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(CNN Español) – La madre comienza a gritar cuando su hija se quita los zapatos y se mete en la arenera del parque. La reprende. No quiere que se ensucie. Más tarde, ya en casa, el padre la regaña porque quiere jugar con una caja y unas muñecas. “No es momento para eso”, le dice. Preferiría que empleara su tiempo en una actividad “más útil”.

¿Le resulta familiar esta escena?

A esos padres, expertos como la brasileña Adriana Friedmman, el chileno Humberto Maturana, el español Javier Abad y el belga Michel Langendonckt tienen mucho que decirles.

Friedmann, Maturana, Abad y Langendonckt -reputados investigadores científicos y sociales- se reunieron en Bogotá (Colombia) para participar en el VI Encuentro Internacional de Juego, Educación y Ludotecas, entre el 26 y el 28 de octubre.

Todos ellos promueven la idea de que el juego es lo más importante en el crecimiento y aprendizaje de los niños y todos, también, son firmes defensores de la idea de que jugar no es perder el tiempo. Por el contrario, el juego es una cosa muy seria, tan importante como comer o como respirar, por ejemplo.

Javier Abad Molina, profesor y doctor español, experto en educación artística.

“Los niños que juegan son más plenos y más felices, y se convertirán en adultos más plenos y felices también. Los niños que juegan aprenden más y mejor, saben vivir. Muchos padres se angustian porque sus hijos le dedican mucho tiempo al ocio, pero eso es lo más serio que existe”, asegura Javier Abad Molina, español, doctor de la Universidad Complutense de Madrid y experto en educación artística.

“Existe un pensamiento científico, uno racional, uno matemático y uno lúdico. Todos deben fomentarse de la misma manera para desarrollar una identidad completa. El pensamiento lúdico es fundamental para entender la vida de una forma diferente, para que los niños se den cuenta que son capaces de cambiar su vida, de transformar su entorno”, le dijo Abad a CNN en Español.

Pero no se trata de atiborrar a los niños con juguetes, dejarlos solos y listo. Se trata, dicen los que saben, de acompañarlos, de quitarse los zapatos y ensuciarse con ellos.

“Cuando juegan, los niños descubren el mundo y expresan lo que viven y lo que sienten. No existe otra actividad con la que se puedan expresar y descubrir tanto”, afirma Adriana Friedmann, brasileña, doctora en Antropología y experta en metodología de la enseñanza.

Adriana Friedmann, educadora brasileña, doctora en Antropología.

Friedmann le dijo a CNN en Español que “el juego es lo más importante del aprendizaje y desarrollo de los niños desde que nacen y hasta los 6 años de edad”.

Diferentes estudios han mostrado en los últimos años que el juego facilita los vínculos, las relaciones con los pares (otros niños) y la participación social, además de que los ayuda a desarrollar habilidades para resolver conflictos porque conlleva a conductas de conciliación y aumenta la convicción de poder actuar correctamente en una situación concreta. Según Peter Grey, psicólogo y profesor del Boston College en Estados Unidos, citado por los expertos que se reunieron en Bogotá, “el juego es la energía instintiva más importante con la que el niño nace para educarse a sí mismo”.

“Muchas veces los adultos nos adelantamos y sentimos ansiedad porque nuestros hijos hagan cosas para las que todavía no están listos y que harán, de manera natural: leer, escribir, sumar y restar. Si no respetamos el tiempo de los niños, que cuando son pequeños es el tiempo de vivir, de jugar, descubrir, tener experiencias, caerse y ensuciarse, ellos se saltarán etapas fundamentales en su desarrollo psíquico y físico”, explica Friedmann.

“Hoy en día hay tantos estímulos que muchas veces, sin querer, los empujamos hacia adelante y forzamos las etapas. Tenemos que dejar el miedo de que tengan tiempo de ocio, en los primeros años de vida los niños necesitan usar sus sentidos y para eso es fundamental el contacto con la naturaleza”, agrega.

Claro, ningún padre quiere que su hijo se lastime y por eso los expertos en educación recomiendan promover el juego en entornos seguros, pero también dejar que se caigan y se levanten solos, porque eso les va a pasar más adelante en la vida.

¿Y qué papel desempeñan entonces los dispositivos electrónicos, que hoy muchos padres les entregan a los hijos incluso cuando no han aprendido a hablar o a caminar con el fin de que se entretengan?

“Nos preocupa que ya hay bebés de meses o niños muy pequeños que están hipnotizados por las tabletas o los teléfonos celulares. El problema es que los bebés necesitan usar todos sus sentidos para descubrir el mundo, llevarse cosas a la boca, sentir, oler, tocar, escuchar… si les damos dispositivos electrónicos solamente su cerebro se va a poner en movimiento, el resto del cuerpo y los sentidos quedarán congelados”, dice Friedmann.

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Para ella, cuando un padre o una madre le dan un celular a su hijo “para que se quede quieto”, están quitándole la oportunidad de que interactue con otros niños, de que se vincule con el espacio y con la tierra, con los objetos que lo rodean. “Eso debe hacerse más adelante y de manera equilibrada con el arte, la música, el movimiento”.

En los últimos 50 años se han reducido las oportunidades y los espacios para que los niños jueguen y eso coincide, de acuerdo con lo expuesto en el VI Encuentro Internacional de Juego, Educación y Ludotecas, con el aumento de los trastornos mentales en la infancia y con una cuadruplicación de la tasa de suicidios en niños menores de 15 años.

Pensando en eso, expertos de la Universidad Nacional de Colombia realizaron una investigación con 540 niños de varias regiones del país, tanto de zonas rurales como urbanas. Los resultados, presentados en el Encuentro, fueron contundentes. Los niños que más jugaron, “en situaciones de juego libre y dirigido”, presentaron mayores competencias emocionales, ciudadanas y de creatividad que los que no tuvieron esas oportunidades.

“Lo que los niños aprenden jugando no lo olvidan nunca. Desde que nacemos, los seres humanos jugamos con percepciones, colores, texturas, sonidos, caricias, porque el mundo no es sólo pensamiento racional cognitivo”, asegura Javier Abad.

“El pensamiento lúdico es profundo porque se queda inscrito en la memoria corporal de los niños, de tal forma que cuando ya siendo adultos tratamos de mantener el equilibrio, por ejemplo, sentimos placer porque eso está en nuestra memoria lúdica, porque jugamos a balancearnos cuando éramos niños”.

Los que de pequeños no jugaron lo suficiente casi siempre tienen problemas de comportamiento y de aprendizaje y en algún momento -preadolescencia, adolescencia o edad adulta- necesitarán vivir esas etapas, porque “quedan energías reprimidas y lo que no fue vivido en el momento adecuado, el ser humano siempre buscará la forma de vivirlo”.

Es que según Abad, jugar es como respirar. “Y jugar porque sí es el mejor juego. Jugar sin pensar en la productividad, jugar sin que se necesite una razón específica. El juego debe tener sentido pero no un objetivo”.