó, hay que mirar hacia adelante, y mi esposa le dijo: ‘sí, de eso se trata’.
En un momento dado mi esposa se puso a llorar, fue un momento muy emotivo. Mi esposa me dijo: ‘Mira, me quité un piano de encima’. Ella dice que desde que hizo eso siente que liberó algo que tenía pendiente y que no le daba tanta tranquilidad en la vida.
¿Cree que los colombianos estamos listos para reconciliarnos?
Yo creo que allá vamos a llegar. La pregunta es cómo llegamos allá y si necesitamos más dolor para reconciliarnos, yo creo que no necesitamos más dolor ni más agresiones, creo que es importante entender que quienes votaron por el no no son enemigos de la paz, quienes votaron por el no tienen preocupaciones legítimas sobre los acuerdos de paz y están en su derecho y en su deber a expresarlas y a oponerse a los acuerdos si no les parece que los representan.
¿Y cree en las segundas oportunidades?
Yo creo en las segundas oportunidades. Estoy en total desacuerdo con todo lo que han hecho las FARC y estoy en total desacuerdo con todo lo que ha el ELN y creo que la segunda oportunidad no es en función de ellos. Merecemos una segunda oportunidad como país. El acuerdo no es para las FARC, es para los ciudadanos, no es por las FARC, es por el país.
Ahora, creo que el país se va a beneficiar, muchísimo, si las FARC dejan las armas y hacen el tránsito a la política. Ahora, al que no les guste las FARC, que no vote por ellos yo nunca voy a votar por las FARC, pero prefiero que estén en la política tratando de vender sus ideas a través de la palabra y no asesinando, secuestrando, matando y extorsionando.