¿Por qué baja el consumo de carne en Argentina?
02:01 - Fuente: CNN

Nota del editor: Wayne Martindale es profesor emérito e investigador de la Universidad Sheffield Hallam del Reino Unido. Las opiniones expresadas en este texto sólo pertenecen al autor. CNN está mostrando el trabajo de ‘The Conversation’ (La conversación), una colaboración entre periodistas y académicos que provee análisis noticiosos y comentarios. El contenido es producido exclusivamente por ‘The Conversation’. 

(CNN) – Carne de Brasil, aguacates de México, cordero de Nueva Zelandia, vinos de Sudáfrica y frijoles verdes de Kenya: las listas de compra de comida tienen un sabor claramente internacional.

Y con muchas personas cuestionando la sostenibilidad de importar tanta comida desde tan lejos, estamos comenzando a preguntarnos si adoptar una dieta vegetariana para reducir las emisiones producidas por la producción de carne es tan sostenible como se podría pensar.

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La influencia del comercio global de comida en las dietas locales y las opciones culturales ha explotado en los últimos años.

Las cadenas de suministro de alimentos operan globalmente y entregan productos del campo a casi 4.000 millones de personas que ahora viven en las ciudades y pueblos. Fue ese principio el que inspiró el primer centro de investigación agrícola hace casi 150 años, cuando los fundadores de Rothamsted vieron el potencial de las tierras agrícolas que rodeaban a Londres para suplir la demanda de la creciente población urbana.

En el siglo XXI, el mundo entero podría ser tu granero.

Muchos son conscientes de lo que comen, tanto desde una perspectiva de salud como desde una perspectiva ecológica.

¿Pero cuál es el impacto de todo esto? Cada vez nos invitan con más fuerza a comer menos carne para luchar contra el cambio climático. Y el consumo anual de carne, al menos en la Unión Europea, se ha reducido y estabilizado alrededor de 42 millones de toneladas, durante los últimos 15 años.

También han surgido nuevas etiquetas para diferentes tipos de consumidores de carne: flexitarianos (solo comen carne a veces) o reducetarianos (buscan comer menos carne), que reflejan la forma en que distintos grupos están tratando de reducir su consumo de carne.

¿Pero qué pasa con toda la fruta, los vegetales y las materias primas que atraviesan el mundo? ¿Podemos de verdad decir que comer esos alimentos es más sostenible y ecológico que comer carne?

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El crecimiento de las compras éticas de comida constituyen hoy cerca del 10% de las compras totales de supermercado en el Reino Unido, una cifra que representa el doble de la del mercado del tabaco. Pero además de que el impacto de las millas aéreas, las tierras globales y el uso de los recursos determinan la sostenibilidad de los alimentos que comemos, la producción de comida puede destruir o desplazar recursos naturales para suplir una demanda creciente.

Cambiar el uso de la tierra para expandir la producción de aguacate en México, por ejemplo, está desplazando la selva tropical. Lo mismo pasa con el devastador impacto del aceite de palma no certificado, que se utiliza en los alimentos pero también en muchos otros productos.

Midiendo la sostenibilidad de la comida

De cualquier manera, lo primero que necesitamos es medir el impacto ambiental de los alimentos que comemos. Podemos hacerlo para diferentes cadenas de suministro de alimentos usando un método como el de la huella de carbono.

El problema es que los consumidores escogen lo que comen según lo que les gusta y eso puede cambiar con frecuencia pero casi nunca tiene en cuenta el impacto sobre el cambio climático.

De acuerdo con eso, podemos decir que una dieta vegetariana sí ofrece una reducción en la huella de carbono. Pero también nos muestra que las millas de transporte de los alimentos y la distribución global pueden ser el menor de nuestros problemas.

Esto, porque el desperdicio de comida puede ser cercano al 20% de las compras totales de comida y las pérdidas de comida a través de las cadenas de suministro de alimentos pueden ser mucho mayores que eso. Además, el desperdicio de comida incrementa la huella de carbono que contrarresta los resultados positivos. Y las frutas frescas y los vegetales perecederos son más susceptibles de terminar en la basura que la carne y el pescado frescos.

Entonces, ¿realmente ser vegetariano es lo mejor para el medio ambiente?

No podemos asegurar que seguir una dieta vegana o vegetariana o comer carne sea mejor para el medio ambiente.

Todo puede ser adecuado si los sistemas de producción de los alimentos de esas dietas son sostenibles, si no hay desperdicio y si se alcanzan resultados positivos en materia de salud.

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El transporte aéreo de frijoles verdes de Kenya al Reino Unido era visto como poco amigable con el medio ambiente por las millas aéreas, pero también le da sustento a casi un millón y medio de personas en algunas de las regiones más pobres del África subsahariana.

La carne no es el único alimento que aumenta las emisiones de gases de efecto invernadero. El arroz -que se produce en 163 millones de hectáreas, en casi el 12% del total de zonas cultivables del mundo- tiene una de las huellas de carbono más altas porque produce muchísimo metano.

Una disminución en la producción de arroz no solo es improbable, sino que podría alterar los gases de efecto invernadero que están en el suelo. Pero existen diferentes formar de hacer las cosas, como drenar los arrozales en momentos específicos de la temporada de cultivo, por ejemplo. O utilizar distintos fertilizantes o variedades de arroz que sean menos susceptibles al calor.

¿El mejor camino a seguir?

Los consumidores necesitan entender los equilibrios y estar actualizados sobre la información de lo mejor que se puede comprar.

Es importante detectar las tendencias de comida, por ejemplo, y proyectar cualquier impacto sobre el medio ambiente. El número de productos libres de gluten se está duplicando cada año en Europa y en Estados Unidos. Y eso ha provocado un aumento en el consumo de proteínas vegetales como frijoles y lentejas.

Este tipo de alimentos son probablemente más ecológicos que la carne pero -sin importar lo que pienses de la comida libre de gluten- cambiará la forma en que las leguminosas con alto contenido de proteínas son distribuidas globalmente y podría desviar esos productos o incrementar su precio en países como la India, que dependen de proteínas que no se derivan del ganado.

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Las certificaciones de sostenibilidad han cambiado la manera en que compramos, dándonos una guía sobre compras éticas. Esta es una forma de asegurarnos de que lo que comemos es menos perjudicial y/o es un medio de sustento y de buenas prácticas agrícolas.

Pero es el desperdicio diario -tanto en el hogar como en las cadenas de suministro de alimentos- el que puede hacer que cualquier dieta resulte poco amigable con el medio ambiente, bien sea vegana, vegetariana, de carnes o una combinación de estas.

Diferentes modelos de conservación pueden reducir a cero el desperdicio de comida. En el caso de la comida congelada, sabemos que el desperdicio se puede reducir a la mitad si se compara con la comida fresca. A pesar de lo que puedas pensar, la comida congelada está a la altura de la comida fresca y puede ser igual de nutritiva.

Todos escogemos alimentos pensando en lo que nos gusta, en los productos a los que tenemos acceso y en lo que podemos pagar. Pero una vigilancia permanente y un interés real en la producción sostenible y ecológica significarán que compremos productos que sabemos tienen una mejor cadena de abastecimiento.

En este momento no existe una certificación que muestre la comida producida con menor desperdicio (debería), pero podemos reducir nuestros propios desperdicios y comprarles a los proveedores que muestren un mayor compromiso con el medio ambiente.

Podemos comernos un aguacate a la semana, tal vez no cinco.

Y claro que podemos pensar más en alimentos locales y de temporada, así como en opciones de conservación si queremos reducir las millas aéreas.

Comer menos carne no es la única forma de tener una mejor huella de carbono.

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