Para convencer a la gente de que done dinero para hacer la película, el equipo de QHUP ofrece una caricatura personalizada que se puede usar en los perfiles de las redes sociales. 
Crédito: Archivo particular

(CNN Español) – Suenan las trompetas. El timbal. La voz de Marta María se pierde en medio de la música. Pide disculpas. Se escuchan los pitos de los carros, de las motos. Alguien grita. La comunicación se corta. Marta María pide disculpas de nuevo, dice que va a cruzar la esquina, tal vez para sentarse en la banca de otro parque.

Para hablar de la película cubana que buscan financiar por completo gracias al crowdfunding (una suerte de red virtual de micromecenazgo, con la que se pueden apoyar todo tiempo de iniciativas), Marta María hace maromas. Entra al lobby de un hotel para conectarse a internet, busca la calle que a esa hora suele ofrecer una red no tan congestionada, se cuela en el ensayo de un grupo de teatro que en su taller está conectado con el mundo. Vive en La Habana.

Marta María Ramírez es la encargada de comunicaciones del equipo de Quiero hacer una película. Para contarle al mundo del proyecto que la desvela y para hacerlo posible, porque también lidera la campaña de donaciones, sólo tiene dos herramientas tecnológicas: IMO, que es la aplicación de videollamadas gratuitas por internet más popular en Cuba (algunas personas logran hacerlas vía Whatsapp, pero casi nunca funciona), y Verkami, la única plataforma de crowdfunding a la que se puede acceder en la isla. Lo demás es creatividad, son amigos. “Gente que cree en el cine independiente cubano”, dice convencida.

Escena 1

Escena de Quiero hacer una película, que se filma en La Habana (Cuba).

Tony entra en la casa de Neysi sin que ella lo sepa. Se esconde debajo de la cama. Comienza a grabar su vida. Es un chismoso con ínfulas de espía como su padre, agente de la seguridad del Estado cubano. Un día, la policía lo descubre y se lo lleva preso. Neysi siente pánico. Tony le muestra lo que ha filmado y le pide permiso para hacer una película con esas imágenes. A ella le gusta la mirada que él tiene de ella, retira la denuncia y comienzan a documentar sus vidas, lo que viven en La Habana, la relación amorosa que empieza a tejerse entre ambos. Quieren terminar su película.

Ese es el argumento de Quiero hacer una película (QHUP), el primer largometraje de Yimit Ramírez, un director cubano, de 33 años, que mezcla ficción y documental y se sale de lo convencional, de lo típico.

“Surge de una historia real que un amigo me contó en la Escuela de Bellas Artes hace años. Una mujer descubre a un hombre debajo de su cama y cuando llama a la policía, él responde que lleva allí más de tres días. La historia me quedó dando vueltas en la cabeza, con mil interrogantes como qué hacía ahí, cómo comía o cómo iba al baño”, le cuenta el director a CNN en Español desde La Habana, a través de una videollamada de IMO que se debe repetir varias veces.

La película, entonces, cuenta la vida íntima de dos actores (Tony y Neysi) que están dentro de otra película, en la que ellos interpretan a dos personajes con sus mismos nombres: Tony, el espía que se mete debajo de la cama, y Neysi, la mujer que es espiada. “Es cine dentro del cine, una idea metacinematográfica en la que la acción de los actores nos va indicando cuál es el guión; no tenemos trama, se construye sobre el camino”, dice.

Yimit Ramírez y Marta María Ramírez (no son familiares, aunque tengan el mismo apellido) explican que la razón principal por la cual no pueden participar en fondos estatales de financiación es la de no tener un guión ya listo, requisito fundamental para postularse y concursar por recursos que les permitan hacer el rodaje.

“Para postularnos a esos fondos tenemos que presentar un guión terminado, nuestra propuesta no encaja en los formatos que aceptan, por eso el crowdfunding es la única manera que tenemos de financiarnos”, afirma Yimit, graduado de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.

Para conectarse a internet, el equipo de producción de Quiero hacer una película debe hacer maromas en varios lugares de La Habana.

Ambos son enfáticos en que no se trata de un tema de censura. Pero también dicen ser conscientes de la realidad en la que viven y saben que la libertad total, esa que les permita hacer lo que quieran con la película, sólo será posible si obtienen los fondos de esa forma.

“La libertad tiene un costo que estamos dispuestos a pagar, pero no queremos pedir dinero por caridad. Queremos que la gente crea en nosotros, que crea en un proyecto atípico y crea en la cinematografía independiente cubana como una manera de ser libres”, le explica a CNN en Español Marta María, que estudió Comunicación Social y Periodismo pero desde pequeña ha estado vinculada con el cine.

Ayer revisaba cómo iba la campaña conectada desde el lobby del Hotel Sevilla, hoy lo hace sentada sobre la banca de una avenida muy concurrida.

Escena 2
La ‘bestia’ aparece en escena. Ahí viene, ahí viene Barack Obama. Es 21 de marzo del 2016. Tony le pregunta a Neysi qué le diría al presidente de Estados Unidos si lo tuviera en frente. Ella le responde con una acción y ninguna palabra: se lanza a darle un beso. Segundos después se asoma por la calle la súper limusina que es el vehículo más blindado del planeta. El hecho queda registrado en la cámara.

