(CNN) – Con hacha en mano, Dato Vanishvili, de 82 años, pasea de un lado a otro en medio de la irregular nieve. Dice que es un prisionero en su propio patio.
Atrapado detrás de una muralla de alambrado de púas, este campesino de cabello blanquecino trocea las ramas desnudas de sus árboles frutales, recolectando el tan necesario combustible para evitar el crudo invierno georgiano.
“No me dejan ir”, dice de forma quejumbrosa. “Estoy estancado aquí. ¿Hacia dónde debería ir? No tengo comida, pan, no tengo nada. ¿Qué debería hacer? ¿Suicidarme?”.
Para los georgianos, Vanishvili es la cara desesperada de un conflicto congelado, una víctima de lo que algunos llaman “la frontera progresiva”, y los georgianos califican de “línea de ocupación”.
Su casa está atravesada por la disputada línea que divide a Georgia y Osetia del Sur.
Casa en un país diferente
Hace cinco años, Vanishvili dice que dejó su casa para hacer unas tareas en el pueblo local, y cuando regresó encontró su casa vallada, en otro país, de hecho.
“Ellos dijeron: este es territorio ruso, así que si usted no quiere estar en Rusia, váyase de aquí”, dice. “Soy de Osetia del Sur, en Georgia. Soy Vanishvili, ¡un ciudadano georgiano!”. Enfrenta una decisión imposible: abandonar su casa o perder el contacto con el país que ama.
Ahora el alambrado de púas divide su jardín, encerrando a Vanishvili, su nieto y su esposa enferma en su casa.
Una fuente con conocimiento le indicó a CNN sobre un mapa dónde habían ocurrido los movimientos de fronteras.
“Estoy atrapado aquí”, dice Vanishvili. “Si cruzo, me arrestan y tendré pagarles dinero, como una especie de multa. Me están vigilando”.
La única vez que ve a sus vecinos es cuando vienen a visitar a sus parientes enterrados en el cementerio situado al otro lado de su propiedad. Al serles privada la entrada, le piden que les deje flores a su nombre, dejándole a veces paquetes a manera de agradecimiento.
Los Vanishvili están apartados no sólo de amigos o familia, sino también, como dicen ellos, de servicios esenciales como el gas y la electricidad, dejándolos dependientes de la leña para la calefacción.
“Mi vida ha ido de mal en peor. Ayúdenme si pueden”, suplica del otro lado del alambrado. Pero hay muy poco que Georgia pueda hacer.
La vida en tierra de nadie
Vanishvili es sólo una víctima de lo que los monitores de la Unión Europea califican como una “fronterización” por parte de Rusia. Dicen que Rusia está constantemente creando una nueva frontera al interior de la antigua república soviética.
La casa de Merab Mekarishvili, cercana a la pequeña población agrícola de Dvani, fue bombardeada durante el conflicto de 2008 entre Georgia y Rusia, pero él estaba determinado a seguir viviendo allí.
Luego los rusos llegaron y vallaron la calle, dejando la casa que su padre había construido a un lado del alambrado y las tierras de la familia en el otro. Él dice que le dieron una opción: volverse ciudadano de Osetia del Sur o irse.
Renunció a su hogar y vive cerca de lo que queda de la propiedad, donde está construyendo una nueva casa, con vista a la que está fuera de los límites, usando el material que puede reunir.
Tamara Qoreli vive en una tierra de nadie con su marido y dos nietos. Su acogedora casa se encuentra intercalada entre un puesto fronterizo georgiano y un punto de control ruso y es observada desde una base de la guardia fronteriza rusa.
Dice que la vida aquí se ha vuelto más difícil desde la guerra.
“Antes estaba mejor”, dice. “Estaba haciendo mi vida, tenía vacas, pero después de la guerra tengo sólo una, que la llevo de un lado para otro con una cuerda… porque hay campos minados”. “Tenía ganancias y ahora no”, asegura. “No tenemos pensión, ayuda social. No tenemos absolutamente nada”.
Una frontera que se mueve hacia adelante
Una misión de vigilancia de la Unión Europea patrulla la que es conocida como la Frontera Administrativa Limítrofe entre Georgia y las regiones separatistas de Osetia del Sur y Abkhazia.
Con cada año que pasa, los monitores dicen que la frontera se mueve constantemente hacia adelante, tragándose tierras de cultivo y hasta pueblos enteros.
“Mucha gente no sabe en muchos lugares dónde está la frontera”, le asegura a CNN Kestutis Jankauskas, director de la misión de monitoreo del bloque continental. “La frontera está siendo establecida en la práctica, pero no es nada oficial. Es una línea fronteriza muy variable”.
