Brasov, RUMANIA (CNN) – Nunca he celebrado Halloween antes. No existía donde crecí en Australia.
Pero aquí estaba en la misteriosa tierra de Transilvania, donde los vampiros sedientos de sangre se esconden, lista para experimentar la celebración por primera vez en nada más ni nada menos que el castillo de Drácula.
Conocido oficialmente como el castillo de Bran y localizado justo a las afueras de la ciudad rumana de Brasov, recientemente abrió sus puertas por una noche solo para ofrecer a los visitantes la oportunidad de reunirse con el mismísimo Drácula.
Una historia inspirada en Vlad el Empalador
Más de 600.000 turistas recorren el castillo todos los años con la esperanza de reunirse con el carismático vampiro que fue popularizado por el autor irlandés Bram Stoker en la novela ‘Drácula’, publicada en 1897.
Aunque el libro y las películas del conde Drácula son ficción, hay algo de verdad en la historia.
Stoker nunca visitó Europa central, pero su personaje está basado en Vlad Tepes, un gobernante del siglo XV mejor conocido como Vlad El Empalador, quien se dice que ordenó las brutales torturas y asesinatos de decenas de miles de personas durante su reinado.
Mientras que junto con varios amigos conducíamos a través de los sinuosos y brumosos caminos montañosos, se volvió muy claro por qué Stoker se inspiró en misterioso paisaje de Transilvania.
Entramos y salimos de villas antiguas antes de que finalmente viéramos la impresionante silueta de la fortaleza a la distancia, iluminada en su totalidad en un rojo sangriento.
Me convencí de que si íbamos a conocer a un vampiro, este, de hecho, sería el lugar.
Lobos aullando y cócteles ‘sangrientos’
En lo que se sintió como una peregrinación, nos unimos a cientos de otros turistas en el frío intenso para subir el acantilado de piedra adoquinada y llegar al enorme castillo medieval, construido a finales de los 1300, el cual que se encuentra en lo alto.
Dos hombres vestidos como Vlad y Drácula nos guiaron a través de las habitaciones de 600 años de antigüedad y las estrechas escaleras secretas, mientras nos contaban sobre sus conquistas y sobre la gente que alguna vez vivió dentro de sus paredes.
El peregrinaje luego continuó hacia un patio donde a los invitados se les dio vino rojo y vodka negro, mientras se escuchaba el aullido de lobos a la distancia (o quizás el de esos que habían tomado demasiados vodkas negros).
Luego del tour, regresamos hasta una carpa gigante en la base del acantilado sobre el que está el castillo. En ese lugar se celebró una fiesta basada en Drácula.
La atmósfera era eléctrica. Estaba rodeada por un mar de gente bailando vestida como esposas muertas, payasos, varios Guasones de la película ‘Escuadrón Suicida’, calabazas e inclusive un hombre disfrazado de animadora zombi.
El suelo estaba cubierto de hojas de otoño, había bailarines en zancos y los cócteles eran ofrecidos por hombres enmascarados detrás de la barra.
No estoy segura si pude contar cuantas veces vi a Drácula esa noche, pero de alguna forma, por suerte, resulté ilesa.
Aunque la fiesta de Halloween fue increíblemente turística y el Vlad Tepes real tal vez no pasó mucho tiempo aquí, fue algo estimulante merodear por la fortaleza medieval por la noche.
Desafortunadamente la noche se acabó antes de que lo supiera y tal como si fuera un vampiro, fui forzada a regresar al frío intenso y a la cama antes de que saliera el sol.