Nota del editor: Sinan Antoon es un poeta y novelista iraquí. La traducción al inglés de su tercera novela, ‘The Baghdad Eucharist’, está por ser publicada. Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) – ¿Fue Fidel Castro un dictador o un héroe revolucionario e ícono? Los medios estadounidenses y de Occidente en general se esfuerzan por reducir la rica vida y el complicado legado de Castro a una simple palabra: dictador.
La perspectiva de los exiliados cubanos y sus descendientes, quienes bailaron con júbilo en Miami, fue desproporcionadamente amplificada y eclipsó otras narrativas de la historia de un hombre que lideró una de las más grandes revoluciones del siglo XX y “convirtió una colonia en un país”, en palabras del escritor uruguayo Eduardo Galeano.
Un país que lidera todos los rankings en su región y compite con países avanzados en términos de sistemas de salud y educación (acceso libre a la educación, cero analfabetismo, cobertura universal de salud) y una alta expectativa de vida. Todo esto fue logrado en las condiciones más adversas con un brutal embargo impuesto por Estados Unidos hace más de cinco décadas, que le ha costado a Cuba miles de millones de dólares.
La posición ideológica de uno, consciente o no, influencia cómo ve a Castro. Muchos de nosotros que crecimos o somos del Sur Global, estamos inclinados a ver a Fidel y a Cuba de una forma diferente. Nosotros, después de todo, habitamos una región donde los líderes nacionalistas que desafían al imperialismo (cuyas consecuencias concretas son reales, no un concepto abstracto) y se esfuerzan por construir economías fuertes que no pertenezcan al capital global, son depuestos por juntas militares apoyadas por Occidente.
Vivimos en una región en la que Estados Unidos y otras democracias occidentales liberales han apoyado y armado a dictadores brutales y taparon sus horribles crímenes por décadas.
Esto, pienso yo, nos hace más críticos cuando un líder del Tercer Mundo es demonizado o celebrado en el Norte Global.
Para muchos de nosotros en el mundo árabe, Cuba y su pueblo fueron aliados en los tiempos más oscuros y críticos. Ya fuera Argelia en su lucha contra el colonialismo francés, o Palestina en su búsqueda de la autodeterminación, Cuba estaba allí cuando los gobiernos del “mundo libre” eran socios silenciosos del otro lado. La visión de Castro sobre la solidaridad y el apoyo activo a las aspiraciones de la gente y movimientos de liberación en todo el Sur Global trascendieron a la retórica e hicieron una gran diferencia.
La primera vez que oí de Castro fue en los 70. No sabía en ese tiempo cómo estaban distribuidos los intereses, pero sí estaba enterado de que el régimen del apartheid de Sudáfrica estaba en un lado mientras que los cubanos combatían junto con los angoleños. Muchos años después, aprendí que la intervención cubana y el apoyo a Angola fue decisivo en el debilitamiento del régimen sudafricano de ese entonces.
Mandela lo escribió desde la cárcel: “fue la primera vez que un país venía desde otro continente, no a llevarse nada, sino a ayudar a los africanos a alcanzar su libertad”. La primera visita de Mandela fuera de Sudáfrica tras su liberación fue a Cuba, para agradecerle personalmente a Castro y el pueblo cubano por su invaluable apoyo. Teniendo en cuenta cualquier cosa que uno pueda pensar de las problemáticas políticas de Castro en el interior de Cuba y las limitaciones a las libertades, se debe poner en la balanza su papel en la ayuda a acabar con el apartheid.
El apoyo de Cuba a países del Sur Global ha continuado. Según reportes, hay 15.000 médicos cubanos trabajando en 66 países.
En los días que siguieron al fin de la Primera Guerra del Golfo de 1991, vi un grupo de hombres y mujeres en una de las calles de Bagdad hablando español. Estaba sorprendido, dado que todos los extranjeros (a excepción de unos pocos periodistas) habían dejado la ciudad en los días que precedieron a la gran campaña de bombardeos liderada por Estados Unidos (en la cual, para citar al entonces secretario de Estado, James Baker, se bombardeó a Iraq para “devolverlo a la era preindustrial”).
Cuando me aproximé y les pregunté de dónde eran, me dijeron que eran un equipo de doctores y enfermeras que habían llegado a ayudar a los iraquíes, quienes estaban sufriendo los efectos de las sanciones estadounidenses impuestos sobre ellos. Para la época, las sanciones habían sido suavizadas, pero ya habían matado a un millón de civiles. Fidel nos envió doctores, no misiles de uranio empobrecido.
Fidel tenía muchos defectos y estos son ahora muy bien conocidos por el mundo. Su legado debería ser sujeto a escrutinio, pero no reducido. Para muchos en el mundo, especialmente en el Sur Global, será un símbolo potente de fuerza y firmeza para los legítimos sueños de igualdad social y dignidad en la cara del capitalismo depredador.