En algunas ocasiones, las tropas rusas usan el alambrado de púas para marcar lo que ven como la frontera. En otras, ponen señales verdes que dicen “prohibido el paso” tanto en georgiano e inglés. Estas señales suelen ser autónomas, lo que crea una confusión para los lugareños, que se quejan de que han sido detenidos y multados por cruzar de forma inadvertida la línea fronteriza.
Este año, los rusos cavaron dos trincheras a través de una huerta, afirmando que se tomó esa decisión con el fin de protegerla contra incendios, pero los georgianos que cruzaron las zanjas dicen que fueron detenidos.
“No sabemos dónde ni cuán lejos puede moverse esa línea fronteriza porque nunca fue reconocida, nunca fue negociada”, explica Jankauskas, añadiendo que es muy probable que se base en los mapas del antiguo Estado Mayor de la Unión Soviética de los años ochenta.
Violación de la ley internacional
Los monitores dicen que cada invasión es una violación del derecho internacional.
Sólo Rusia, Nicaragua, Venezuela y Nauru reconocen a Abkhazia y a Osetia del Sur como estados independientes.
Rusia dice que sus fuerzas militares están allí por invitación. Los monitores dicen que un total de 18 bases rusas de guardias fronterizos y cuatro bases militares están destacadas en tierras consideradas parte de Georgia por la comunidad internacional.
John Durnin, portavoz de la misión de vigilancia de la UE, dice que las bases de la guardia fronteriza rusa, que comenzaron a aparecer en Osetia del Sur en el 2009, forman parte del Servicio Federal de Seguridad de Rusia, el FSB.
Construidas para que puedan ser rápidamente reforzadas cuando sea necesario, cada una es el hogar de entre 30 y 50 soldados. También hay allí cuartos para parejas casadas y familias, e incluso parques infantiles.
Los residentes locales dicen que creen que las bases son una señal de que lo rusos están ahí para quedarse.
El viaje de CNN al área resaltó la tensión y la sospecha a ambos lados de la frontera. Nuestras visitas sólo eran permitidas si se hacían en compañía de las fuerzas de seguridad georgianas o de monitores de la Unión Europea, y en varias ocasiones fuimos vigilados de cerca por hombres de color verde en el otro lado.
Una línea telefónica de misión de vigilancia de la UE, normalmente reservada para mensajes sobre movimientos a lo largo de la frontera, fue activada por guardias fronterizos rusos que exigían saber por qué estábamos allí.
CNN se ha acercado a funcionarios de Osetia del Sur y el Kremlin en relación con las acusaciones de que la gente está perdiendo sus tierras, pero aún no ha recibido una respuesta.
Referendo sobre la adhesión
Hace 25 años que Georgia obtuvo su independencia de la Unión Soviética. El estado separatista ha tenido una relación polémica con su vecino ruso desde entonces.
En el 2008, esas molestias se convirtieron en un auténtico conflicto, después de que los separatistas de Osetia del Sur atacaron a las fuerzas de paz de Georgia. El gobierno de Tiflis envió tropas a Osetia del Sur, y Rusia respondió con una incursión militar contra la misma Georgia.
Cuando terminó el conflicto, los militares rusos retrocedieron sólo hasta Osetia del Sur, que ellos ven como un estado independiente.
Y en el 2017, las cosas podrían ser aún más complicadas: en un movimiento que invita a comparaciones con la anexión de Crimea, Osetia del Sur celebrará un referéndum sobre la adhesión a Rusia.
El Kremlin permanece en silencio sobre la votación, sin descartarla ni darle la bienvenida. La agencia estatal rusa TASS reportó que el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, aseguró que no iba a “comentar sobre este asunto”, ya que “no nos incumbe”. Pero el apoyo tácito ruso es claro: en abril del 2016, la Duma -Parlamento ruso- ratificó un tratado sobre la demarcación de la frontera estatal de Osetia del Sur.
Mientras las tensiones aumentan, tanto Rusia como Georgia han llevado a cabo ejercicios de entrenamiento militar, posicionándose frente a frente través de la frontera.
Acosados por el pasado, temerosos del futuro
Georgia está luchando una ardua batalla para mantener su integridad territorial.
“El viejo pasado probablemente esté acosándonos a algunos de nosotros”, dice Jankauskas.
Merab Mekarishvili teme que, de un día para otro, los rusos vuelvan a invadirlos.
“Todo el tiempo estamos esperando eso y tememos que extenderán esa frontera. Sabemos lo que significa la guerra, pero es mejor estar así que en guerra”.
Tamara Qoreli y su familia también viven en un terror constante de que la guerra vuelva.
“Cada vez que un avión vuela sobre nosotros, mi pequeño nieto grita “Abuela, enciende el auto rápidamente. ¡Los rusos están llegando!”.
“Vivimos aquí bajo temor, estamos asustados y nuestros nervios se están rompiendo”, dice. “Nadie sabe lo que pasará hoy o mañana”.
Fotografías de Alex Platt