Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor y analista político de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a su autor.
(CNN Español) – La muerte de Fidel Castro coloca a Raúl Castro ante una clara alternativa.
Puede invocar el peligro de Donald Trump, que ha prometido recrudecer las medidas económicas en contra de su régimen, cavar trincheras y proclamar su fiera decisión de defender un sistema absolutamente improductivo en el que ya no cree.
Pero también puede aprovechar la desaparición de hermano, cancerbero mayor del marxismo-leninismo, para profundizar las reformas y jugar la carta de la apertura política, a sabiendas de que, a medio o largo plazo, el colectivismo desaparecerá y una nueva opción política sustituirá al Partido Comunista.
Eso hoy parece impensable, pero es lo que sucedió en una docena de naciones comunistas en Europa Oriental.
Por otra parte, además de la muerte de su hermano y de la elección de Donald Trump, el régimen chavista de Venezuela, aliado o colonia de Cuba, como dicen los amigos o los enemigos de Nicolás Maduro, languidece en medio de la mayor crisis económica de su historia, plagado por el desabastecimiento, la inflación y la corrupción, elementos que niegan en Miraflores, pero que no hay duda que existen.
¿Qué hará, Raúl Castro? Va a depender, opino, del grado de dependencia emocional que le quede hacia su hermano muerto. Él sabe, y lo ha dicho entre dientes, que el modelo económico es el culpable del desastre material del país, pero lo tradicional es que los dictadores, y más si son generales, mueran con las botas puestas y sin valor para llevar a cabo las reformas que el país necesita. Es triste, pero es así.