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Cuando el doctor Christopher Callahan examina a pacientes mayores, suele escuchar la misma frase.

“Estoy cansado, doctor. Me resulta difícil levantarme de la cama. Me he sentido un poco triste, pero me estoy poniendo viejo y tengo que vivir con eso”.

Esta postura fatalista se basa en suposiciones ampliamente aceptadas pero erróneas acerca de lo que constituye el “envejecimiento normal”.

De hecho, la fatiga, la debilidad y la depresión, entre muchas otras preocupaciones comunes, no son consecuencias inevitables de volverse viejo, dice Callahan, quien es director del Centro de Investigación del Envejecimiento de la Escuela de Medicina de la Universidad de Indiana.

En cambio, son una señal de que algo está mal y de que hace falta una evaluación médica.

“Las personas tienen una percepción, promovida por nuestra cultura, de que el envejecimiento equivale a deterioro”, dice la doctora Jeanne Wei, geriatra quien dirige el Instituto Donald W. Reynolds sobre Envejecimiento de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Arkansas.

“Eso es algo equivocado”, añade Wei. Muchos adultos mayores permanecen con buena salud por largo tiempo y “somos afortunados de vivir en una época en la que hay muchos medicamentos disponibles”.

Por supuesto, los cuerpos de las personas sí cambian a medida que avanzan los años. Pero se trata de un proceso gradual. Si súbitamente te das cuenta de que tus pensamientos están borrosos y no puede confiar en tu memoria, si te mareas y pierdes el equilibrio, si no puedes dormir y tienes que correr con urgencia al baño durante la noche, todo eso no se puede tildar como parte del envejecimiento normal.

Ve a ver al médico. Entre más temprano identifiques y lidies con estos problemas, mejor. Las siguientes son cuatro de las preocupaciones más comunes que deberían llamar la atención, una lista parcial de los problemas que pueden surgir:

Fatiga. No tienes energía. Estás cansado todo el tiempo.

No subestimes el impacto: los adultos mayores con cansancio crónico corren el riesgo de perder su independencia y quedar aislados socialmente.

Cerca de un tercio de los adultos de 51 años y más experimentan fatiga, según un estudio de 2010 publicado en la revista de la Sociedad Americana de Geriatría. (Otros estimados son más bajos). Hay un montón de posibles culpables. Los medicamentos para la presión arterial, los problemas del sueño, el dolor y el reflujo gastrointestinal pueden inducir la fatiga, al igual que las infecciones, condiciones como la artritis, tiroides hipoactiva, la mala nutrición y el consumo de alcohol.

Todos pueden ser tratados, dicen los médicos. Quizás lo más importante es asegurar que los adultos mayores permanezcan físicamente activos y no se conviertan en sedentarios.

“Si alguien entra a mi oficina caminando a paso de caracol y me dice: ‘Soy viejo; estoy volviéndome más lento, yo le digo ‘no, eso no es correcto’”, afirma la doctora Lee Ann Lindquist, profesora de geriatría en la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad de Northwestern, en Chicago.

“Necesitas empezar a moverte más, tomar terapia física o terapia ocupacional y presionarte a hacer un poco más cada día”.

Pérdida del apetito. No tienes ganas de comer y has estado perdiendo peso.

Esto te pone en riesgo de desarrollar deficiencias nutricionales y fragilidad, y eleva la perspectiva de una muerte precoz. Se cree que entre el 15% y el 30% de los adultos mayores sufren de lo que se conoce como “anorexia del envejecimiento”.

Los cambios físicos asociados con la edad —una reducción notoria del sentido de la vista, el gusto y el olfato, que hacen a la comida más atractiva— pueden contribuir. Así como también otras condiciones: disminución de la secreción de saliva (un problema causado por ciertos medicamentos que afecta a un tercio de los adultos mayores); constipación (que afecta hasta al 40% de los ancianos); depresión; aislamiento social (a las personas no les gusta comer solas); problemas dentales; enfermedades e infecciones; y medicamentos (que pueden causar náuseas o reducir el gusto y el olfato).

Si tenías un muy buen apetito antes y eso cambió, préstale atención, dice la doctora Lucy Guerra, directora de medicina interna general de la Universidad del Sur de la Florida.

Tratar problemas dentales y otras condiciones, agregar especias a los alimentos, modificar la medicación y compartir las comidas con los demás, pueden hacer la diferencia.

Depresión. Estás triste, apático, irritable por semanas o meses.

La depresión en las etapas avanzadas de la vida tiene profundas consecuencias, agravando los efectos de condiciones crónicas como enfermedades del corazón, que conducen a la discapacidad, afectan la cognición y, en casos extremos, pueden llevar al suicidio.

Hace medio siglo, se creía que la “melancolía” era común en el otoño de la vida, y que los ancianos naturalmente se retiraban del mundo cuando entendían que sus días estaban contados, explica Callahan. Ahora, se sabe que esto no es así. Los investigadores han demostrado que los adultos mayores tienden a ser más felices que otros grupos de edad: sólo el 15% tiene depresión severa o variantes menores.

La depresión tardía se asocia típicamente con una enfermedad grave como la diabetes, el cáncer, la artritis o los accidentes cerebrovasculares; también con el deterioro de la audición o visión, y cambios de la vida tales como el retiro o la pérdida de un cónyuge. Mientras que el dolor es normal, la tristeza que no desaparece y que está acompañada de apatía, el alejamiento de las actividades sociales, el mal sueño y la auto-negligencia no lo es, añade Callahan.

Con tratamientos como la terapia cognitivo-conductista y los antidepresivos, del 50 al 80% de los adultos mayores pueden esperar recuperarse.

Debilidad. No te puedes levantar fácilmente de la silla, destapar un frasco o sacar una lata de la despensa.

Es posible que tengas sarcopenia, que es la pérdida notable de masa muscular y fuerza que afecta a alrededor del 10% de los adultos mayores de 60 años. Si no se trata, la sarcopenia afectará tu equilibrio, movilidad y resistencia, y aumentará el riesgo de caídas, fragilidad y pérdida de la independencia.

La atrofia muscular relacionada con la edad, que comienza cuando las personas alcanzan los 40 años y se acelera durante los 70, es parte del problema. La fuerza muscular disminuye aún más rápidamente, alrededor del 15% por década, comenzando hacia los 50 años.

La solución: el ejercicio, incluyendo ejercicios de entrenamiento de resistencia y fuerza y una buena nutrición, además de consumir cantidades adecuadas de proteína. Otras causas de debilidad pueden incluir inflamación, cambios hormonales, infecciones y problemas del sistema nervioso.

Debes estar atento a los cambios repentinos. “Si no eres tan fuerte como ayer, no está bien”, afirma Wei. Además, vigila la debilidad sólo en una parte del cuerpo, especialmente si está acompañada por cambios en el habla o la visión.

Tomar medidas para afrontar la debilidad no significa que tendrás la misma fuerza y resistencia que cuando tenías 20 o 30 años. Pero puede significar que los doctores detecten un problema grave o prevenible desde el principio y eviten un deterioro mayor.