(CNN) – Nuestros ancestros aprendieron a respetar al uro y lo inmortalizaron en pinturas rupestres prehistóricas.
Las primeras vacas eran bestias fuertes casi tan altas como los elefantes, con estructuras delgadas pero poderosas y cuernos que daban miedo y harían pensar dos veces a cualquier cazador.
Por miles de años los uros fueron los mamíferos terrestres más grandes de Europa, hasta que el auge de la civilización humana los diezmó y el último murió en Polonia en 1627, uno de los primeros casos registrados de extinción de un animal.
Ahora los ecologistas creen que la pérdida de uno de los herbívoros más importantes fue trágica para la biodiversidad de Europa y argumentan que el enorme apetito de los uros por el pasto proveía un “servicio de jardinería” natural que mantenía los paisajes y creaba las condiciones para que otras especies pudieran florecer.
Esta teoría está poniéndose a prueba en este momento, cuando “cerca del 100% de los sustitutos” de esas bestias están volviendo a los bosques.
Reproducción a toda velocidad
El ecologista Ronald Goderie lanzó su proyecto Tauros en el 2008, dirigido a los ecosistemas más débiles. Y el más poderoso herbívoro de la historia de Europa parecía serle muy útil.
“Pensamos que necesitábamos un animal de pastoreo que fuera completamente autosuficiente en el caso de los grandes depredadores y que pudiera hacer el trabajo de pastar en grandes áreas salvajes”, dice Goderie. “Nos dimos cuenta que ese animal tendría que ser parecido al uro”.
Y antes que tratar de conseguir un tipo de gen con alta tecnología a partir de otras especies ya extintas como el mamut o la paloma mensajera, Goderie decidió usar el método del back-breeding (algo así como reproducción asistida) para crear un bovino sustituto que llamó Tauros.
Los genes del uro siguen presentes en varias razas de ganado alrededor del continente y el equipo de expertos identificó descendientes en España, Portugal, Italia y los Balcanes. Los genetistas aconsejaron reproducir ciertas especies juntas para conseguir una descendencia cerrada con las características de un uro, y luego reproducir esa descendencia.
Los animales se van acercando de generación en generación y el equipo tuvo la ventaja de probar el ADN de la descendencia y compararlo con el genoma completo de un uro, un proceso que se logró con éxito en la University College Dublin.
“Pudimos ver desde la primera generación que además del tamaño de sus cuernos, era lo suficientemente salvaje en su reproducción para producir animales más parecidos al uro de lo que esperábamos”, explica Goderie.
El ecologista predijo que se necesitarían siete generaciones para obtener el resultado esperado, algo que podría lograrse en el 2025. En este momento el programa está en la cuarta generación y hay programas pilotos que están ofreciendo estímulos para seguir haciéndolo en toda Europa.
En estado salvaje
Previamente, el programa Tauros se había conectado con Rewilding Europe, un grupo que apoya la restauración de los procesos naturales a través de proyectos que van desde recuperar ríos hasta introducir superpredadores.
Rewilding Europe proporcionó tierra protegida en todo el continente: Croacia, España, Portugal, República Checa y Rumania, donde los cruces de razas de Goderie podrían probarse a sí mismos en estado salvaje. En muchos casos, estuvieron a la altura.
“Vemos progreso no solo en sus miradas y comportamientos, sino también en la reversión de la domesticación de los animales”, explica. “Es un proceso exigente porque tienen que adaptarse a la presencia de enormes manadas de lobos”.
Según Goderie, “mientras los rebaños de herbívoros suelen ser diezmados por los lobos locales en Croacia, los Tauros han aprendido a defenderse a sí mismos y han sufrido pocas pérdidas”.
La reproducción selectiva seguirá utilizándose hasta crear el animal ideal. Pero el que ya se ha conseguido funciona para algo muy importante.
Sombras de verde
Para los socios de Goderie, el proyecto para recuperar el uro ofrece una oportunidad de restaurar el orden natural. “Apoyamos el regreso de grandes herbívoros pues son especies fundamentales que cumplen un rol específico de pastoreo y exploración”, dice Frans Schepers, director general de Rewilding Europe.
“Los bovinos pueden darle forma a los hábitats y hacerles la vida más fácil a otras especies por su comportamiento, y entre más primitivos y salvajes sean mucho mejor, porque significa que eventualmente podrán ser parte del sistema natural”.
Muchos paisajes europeos tienen una necesidad urgente de animales de pastoreo para no convertirse en lugares inhabitables para otras especies.
“Sin pastoreo todo se vuelve bosque o tierra árida y estéril cuando hay agricultura”, afirma Schepers. “Los grados que hay entre esos estados son muy importantes para la biodiversidad, desde el suelo abierto hasta el pastizal y el mosaico de paisajes”.
“Las montañas Ródope, en Bulgaria, están entre las áreas más ricas del mundo para reptiles como tortugas, serpientes y lagartos, pero esos animales necesitan espacios abiertos o perderán su hábitat”.
Intervención dirigida
Los críticos de las iniciativas de volver a ese estado salvaje sugieren que introducir nuevas especies puede tener consecuencias no deseadas.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés) ha publicado nuevas directrices en un esfuerzo para manejar esos impactos.
“Acercarnos tanto a las especies originales puede ayudar a reversar pérdidas en el campo emocional y ecológico, pero la trampa suele estar en los detalles”, dice Axel Moehrenschlager, jefe del Grupo Especialista en Reintroducción de la IUCN.
“El énfasis suele ponerse en la viabilidad técnica y no se le presta mucha atención a los riesgos. Todavía nos preguntamos cuáles serían los bosques húmedos en los que los uros solían vivir, o si esto tendrá un efecto negativo en plantas y animales domésticos y salvajes, o si puede poner en peligro a la gente”, dice.
“La exitosa introducción del bisonte en Estados Unidos muestra que estas iniciativas pueden tener un impacto positivo”, asegura Eric Dinerstein, del grupo ecologista Resolve, aunque añade que una intervención puede llevar a la otra.
“Si un ecosistema ha evolucionado con herbívoros grandes… no hay alternativa y se necesita algo en su papel funcional. Pero para introducir uros también se necesitan depredadores”.