La Habana también es protagonista de Quiero hacer una película. Y como el guión se construye a medida que la película se hace, todo lo que suceda en la capital cubana es susceptible de aparecer en ella.

No sólo los hechos históricos del 2016 -la primera visita a la isla de un presidente estadounidense en 88 años, el concierto gratuito de los Rolling Stones, sólo cuatro días después de la llegada de Obama, o la jornada de la ONU en la que por primera vez no hubo ningún voto en contra para levantar el embargo que pesa sobre Cuba-, sino los acontecimientos más sencillos, los del día a día, eso que pasa cuando se fuman un cigarrillo en una plaza mientras tratan de conectarse a internet, o eso que pasa cuando hacen fila para subirse a la guagua, como se les conoce a los buses de transporte público.

Por esa misma dinámica en la que Tony y Neysi documentan lo que sucede con ellos mientras tratan de sacar adelante la película, cualquiera que pase por una calle en un momento específico o incluso cualquiera de los mecenas que donen dinero son potenciales personajes del filme.

“Hemos contado con el apoyo de grandes amigos. Otros, de manera anónima o inconsciente como Mister Obama en su reciente visita a Cuba, se han sumado a nuestra película”, se lee en la presentación del proyecto en Verkami, la plataforma de crowdfunding.

Escena 3
Quiero hacer una película (QHUP) es el nombre de la película y también de la campaña de micromecenazgo. La lanzaron el 10 de octubre con dos objetivos: conseguir en 40 días un total de 8.000 euros para terminar el rodaje “en condiciones dignas” y, si esa primera meta se cumple, completar 12.000 euros para pagar gastos de salarios mínimos, montaje y posproducción.

El día en que esta nota se publicó, 2 de noviembre, ya tenía 3.740 euros.

Caricatura de Marta María Ramírez, del equipo de Quiero hacer una película.

Hasta ahora se ha realizado el 40% del largometraje. El otro 60% será realidad cuando se consiga el total de 8.000 euros. Para convencer a los posibles donantes, que pueden aportar desde 10 hasta 1.000 euros, el equipo de QHUP les ofrece a todos una caricatura realizada por el director -gran dibujante- para ser utilizada como foto de perfil en las redes sociales y que el nombre aparezca en los créditos finales como mecenas del proyecto, además de un código en HD para ver la película online tras el estreno.

Y a medida que los aportes se hacen más altos, el equipo de QHUP ofrece también un DVD con extras de la película, una camiseta, una invitación a la fiesta de fin del rodaje en una casa en la playa -aunque sin gastos de desplazamiento incluidos-, un cartel firmado por los actores y el director y hasta una llamada por IMO que podría salir en la película, entre otras cosas.

Esta es la caricatura que Yimit Ramírez hizo de sí mismo, cuando se le ocurrió que podría ser una de las recompensas para los mecenas de la película.

“Es mucho trabajo para mí, es un esfuerzo grande, pero ha valido la pena y aunque sea mucho trabajo, lo disfruto. Hasta el momento, he hecho 185 caricaturas para 185 donantes. Es que queríamos esforzarnos para que las recompensas fueran atractivas”, comenta Yimit.

“Hablamos con un especialista internacional, experto en crowdfunding, y nos dijo que estábamos siendo muy generosos con las recompensas, que eran muchas cosas, pero creemos que es el principal gesto de cariño que debemos tener con quienes nos ayuden a hacer la película”, añade.

La recompensa mayor, para aquel que done 1.000 euros, además de todos los premios anteriores, es convertirse en productor asociado y participar en un porcentaje de los beneficios económicos que obtenga el largometraje.

Última toma
“Lo más difícil es el tema de la conectividad, nos está costando porque ya sabemos las condiciones cubanas. Pero más allá de eso, estamos disfrutando mucho el proceso, tenemos una ansiedad rica, muchas ganas de hacer este proyecto distinto”, cuenta Marta María.

Yimit Ramírez y Marta María Ramírez cuando hablaban con CNN en Español desde una de las calles de La Habana. Se consideran familia, aunque no lo sean de sangre.

“La conectividad no debería ser el mayor reto para sacar adelante la campaña de crowdfunding, tendríamos que estar conectados todo el tiempo, lo intentamos con nuestros recursos, con amigos que tienen conectividad y nos la prestan, con espacios WiFi que funcionan en unos pocos puntos de la ciudad, pero es muy difícil”.

Hacer cine independiente en cualquier país es difícil. Hacer cine independiente en Cuba es una aventura quijotesca. Una locura. “Una locura muy bonita. Estamos todos locos pero eso nos gusta”, asegura Marta María.

“Aquí en Cuba todo funciona de manera rara. Esto es hacer cine independiente dentro del cine independiente de Cuba”, remata Yimit antes de que la llamada de IMO se cuelgue por octava vez y sea necesario que él camine dos pasos y se pare debajo de un árbol para repetirla.