La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos demostró – de una vez por todas– que 2016 fue el año en que la clase política se equivocó en todo aquello que creía saber.
La derrota de Hillary Clinton frente a Trump puso de cabeza años de conocimiento sobre cómo funcionan las campañas electorales, sobre cómo los datos demográficos en Estados Unidos están cambiando y sobre cómo un candidato polémico puede afectar a los demás aspirantes en la votación.
Aquí están las cinco sorpresas más grandes que dejó la noche de este martes y la mañana de este miércoles.
1. Trump ganó
Las encuestas se equivocaron. Los modelos de proyección también. Los veteranos de campañas presidenciales anteriores erraron.
La victoria de trump es una de las mayores decepciones en la historia política de Estados Unidos.
Los electores pusieron a los republicanos en el poder, le entregaron la Casa Blanca a ese partido, junto con el Senado y la Cámara de Representantes en una ola que nadie vio venir.
Los profesionales en política pasarán las siguientes semanas y meses estudiando cómo y por qué todos lo pasaron por alto.
2. Trump tiene una coalición
El abrumador apoyo de los votantes blancos de la clase trabajadora puso a Trump en la Casa Blanca y le dio el triunfo.
Lo más importante: el llamado “muro azul” de los demócratas en los estados de Pensilvania, Michigan y Wisconsin se derrumbó cuando Trump ganó directamente dos de ellos y lideraba la votación en Michigan durante las primeras horas de este miércoles.
El Partido Demócrata se alzó con las áreas urbanas, como siempre. Pero Clinton quedó muy por debajo de los números que alcanzó el presidente Barack Obama en 2008 y 2012 en estos lugares. Además, en las zonas rurales los electores blancos apoyaron a Trump con márgenes que a menudo superaban el 40%.
En algunos lugares se trató de los votantes “silenciosos” de Trump, que la campaña presidencial había señalado, pero las encuestas nunca pudieron encontrar. En el resto del país, la participación de los demócratas bajó considerablemente frente a los niveles alcanzados en 2012.
La diferencia fue muy evidente en los estados donde Clinton se disputó las primarias democráticas con Bernie Sanders, cuya postura proteccionista frente al mercado coincidía con la de Trump.
3. No hubo una coalición de Clinton
O, por lo menos, la fuerte participación de los nuevos votantes latinos y el apoyo de las mujeres profesionales no pudo alcanzar la fuerza de Trump con los electores blancos.
Para Clinton fue perjudicial que la participación afroamericana, que ayudó a Obama, disminuyera.
Sin embargo, su derrota también refleja la realidad de un Partido Demócrata que se ha desplazado hacia la izquierda y ha fortalecido una base urbana durante los años de la presidencia de Obama. Los “perros azules”, los demócratas conservadores, ya no están. Y entre la clase trabajadora, que solía apoyar políticos como Bill Clinton, no hubo espacio para Hillary Clinton.
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4. Las herramientas de campaña son limitadas
La infraestructura de la campaña de Clinton fue tan impresionante como ninguna otra. Había identificado y alcanzado a votantes cruciales en estados que eran lugares de disputa.
También superó el gasto que hizo Trump en anuncios publicitarios de televisión, instaló más oficinas en terreno y envió con mayor anticipación personal a los estados pendulares.
Trump, mientras tanto, dirigía una organización fragmentada y totalmente dependiente del Comité Nacional Republicano para las estrategias de conseguir los votos.
O, tal vez, sí lo hizo –Clinton, después de todo, ganó Nevada, una prueba de la habilidad organizativa de la izquierda, y estuvo muy cerca en Florida luego de ganar la disputa en los lugares mayoritariamente poblados por latinos, al sureste del estado.
Pero no fue suficiente. La operación y planeación de la campaña Clinton no detectó los problemas en el área llamada el cinturón manufacturero. Para el momento en que Clinton y Obama hicieron sus visitas de última hora a Michigan esta semana y cerraron la campaña en Filadelfia, durante la noche del lunes, ya era tarde.
5. No hubo efectos perjudiciales en el resto de la elección
Los republicanos asumieron que Trump acabaría con las esperanzas de ese partido de mantener el control en el Senado.
No fue así. Del todo. Incluso, parece que en algunos estados Trump ayudó a los republicanos.
Tuvo cabezazos, superando a los candidatos al Senado del Partido Republicano en Indiana y Missouri y estuvo prácticamente empatado con aquellos en Pensilvania, Carolina del Norte, Nueva Hampshire y Wisconsin.
Los resultados sugieren que no hubo mucho votantes divididos –una realidad que habría escandalizado a los senadores republicanos antes de las elecciones, pero que terminó jugando a favor del partido.
“Los demócratas creyeron que tenían el boleto dorado cuando Donald Trump ganó oficialmente la nominación”, aseguró Ward Baker, director ejecutivo del Comité Nacional Republicano de Senadores, este miércoles en la mañana a través de un memorando. “Trabajaron para nacionalizar cada carrera, pero cuando se cayó la candidatura de Clinton no tenían mensaje, ni estrategia, ni capacidad para articular los asuntos locales”, añadió.